Cualquier orden de alejamiento debería ser un pasaporte de seguridad para una víctima de violencia machista. Sin embargo, la realidad demuestra que es puro papel mojado ya que depende de la voluntad del terrorista machista de respetarla. Pero no solo. También hay sentencias como las del Juzgado de lo Penal número 2 de Ciudad Real, en las que una jueza exime de tal culpabilidad al maltratador de María Chaparro.
Por Nuria Coronado Sopeña
“No comprendo cómo quien comete el delito de saltarse la orden de alejamiento, a pesar de haber pruebas que lo acreditan, lejos de ser condenado es absuelto”, explica. “Con sentencias así las castigadas somos las víctimas, que, siendo sometidas a las continuas alertas de quebrantamiento de las órdenes de alejamiento, volvemos a sufrir maltrato por parte de nuestros agresores”, añade.
Según recalca la defensa de María Chaparro, Juan de Dios Ramírez Sarrión, “que un agresor, que ya cumple condena de nueve años por varios delitos, haya tenido tal trato es de todo menos justo para su representada. No solo está condenado a 22 meses de prisión por cuatro delitos de malos tratos en el ámbito de violencia sobre la mujer -condenado de 7 meses de prisión cada uno de los delitos-; sino también por delitos de lesiones a dos años de prisión o por ser autor criminalmente responsable de un delito de descubrimiento y revelación de secretos del art. 197.1 CP a la pena de dos años y seis meses de prisión. Sin embargo, en los juicios celebrados por quebrantamiento de medida, en el que tanto el ministerio fiscal como la acusación particular ejercida por este despacho en nombre de la víctima, las sentencias han sido absolutorias”.
Sesenta grabaciones con los quebrantamientos
Uno de los testigos de la vista oral de esta enfermera manchega, fue Gregorio Gómez Mata, presidente de la Asociación Alma. “En el caso de María las incidencias y alarmas eran provocadas y así se pudo demostrar en el juicio tanto por la documentación física como por las 60 grabaciones telefónicas del acusado. Eso sin contar los informes y testificales de distintas profesionales del daño que había sufrido a consecuencia de estos quebrantamientos”, explica.
Las órdenes de alejamiento con dispositivos telemáticos se controlan desde el Centro de Control Cometa con un protocolo desde el que se sabe cuándo una incidencia es por fallo técnico o es provocada por el maltratador. “Cuando una incidencia o alarma se produce por un fallo técnico, el propio Centro Cometa lo traslada al juzgado, exponiendo que no se emite incidencia juzgable ya que no cabe juzgar porque es por un posible fallo técnico. Cuando es provocada por el maltratador el Centro emite informes y grabaciones de las incidencias juzgables, está acusando directamente, corroborando de las incidencias producidas son provocadas intencionadamente por el maltratador y por ello lo emiten al juzgado correspondiente que es el encargado de condenar al maltratador e indemnizar a la víctima por los daños. Así lo recoge el artículo 468.1, 468.2 y 468.3 del Código Penal”, añade Gómez Mata.
Sea como sea lo que María Chaparro tiene claro es que no va a tirar la toalla. “Me siento muy decepcionada por la justicia porque en mi caso no han llevado a cabo lo que el artículo 468 del Código Penal exige: los que inutilicen o perturben el funcionamiento normal de los dispositivos técnicos que hubieran sido dispuestos para controlar el cumplimiento de penas, medidas de seguridad o medidas cautelares, no los lleven consigo u omitan las medidas exigibles para mantener su correcto estado de funcionamiento, serán castigados con una pena de multa o de prisión”.
Por ello la afectada ha presentado recurso de apelación. “Ahora estamos a la espera de respuesta judicial y de que se haga justicia”. Y no espera esta reparación solo por ella. “También es por muchísimas más mujeres que están en la misma situación que yo. Por desgracia tengo conocimiento de más casos como el mío”.
Un infierno que necesita reparación
Y es que esta luchadora a pesar de sentirse afortunada por toda la ayuda que ha recibido “tanto en los juzgados, como por parte de la Policía, psicólogas, terapeutas, Centro de Control Cometa, Centro de la Mujer o de la concejalía de la Mujer en el proceso”, no se le olvida el infierno que tuvo que vivir. “Sé lo que es recibir llamadas del Centro Cometa y de Policía diciendo que mi maltratador se negaba a pasar el mantenimiento obligatorio, que estaba desaparecido, que no les cogía el teléfono o que me dijeran que había dejado sin batería voluntariamente el dispositivo y la pulsera que lleva en el tobillo para hacer ineficaz el control de la orden de alejamiento. También sé lo que es que me llamen para decirme que estaba al lado de mi domicilio sin permiso judicial, aun sabiendo que lo tiene prohibido, ya que pertenece a una zona de exclusión fija”.
Por ello se pregunta cómo viendo la peligrosidad de su maltratador se permitía “que una y otra vez él hiciera mal uso del dispositivo telemático hasta dejarlo sin batería, apagarlo, separarse de él, ¿etc.? Si eso lo tenía totalmente prohibido, ¿por qué desde el principio no tomaron medidas?”.
También interpela a la jueza de su juico y le lanza una pregunta: “¿por qué cuando en un juicio se juzgan todos estos delitos juntos ella considera que no son condenables? ¿Para qué ponen entonces una orden de alejamiento si al maltratador le dejan que se la salte a la torera? No me entra en la cabeza que habiendo pruebas suficientes que dicen que mi maltratador cometió el delito de quebrantamiento de la orden de alejamiento en numerables ocasiones, omitiendo las medidas exigibles para el correcto funcionamiento, y provocando fallos en el dispositivo telemático para que lo tuviesen ilocalizado, algo q tenía totalmente prohibido, haya salido absuelto”.
Una incomprensión que la retrotrae al dolor que le producía cada vez que recibía una llamada de Cometa. “Tenía que permanecer en casa encerrada sufriendo múltiples crisis de ansiedad y condicionando mi vida. Si en ese momento tenía que ir a trabajar, no podía hacerlo porque estaba muerta de miedo. Si tenía otro plan, tenía que anularlo porque mi maltratador estaba incumpliendo con la orden y con las medidas exigibles. Era yo era la que tenía que sufrir ese quebrantamiento necesitando asistencia médica”.
Su padecimiento y su estrés contrastaba con la sed de poder que pretendía seguir infundiéndola su maltratador. “En vez de asumir la orden de alejamiento como una pena privativa de su libertad para garantizar mi seguridad y mi tranquilidad, la utilizaba para continuar maltratándome. Más que como un castigo, mi maltratador ha tomado la orden de alejamiento como un regalo que la justicia le ha dado para seguir maltratándome, atormentándome, controlándome y dañándome, a pesar incluso de ser una de las más rigurosas órdenes de alejamiento que existen, porque van controladas con sistema telemático”.
Una llamada de atención a las Administraciones
Así las cosas, el letrado de este caso Juan de Dios Sarrión urge a que quienes tienen en sus manos la potestad de acabar con casos como el de su defendida tomen conciencia y actúen de inmediato. “Considero que todas las administraciones implicadas y más concretamente el Observatorio Estatal de Violencia sobre la Mujer, debería tomar conocimiento de estas sentencias, pues el sistema de control establecido para garantizar la seguridad e integridad de las mujeres víctimas de maltrato es ineficaz para la jurisdicción penal y se precisa urgentemente un profundo análisis y estudio por la administración competente, pues la integridad física y psicológica de las victimas protegidas está en juego”.
Y es que el abogado recalca que “no son excepciones los casos en los que los penados quebrantan la orden de alejamiento intencionadamente de forma muy sencilla. No podemos olvidar que siempre controlan a sus víctimas y saben sus movimientos y costumbres, para ello es tan fácil como ir a tomar un café justo al lado de donde la mujer tenga que pasar”. Por todo ello para Gómez Mata esta sentencia “demuestra la incomprensión y el desconocimiento total en muchos juzgados de lo que consiste la violencia de género y como los hechos descritos son una manera más que tiene el verdugo de llegar a su víctima, sin que la justicia ponga remedio por no llegar a comprenderlo”.
Además, el presidente de Alma añade que quienes tienen autoridad son quienes deben dar un paso al frente y hacer algo ante estas situaciones. “No solo vale con unos cursitos de formación, hay que hacer especial hincapié en la concienciación. ¡Lo mismo no vale cualquier jurista para desempeñar su cargo en los juzgados de violencia de género! ¡Si nuestros dirigentes inciden en intentar animar a las mujeres a denunciar cuando son víctimas de violencia de género para ayudarlas, que sea de verdad, y que se las proteja de verdad, no a medias!”. Un “no a medias” como el de la UFAM, la Unidad de Atención a la Familia y la Mujer de la Policía Nacional, donde “cada policía tiene que atender a casi 100 mujeres maltratadas ¿de verdad así se las puede proteger? O se comienza a comprender lo que realmente pasan las mujeres víctimas de violencia de género, a entender qué es el maltrato psicológico, la violencia vicaria, el maltrato económico, el maltrato sexual o será imposible que lleguen a ayudarlas de verdad”, remarca.
El bagaje de una superviviente
Por su parte María Chaparro añade que ahora, con todo el camino andado, solo habría cambiado una cosa en la denuncia a su maltratador. “Lo habría hecho antes. No lo habría dejado tanto tiempo, pero me tenía amenazada, y tenía miedo. No pude hacerlo antes. De hecho, cuando puse la denuncia, ni fue por iniciativa propia. Fue porque mis vecinos llamaron a la Policía al escuchar que me estaba pegando. Si no es por ellos aquella noche me mata. Cuando la Policía llegó estaba llena de golpes, de sangre, el labio reventado, tenía los ojos ensangrentados, muchos rasguños y había mucha sangre por la brutal paliza que me dio. Y, aun así, tal era mi miedo que si no es por mis vecinos yo no hubiese denunciado”, recuerda.
María reconoce que les debe la vida al vecindario. “Gracias a su llamada, la Policía llegó y rápidamente al presenciarlo todo, lo detuvieron y a mí me llevaron al médico de manera urgente para que me trataran las lesiones que me había hecho. Tras esta primera denuncia y con la orden de alejamiento en vigor, mi maltratador puso carteles por mi ciudad con una foto mía para desprestigiarme y humillarme. Además, llevó a cabo una intromisión en mi intimidad e hizo una revelación de secretos brutal”.
Ahora mientras llega la respuesta al recurso de apelación esta enfermera no piensa volver a encerrarse en vida ni cancelar sueños. Todo lo contrario. Se bebe la vida a su antojo. Unas veces a grandes sorbos y otras a pequeños. “Acabo de casarme con el hombre de mi vida que además es el padre de mi hija. Ella es el mejor regalo que he podido tener nunca”. Y a la vida solo le pide una cosa. “Que se condene a cada maltratador que no cumpla con la orden de alejamiento para que a la sociedad no se le transmita que los agresores pueden saltarse la orden sin consecuencia alguna; y a las víctimas de violencia de género se le transmite que una orden de alejamiento no les dará la seguridad y tranquilidad que debería darle”, finaliza.