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Maldito una y mil veces

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Maldito una y mil veces el género, esa herramienta para la ordenación social segregada entre los sexos, que pone en manos de los hombres la potestad para ejercer violencia sobre menores y mujeres.

Esperanza Bosch y Victoria A. Ferrer son Doctoras en Psicología y profesoras del Departamento de Psicología de la Universitat de Illes Balears, y llevan tres décadas centradas en la investigación sobre la violencia machista. En 2002 publicaron un libro titulado “La voz de las invisibles. Las víctimas de un mal amor que mata”, en el que afirmaban lo siguiente:

  • ”En pleno siglo XXI las relaciones entre mujeres y hombres siguen gobernadas por la creencia de que las mujeres son inferiores a los hombres, y, por tanto, están sujetas a obediencia.”
  • ”La violencia forma parte de los sistemas de dominación de una parte de la humanidad sobre la otra. En el sistema patriarcal, definido como metaestable por Celia Amorós, la violencia tiene presencia continua y oblicua.”
  • ”Nuestro trabajo tiene como objetivo validar la hipótesis siguiente: la violencia contra las mujeres es la consecuencia más grave, la muestra más terrible de entre todas las que surgen de un cuerpo de creencias muy extendido y terriblemente dañino, las creencias misóginas.”
  • ”Se tienen que establecer medidas realmente eficaces de protección a las víctimas, medidas que obedezcan a una planificación correctamente estudiada y que puedan ser puntualmente evaluadas, no que surjan fruto de necesidades electoralistas o de una improvisación. El auténtico reto está en la prevención.”
  • ”Una vez que la violencia contra las mujeres se ha convertido en un  problema social de primera magnitud, reconocido por las instituciones y la mayoría de la sociedad, la prioridad es desarrollar los medios para resolverlo. Para ello, es necesario a corto plazo asegurar la existencia de mecanismos de protección para las mujeres que se hallan en peligro y de castigo al agresor, y a largo plazo modificar completamente las actitudes arraigadas, los estereotipos de género y las estructuras de poder establecidas en función del ejercicio de esa violencia.”

En 2020 publicaron, junto a Margarita Gili, y transcurridos 20 años, una segunda edición del libro “Historia de la misoginia”. Las razones para ello fueron las siguientes:

  • ”Frente a los avances del feminismo, el patriarcado refuerza su relato y lanza nuevas embestidas. Casi siempre son los mismos argumentos, mismos perros con distintos collares, es decir, usar el desprestigio, la burla y el escarnio, la criminalización de las mujeres y la victimización de los hombres, situemos aquí el mantra de las denuncias falsas o el SAP. Se nos tacha de feminazis, se nos acosa de maner brutal en muchos foros en redes sociales, se intenta cambiar la historia, e incluso se llega a negar la existencia misma de la violencia de género, y si esto no acaba de funcionar se nos dice qué debería ser “realmente” el feminismo, y qué “deberíamos” hacer las feministas.”
  • ”Esta situación nos ha llevado a considerar muy conveniente volver a revisar los argumentarios que han servido al patriarcado para tejer el relato misógino, y a partir de ellos justificar la sumisión femenina.”

Sumisión femenina que nuestro corrosivo modelo de domesticación Patriarcal alimentado por el maldito género presenta como inherente para el sexo femenino, mientras que paralelamente presenta como inherente para el sexo masculino su capacidad para instrumentalizar dicha sumisión. Capacidad que tiene incluida muchas posibilidades, entre ellas está la aplicación de la violencia.. Y al inicio del libro sitúan dos citas que quiero resaltar porque son muy explícitas:

  • ”No puede dudarse de que está más en consonancia con el orden de la naturaleza que los hombres gobiernen sobre las mujeres, antes que las mujeres sobre los hombres. Éste es el principio ante el cual el apóstol dice: “Mujeres, someteos a vuestros maridos.” S. Agustín, “Sobre la concupiscencia”.
  • ”El organismo de las mujeres está puesto al servicio de una matriz, el organismo del hombre se dispone para el servicio de un cerebro.” Federico Arvesu, médico y jesuita, “La virilidad y sus fundamentos sexuales”, 1962.

Así que lo que podemos apreciar en el modelo de socialización humano es una jerarquización asimétrica entre los sexos que configura a las mujeres como recursos en manos de los hombres, como utensilios a su disposición. Y en caso de no mostrar adecuadamente esa utilidad prometida por un modelo cultural y socioeconómico Patriarcal en el que llevamos milenios inmersos, el proceso a seguir es forzarla y/o desecharla. La aplicación de violencia sobre las mujeres y menores por parte de los varones es una realidad cotidiana que en su última expresión conduce a su asesinato, y que no podemos seguir tolerando.

Para conseguir su erradicación en 1993 la Asamblea General de Naciones Unidas elaboró la Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer, en la que se afirma lo siguiente:

  • (La Asamblea General) Reconociendo que la violencia contra la mujer constituye una manifestación de relaciones de poder históricamente desiguales entre el hombre y la mujer, que han conducido a la dominación de la mujer y a la discriminación en su contra por parte del hombre e impedido el adelanto pleno de la mujer, y que la violencia contra la mujer es uno de los mecanismos sociales fundamentales por los que se fuerza a la mujer a una situación de subordinación respecto del hombre.
  • Alarmada por el hecho de que las oportunidades de que dispone la mujer para lograr su igualdad jurídica, social, política y económica en la sociedad se ven limitadas, entre otras cosas, por una violencia continua y endémica.
  • Convencida de que, a la luz de las consideraciones anteriores, se requieren una definición clara y completa de la violencia contra la mujer.

Y esa definición ha de empezar por aclarar que no estamos ante una violencia “de género”, sino ante una violencia alimentada por el género, y a través de él nunca se podrá conseguir una convivencia igualitaria entre mujeres y hombres, precisamente porque es una herramienta creada para imposibilitarla. El objetivo del maldito género es mantener entre los sexos un sistema de dominación e instrumentalización de uno sobre el otro, y ese sometimiento se sostiene con violencia.

Por eso es una necedad afirmar que la ideología Feminista es una “ideología de género”, precisamente cuando su objetivo es la deslegitimación del género. Y así mismo es una gravísima irresponsabilidad política minusvalorar el potencial corrosivo que tiene aceptar una herramienta para la ordenación social sexista y segregacionista, y reverenciarla como un atributo identitario. La violencia machista es una cruenta realidad que sólo se abordará de manera efectiva aplicando la perspectiva Feminista, nunca la “de género”. Y ni el anterior Gobierno de coalición ni el actual lo están entendiendo así. 

Puri Liétor

Puri Liétor es Psicóloga Sanitaria, activista feminista e integrante de la
Plataforma Autonómica Front Abolicionista-PV, de la plataforma Estatal
Confluencia del Movimiento Feminista y afiliada del Partido Feministas al
Congreso (PFAC).