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La edad avanzada o la salud mental obstaculizan el acceso a diagnóstico temprano

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La denegación de diagnóstico por razones de edad o de salud mental es una realidad. Sacamos a la luz dos casos en las que dos mujeres mayores sufrieron dolores durante años sin que se les hiciera pruebas diagnósticas que permitieran desenmascarar el cáncer agresivo que ambas padecían. Las hijas de estas dos personas han hecho público sus casos para denunciar la “deshumanización” que vivieron y una negligencia reiterada que privó a sus madres de luchar contra una enfermedad que desconocían que padecían. Especialistas en derecho sanitario y en la defensa de pacientes, e incluso la misma OMS, coinciden en señalar que la discriminación por edad existe. También las etiquetas de problemas de índole psicológico o psiquiátrico se usan como “escudo” para una correcta diagnosis.

Trini Anguita leyó un tuit que le despertó la curiosidad, tiró del hilo y lo que estaban narrando le heló la sangre. “Parece que estaban contando lo que le ocurrió a mi madre”, explica desde Granada a Crónica Libre. Era la pesadilla narrada por Rocío Arauz sobre la agonía durante cinco años de su madre. Pasó ese tiempo con dolores terribles y sin tener un diagnóstico, le achacaran sus lamentaciones a que estaba ‘histerica’ o decían que era demencia. Con esa premisa no le hacían ninguna prueba. Ese relato, denuncia pública a través de las redes, ha alcanzado los 20.000 retuits y ha generado un diálogo en el que muchas personas afectadas han encontrado pie para contar casos terribles. Entre ellos a Trini y a su hermana Mari Luz que, a pesar del dolor, quieren relatar su vivencia “para que no le ocurra a nadie más”.

Han pasado casi dos años desde que su madre falleció, en diciembre de 2020, y a Mari Luz Anguita aún se le quiebra la voz cuando rememora cómo sufrió su madre, Ángeles Jaén, hasta que murió. Falleció en casa, en Castillo de Locubín (pueblecito de Jaén) dándole ella los cuidados paliativos finales, solo con el apoyo telefónico de una enfermera especializada en esta etapa final de la vida.

Era diciembre de 2020 y la pandemia generaba esas situaciones. Al dolor, se le une la rabia porque a su madre le negaron un diagnóstico que le hubiera permitido luchar por su vida y tener un final menos doloroso. “Con una simple ecografía le hubiesen ahorrado años de sufrimiento”.

Todo comenzó con un dolor en la ingle, Ángeles, de 75 años entonces, se quejaba constantemente. Le dijeron que el dolor venía de la cadera, luego, le repetían una y otra vez el diagnóstico de infecciones de orina recurrentes. “Aunque mi madre no tenía molestias al orinar, pero le daban una tanda de antibióticos tras otro. Le dieron todos los antibióticos del mercado”, cuenta Trini.

La procesión al médico y servicios de urgencias no cesó en tres años. Empezó antes de la pandemia, así que la falta de diagnóstico no se puede achacar a la crisis sanitaria que desató el covid. “Cuando le mandé una de las pruebas analíticas a mi cuñada que es enfermera, ella ya detectó que había un valor que no era muy sospechoso y nos aconsejó que fuésemos rápidamente a urgencias”, explican las hermanas Anguita Jaén.

No eran nervios por la pandemia

Tras tres años, de largas y diagnósticos erráticos, llegó el definitivo, un cáncer de ovarios. “Los que le hicieron la eco salieron a hablar con nosotras blancos, dijeron que tenía mucho líquido abdominal y que no era buena señal. Lo peor es que en mis horas de espera a las puertas de hospitales, leí que precisamente, el dolor de ingle es uno de los primeros síntomas de este cáncer. Justo lo que mi madre tenía, pero a pesar de la inflamación, del sufrimiento… nada. Le decían que estaba nerviosa por la pandemia. Y, sin embargo, cuando le hicieron la primera ecografía, ya se vio que era de origen tumoral”. Así denuncia Mari Luz la negación de diagnóstico a su madre.

La pesadilla y las quejas de esta familia jienense no se queda ahí. Cuando finalmente, y ya tarde, le dieron quimioterapia a Ángeles tampoco le administraron el tratamiento adecuado. “Le dieron cinco o seis sesiones, después ya no pudieron darle más porque estaba muy débil. Entonces fue cuando la oncóloga nos dijo que esa terapia no funcionaba para ese tipo de cáncer, que ella había estado ejerciendo en Cataluña y que ahí sí que había uno que funcionaba bien en casos como el de mi madre”.

La rabia con que lo cuentan ambas hermanas radica en tratar de entender por qué no les habían dicho eso desde el principio y por qué habían torturado a su madre con una quimio agresiva que se presumía ineficaz. “Nos negaron la posibilidad de decidir y a mi madre de luchar por su vida. Para ella es tarde pero no queremos que eso vuelva a pasarle a nadie. Esa muerte dolorosa, donde ya no podía ni comer, daba alaridos por  dolores desesperantes, tenía calambres violentos por todo el cuerpo… y el médico de cabecera seguía diciendo o nervios o infección de orina y en el hospital, que era de huesos. Todo fue muy duro y muy largo”, repite entre sollozos Mari Luz.

Ni demencia ni llamar la atención

Lo narrado por Rocío Arauz a Crónica Libre tiene muchos puntos en común con esta historia. Su madre, María de los Ángeles, vivió un calvario durante cinco años y una agonía sin medicar. En todo ese tiempo no le hicieron ni una sola prueba diagnóstica. Como ella narró en un hilo de tuits, le achacaron sus indecibles dolores a una demencia o simplemente a un intento por “llamar la atención”. Así pasaron por cinco hospitales gaditanos en numerosas ocasiones y vieron más de 20 médicos. Con un diagnóstico de problemas de salud mental, todos los especialistas parecían escudarse en esa consideración para despacharla a casa sin hacerle ni un análisis de sangre.

Cuando finalmente, hace unas semanas llegaron a un hospital sevillano (hasta entonces habían estado en centros de la provincia de Cádiz), en 24 horas tuvo la causa de sus males y fue devastador. “En la primera analítica ya le aparecieron los índices tumorales muy altos. En el primer TAC le encontraron unas manchas metastásicas en el cerebro; en el tac de abdomen: cáncer metastásico de colon perforado. Había sufrido un infarto del que ni siquiera se había quejado. Ya era demasiado tarde, la metástasis le había provocado un fallo multiorgánico –narra Rocío–”.

Los detalles de su agonía no acaban ahí, el fallo renal provocado por el cáncer que le había invadido le produjo una encefalopatía urémica que le distorsionó la percepción y capacidad de expresión o relacionarse. “A mi madre no solo le arrebataron su derecho a pelear. A mi madre le arrancaron su dignidad”, denuncia su hija.

Mariángeles, madre de Rocío Arauz, con su marido.

Y, sobre todo, lo que más le duele a Rocío es el trato “denigrante y vejatorio” que sufrió en durante todo ese peregrinar por centros sanitarios. “Lo meten todo en el saco de salud mental y ¿qué pasa que una persona con problemas mentales no tiene derecho a un análisis, a una prueba?”, denuncia esta periodista andaluza. A pesar del dolor, la rabia le pudo y con su madre recién fallecida arrancó una campaña en redes para plantar la batalla que a su madre le habían negado. No podía quedar así, tenía que denunciar públicamente el calvario que vivieron.

Va a demandar y todo está en manos de abogados para iniciar la vía judicial. “Ya me han adelantado que hay base. Es un caso de flagrante mala praxis, no es ni siquiera un fallo de diagnóstico porque no lo tuvo. No se molestaron en averiguar qué le pasaba”, lamenta con entereza Rocio Arauz.

Deshumanización y discriminación

“Siento dolor, rabia y frustración. Solo somos mi padre y yo y no voy a descansar hasta que se haga algo por el desprecio con el que la trataban. Decían, ante el dolor insufrible que tenía, que era ‘para llamar la atención’. Imagínate”, reitera.

Reconoce que su profesión le ha dado la capacidad para dar difusión a su denuncia. “Soy periodista y tengo las herramientas para hacerme oír y para dar voz a otras personas que sufren casos similares. Me han llegado mensajes de toda España con casos similares. Hay que remover conciencia sobre la deshumanización de la sanidad, que nos haga recapacitar”.

Detrás del caso de su madre, Rocío ve un claro caso de discriminación, por la edad y por ser considerada paciente de salud mental para no hacerle ningún tipo de pruebas. “Gritaba de dolor y decían que era por demencia sin comprobar si había algo físico”.

No es solo una impresión subjetiva suya, la discriminación en el acceso a tratamientos de las personas mayores es un hecho avalado por evidencias. En la pandemia quedó claro que los ancianos fueron excluidos hasta del acceso a los hospitales en algunas comunidades autónomas.

No es el único ni el último caso del que tendremos noticia porque parece que a una edad la vida no vale nada. Se estima que el coste de un tratamiento no debe resulta ‘rentable’ cuando el paciente tiene 70, 80, 90 años… Lo están haciendo la mayoría de las comunidades”, denuncia Carmen Flores, presidenta de la Asociación de Defensa del Paciente.

La Organización Mundial de la Salud reconoce que las conductas discriminatorias por motivos de edad han existido siempre. “El planteamiento sobre cuestiones sanitarias basado únicamente en la edad está bastante extendido. En una revisión sistemática de 2020 se concluía que en el 85% de los 149 estudios revisados, la edad determinaba quién recibía determinados procedimientos o tratamientos médicos”, se extrae de la conclusiones del informe publicado el año pasado. 

“Lo están haciendo personas que un día van a ser mayores, que tienen padres y abuelos y lo hacen sin importarles la vida o la calidad de esa gente que está sufriendo. Le ponen un precio a esas vidas. Hoy mismo he oído una noticia en la que en Madrid, donde los médicos de un centro de salud habían mandado a un señor de 98 años a urgencias. Y decían, ‘con esa edad, que espera’. Es triste, lamentable y muy cruel. ¿No merece que le atiendan por ser mayor? A mí me parece terrible, tenga los años que tenga, si tiene dolor, ¿qué van a hacer, dejarle sufriendo?, se pregunta Carmen Flores.

Salud mental, diagnosis que todo lo aguanta

En cuanto a la salud mental, esta veterana en la lucha por los derechos de los enfermos dice que se ha encontrado con muchos casos en los que se hace valer esta etiqueta de problemas psicológicos o psiquiátricos para denegar un diagnóstico. Esto es algo “muy común” según explica Flores”.

 “Se achaca falta de credibilidad a pacientes con patologías serias (esquizofrenia, psicosis…). No se les cree, por dificultad para examinarles o para discernir si tiene base física sus quejas o por lo que sea. Pero si tiene dolor hay que tratarlo y comprobar que no haya un origen fisiológico. Y tampoco puede ser que el primer y único diagnóstico sea que es porque la persona es muy nerviosa o esté demente. Hay que comprobar qué le ocurre. El Gobierno debe legislar a nivel nacional sobre la denegación de diagnóstico por causas de edad o de salud mental. Esto es una falta de humanidad”, reclama.

Antonio Navarro es un abogado especializado en derecho sanitario con 35 años de experiencia y a él le llegan muchos casos de discriminación por factores psicológicos. “Fui durante trece años abogado de un hospital psiquiátrico de Madrid y tengo experiencia en este campo. Algunas veces se achacan a problemas psicológicos patologías que son cien por cien físicas y que no se molestan en comprobar”, dice este abogado.

Recuerda el caso de una adolescente que fue tres veces a urgencias del Niño Jesús (hospital infantil de Madrid). La primera la mandaron a casa diciendo que el dolor de tripa que tenía no era nada; la segunda, comprobaron que no tenia covid y nada más. En la tercera, le dijeron que estaba ‘ansiosa e histérica’. Resultó q que tenía una apendicitis necrosada que hizo necesario que le operaran pusiesen una bolsa de colostomía. “Ahora sí que tiene problemas psicológicos después de todo lo que ha tenido que pasar”, recalca Navarro.

Este letrado que imparte formación a otros colegas sobre derecho sanitario en el Colegio de Abogados de Madrid, denuncia que en España parece que cuando se tiene más de una cierta edad hay reticencia a invertir recursos en realizar ciertas pruebas. “No sé si porque piensan que son muy caras para lo que queda de vida o que ya, con ciertos años, se vive como de prestado y que no interesa”, lamenta Antonio Navarro. Por este motivo se producen muchos diagnósticos tardíos.

“Cuando a una persona se le retrasa un diagnóstico se le está negando la oportunidad de un tratamiento para su curación. Según los casos se puede reclamar por la vía civil, penal o contencioso administrativa”, señala Antonio Navarro. Justo lo que reclaman tanto Rocío Arauz como las hermanas Anguita Jaén. Las tres coinciden en que lo que sufrieron sus madres no debería repetirse nunca más, que queden desatendidas personas por su edad o por achacar sus males, como primer diagnóstico, a razones psicológicas sin más indagaciones.

Inma Muro

Periodista especializada en temas de denuncia social. Más venticinco años de trayectoria en medios de información general e investigación. Entre ellos las ediciones digital y en papel de la revista Interviú. Gabinetes de prensa, comunicación institucional y agencias de publicidad.