Íñigo Errejón
Iñigo Errejón. Foto: Matias Chiofalo / Europa Press
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La “garganta profunda” del caso Errejón (y sus imprevistas consecuencias)

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Ya se han dicho muchas cosas del caso Errejón, por tanto, no voy a repetir algunas. A mí lo que más me sorprende es ¿por qué si “todo el mundo sabía” de las actitudes de este personaje cómo es que nadie se ha atrevido a denunciarlo antes?  Y sobre todo ¿por qué sale a relucir ahora?

En comunicación y en periodismo se estudia que cuando un presunto escándalo del que se sabe hace tiempo sale a la luz es porque hay una fuente interesada en que se conozca. Una “garganta profunda” pretende poner en circulación un tema porque espera obtener algún beneficio. La “garganta profunda” necesita la colaboración de al menos una persona para poner en circulación la información de la que dispone: normalmente suele ser un/una periodista. Pero no cualquier periodista.

Tiene que ser un/una periodista que se haya movido en el mismo entorno que la fuente, con la que haya habido cierta complicidad. Este/a periodista también tiene sus propios intereses: fama, prestigio, reconocimiento profesional, por lo que tampoco da la exclusiva a tontas y a locas. Coordina con la “garganta profunda” los pasos a dar: cómo, cuándo, en qué se va a basar.

Cuando se destapó el Caso Watergate, la “garganta profunda” buscó periodistas que pertenecían a uno de los diarios más influyentes, The Washintong Post. Pero eso era en el tiempo en que los medios convencionales servían para algo, mantenían cierta independencia y no se habían dedicado al cotilleo y la desinformación. En 2024 ese papel para filtrar exclusivas, sean ciertas o no, son las redes sociales, porque la mayor parte de la gente accede a ellas antes que a cualquier otro medio y las “gargantas profundas” saben que tienen impacto inmediato.

Los medios de comunicación convencionales han perdido el privilegio de ser los primeros en informar, entre otras razones porque han hecho dejación de su función de buscar la verdad. Los medios actuales ya no tienen entre sus objetivos ofrecer información contrastada, oponer versiones, abrirse a los debates que están teniendo lugar: se suben a un carro, adoptan una posición y dejan fuera cualquier postura que contradiga la que han asumido como irrebatible.

Las feministas lo sabemos bien: no interesan las voces de quienes llevamos años reflexionando, advirtiendo, aportando datos y argumentos sobre la deriva de una pseudoizquierda que ha instrumentalizado el feminismo. Para ello lo ha bautizado como “feminismoS” para, bajo este absurdo plural, hacer que una política y unas leyes que chocan frontalmente contra los derechos de las mujeres, sean consideradas feministas, léase el delirio de la ley trans, la permisividad y promoción de los vientres de alquiler, la justificación de la prostitución, la entronización de una cuestionable idea de consentimiento, etc. Y los medios, sobre todo los progresistas han abrazado estas ideas y excluido cualquier intento de rebatirlas.

El tema que nos ocupa ejemplifica perfectamente esta evolución. Hay una “garganta profunda” interesada en poner en circulación un tema que conoce hace tiempo, pero que por estrategia política había retenido. Una periodista para la que dar la exclusiva puede significar su consagración profesional, y una víctima que da consistencia a esa exclusiva y da la cara, pese al via crucis que tal hecho le puede representar. En este caso conocemos el nombre de la periodista y de la víctima. Ahora falta poner nombre a esa “garganta profunda” cuyo aliento ha esparcido lo que estaba en boca de todos, pero nadie osaba pronunciar.

De caso Errejón se pueden extraer varias conclusiones

Una: se pone de relieve la hipocresía de ese ámbito de pseudoizquierda, que ha ocultado lo que era un “secreto a voces”, que se ha apropiado y desvirtuado el feminismo y satanizado a las feministas que nos hemos opuesto a tantos despropósitos posmodernos y a tanta irracionalidad.

Dos: ha puesto en evidencia el seguidismo acrítico de los medios de comunicación progresistas y sus profesionales, muchos de los cuales sabían al parecer de las andanzas de Errejón, pero ninguno había osado sacar el tema a la luz.

Tres: las redes sociales se configuran como el nuevo espacio de comunicación hegemónico para bien y para mal, ya que tanto pueden servir para dar voz a los que no la tienen, como convertirse en el nuevo “salvaje oeste”, donde se colgaba primero y se juzgaba después.

Para las feministas de toda la vida, sin embargo, creo que todo este escándalo fortalece nuestra postura: estamos de parte de las víctimas, refuerza el feminismo que defendemos como proceso civilizatorio no identitario, recuerda a los medios que nuestras reflexiones merecen la atención que nos han negado y confirma que sin nosotras la izquierda está perdida sin remisión.

Juana Gallego

Profesora universitaria