Gallina Ortega Smith
El dibujo animado La gallina turuleta y el político de Vox, Javier Ortega Smith (Foto: EP).
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La Gallina Turuleca

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En estos tiempos lúgubres no es fácil encontrar motivos de regocijo, por eso es de agradecer la última andanada de Ortega Smith al comparar a los miembros del PP con “gallinas ponedoras”.

No deja de tener su gracia que haya utilizado una metáfora tan rancia como recurso para referirse a la cobardía masculina, en este caso de los miembros del Partido Popular, que no han respondido con la valentía que a Ortega Smith le debe parecer propia de hombres para reprobar a Pedro Sánchez, ese dictadorzuelo. Pero es que el portavoz de Vox en el Ayuntamiento de Madrid ha sido aún más audaz, y no solo ha calificado de “gallinas” a los peperos, (por lo visto cree que no hay mujeres en el PP) sino que por si no quedaba claro el insulto, ha añadido que, “aunque pongan huevos, no los tienen”, precioso florilegio que debe quedar registrado en los anales de la historia. Y que nadie se me confunda con la polémica actual que inunda las redes sociales sobre los usos del adjetivo anal, que es harina de otro costal.

Como se ve, todo queda entre caballeros, pues las señoras nunca hemos tenido que soportar que se nos llamase “gallina” como sinónimo de pusilánime. Nótese que el insulto es ser “un gallina”, es decir, la apocada gallina va precedida por el artículo indeterminado “un”, que remite lógicamente al hombre. Las mujeres podemos ser comparadas con “gallinas cluecas” si a nuestro alrededor se apiña la prole –cada vez menos numerosa, claro –, o ser tachadas de “gallinas locas”, como la Turuleca, pero a nadie se le ocurriría insultar a una mujer comparándola con esta ave de corral, porque las mujeres no tenemos que demostrar valentía, antes al contrario: si “un gallina” es un insulto es precisamente porque la pobre animal muestra timidez y miedo cuando se acercan los humanos.

Ortega Smith además insta a los miembros del Partido Popular no solo a que dejen de ser gallinas ponedoras, sino que se conviertan en gallos, es decir, que adopten la altanería y arrogancia propia del amo del gallinero y muestren esos huevos que las desdichadas gallinas ponen, pero de los que carecen. Que sean gallos de pelea, “gallitos”, otra fórmula lingüística que lejos de referirse a un gallo pequeño, como indicaría el diminutivo, significa “hombre jactancioso o presuntuoso, chulo, bravucón y perdonavidas”, término que tampoco puede ser aplicado a las mujeres, porque no existe ser “una gallito”.

En fin, sorprendería esta comparación tan anacrónica en pleno siglo XXI, y este uso despectivo del término “gallina” como equivalente de cobarde, y “gallo de pelea” como referente de lo que debe ser un hombre, si no fuera porque quien la trae a colación es un miembro de Vox, un partido que quiere remontarnos a la España de la Reconquista, los hidalgos que pican las espuelas y las damiselas que se quedan en casa bordando los pendones mientras ellos se van a Ferraz a quemar contenedores.

Juana Gallego

Profesora universitaria