Acabo de ver una serie titulada The Capture sobre la Inteligencia Artificial, las deepfakes y todas esas cosas que parece que permiten manipular las imágenes y los videos en tiempo real. No sé si ya se pueden “corregir” imágenes en directo (por ejemplo, reconstruir un asesinato real con el cuerpo de una persona y la cara de otra) o eso es cosa de la ficción, pero si ya se está practicando o es el futuro inmediato que nos espera, es estremecedor.
A lo que ya sí que asistimos es a la existencia de “realidades paralelas”, visiones totalmente contrapuestas de un mismo fenómeno. Una parte de la sociedad se adscribe a una interpretación y otra parte de la sociedad mantiene una visión opuesta, sin posibilidad de diálogo o conexión entre ellas. Seguro que ha habido más, pero yo he vivido dos de estas divisiones sociales.
Una fue el momento en que se gestó y se convirtió en hegemónico el denominado “procés catalán”. Había una parte de la sociedad totalmente entregada a ese movimiento que constituía para ellos una realidad incuestionable. Los que no participábamos de ese proceso asistíamos silenciosos y expectantes a su desenlace, y compartíamos una visión de la realidad totalmente diferente. Dependía de con quién hablaras o qué medios de comunicación consumieras, había dos realidades totalmente opuestas.
Actualmente asistimos a ese fenómeno de las “realidades paralelas” esta vez a nivel casi planetario con el tema de la “identidad de género” o para simplificar, con el “fenómeno trans”. Una parte de la sociedad, parece que mayoritaria, ha aceptado con total normalidad la idea de que el sexo se asigna al nacer, que se puede cambiar a voluntad y que es cada persona la que determina subjetivamente lo que es, si hombre, mujer o ninguna de las dos cosas. Este discurso es ahora el hegemónico y constituye una realidad incuestionable.
Asombra que durante millones de años la humanidad haya erigido una organización basada en la existencia de dos sexos y que en menos de 10 años (tirando largo), se haya descubierto que todo eso era falso. Las declaraciones del presidente del COI afirmando que no hay un método científico para determinar quién es hombre o mujer es una precisa manifestación de ese prodigioso cambio de paradigma.
Antiguamente, eran los medios de comunicación los que modulaban el discurso público, presentando las diferentes concepciones o versiones de los hechos, sobre todo los que se consideraban “independientes”. Así, contrastaban y contraponían los diferentes estados de opinión, seguían los debates internacionales y daban cabida a opiniones diferentes para que la audiencia tuviera elementos de juicio para conformar su propia opinión.
Ahora los medios se adscriben a una de las “realidades” y silencian, ignoran o evitan toda confrontación. Por ejemplo, en España los diarios considerados “progresistas” han obviado totalmente el Informe Cass, uno de los más rigurosos sobre los bloqueadores de la pubertad; o han omitido las reformas que están llevando a cabo países como Suecia, Reino Unido, Irlanda o Dinamarca sobre prohibición de procesos de transición de menores de edad.
De igual manera, han evitado dar la voz a todas aquellas feministas críticas con las leyes trans, o que cuestionan la autodeterminación de sexo o las que han denunciado que cada vez más hombres transfemeninos usurpen lugares (deportivos, culturales, profesionales) específicos de mujeres, sin que hayan ni siquiera contemplado la posibilidad de abrir el debate, que dan por totalmente cerrado.
Por ejemplo, en una noticia del 23 de agosto pasado, titulada Cambiar de sexo para eludir condenas, parecía que el diario El País ponía el acento en los perjuicios que esta práctica está ocasionando a las mujeres cuyos maltratadores tratan de cambiar de sexo para no ser enjuiciados según la Ley de Violencia de Género. Esto puede ocurrir si el maltrato se da con posterioridad al cambio registral de sexo, por mucho que la Ministra diga que son casos anecdóticos y están perseguidos por fraude de ley. No puede demostrarse fraude de ley cuando el único requisito que se invoca para proceder al cambio de sexo es la propia voluntad.
Pues bien, el enfoque de la noticia lejos de criticar la práctica por los efectos indeseados sobre las mujeres víctimas de la violencia, insiste varias veces en que “hay que proteger el colectivo trans” idea que reiteran todas las fuentes citadas. O por ejemplo el Huffpost acusa sin prueba alguna de “abiertamente tránsfoba” a la Asociación AMANDA a la que se atribuye ideas tergiversadas que esta Asociación no defiende, como que la transexualidad se contagia.
En fin, los medios que se denominan a sí mismos progresistas e independientes están difundiendo una “realidad” que consiste en omitir todo aquel argumento o interpretación que se oponga a “su visión” por muy contundente, riguroso o relevante que sea. Son muchas las asociaciones, entidades, agrupaciones o mujeres feministas que están aportando gran cantidad de datos, estudios, análisis y reflexiones sobre la realidad internacional sistemáticamente obviadas por los medios.
Cuál de las dos realidades se va a imponer lo veremos dentro de unos años, cuando se desinfle ese delirio consistente en que es la voluntad individual la que define el sexo de cada cual. En la serie The Capture la BBC tiene un papel crucial a la hora de poner coto a los desmanes de la Inteligencia Artificial. Ojalá el periodismo independiente no solo sea cosa de la ficción y recupere el espíritu crítico e imparcial del que se solía vanagloriar.