Tamuna Melikishvili

Descubriendo a la pintora georgiana Tamuna Melikishvili

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Su nombre es sinónimo de sensual. Melikishvili es licenciada en Bellas Artes por la Academia de Bellas Artes de la Universidad de Tblisi (Georgia). Ha tenido numerosas exposiciones individuales a nivel nacional e internacional. Una sensación de paz y sosiego invade al espectador al percibir los tonos pastel y colores claros de sus telas.

Destacan los tonos añil. Si se para usted a mirar solo un momento, descubrirá una infinidad mensajes muy fuertes detrás de las finísimas y escuetas líneas negras con las que marca perfiles y movimientos. La intensidad de los colores hábilmente combinada con los trazos de color negro marca umbrales y planos, pero también la presencia o ausencia de estados de ánimo. Solo en contadas ocasiones pinta las caras. No se puede saber a ciencia cierta si sus protagonistas están alegres o tristes o tienen miedo. Pero se puede rescatar toda una gama de estados de ánimo del mundo interior de hombres y mujeres a través del lenguaje corporal muy pronunciado.

Pinta a los varones desprovistos de sentimientos o, tal vez, en un estado de introversión profunda, mientras que el lenguaje corporal de las mujeres invita a pensar que la carga que han llevado las mismas a lo largo de la vida las ha marcado de tal forma que las expresiones de sus caras solo rezuman un cansancio crónico o dolor contenido. Cada arruga de la cara es una tragedia que no pinta. 

El rey

Tal vez la suma de todas esas arrugas sea patente en el lenguaje corporal de las mujeres que revela la pesada carga de las duras vidas vividas. En los varones no se aprecia ni alegría ni tristeza. Solo visibiliza una postura corporal que dicta la naturaleza cuando comparte espacio con las mujeres. La postura con la zona genital en el centro del cuadro o los vistosos colores de la ropa y corona de un rey no hacen sino desviar la atención del espectador. Es necesario pararse a mirar para captar un mensaje muy vigoroso. Los hombres no tienen ojos como si huyesen del contacto visual.

La ausencia de ojos coloca un escudo protector que impide al espectador entrar en contacto con el estado de ánimo del hombre. Su vida interior detrás de un parapeto inaccesible. Solo en algunas telas, afloran algunos sentimientos muy primarios como el instinto protector del hombre ante un grave peligro o el amago del repliegue cuando una mujer rompe una relación. Los brazos trasladan esos sentimientos. De ahí que los hombres resulten más opacos y no permitan al espectador hurgar en lo más recóndito de su ser. Melikishwili me confiesa que pone menos capas de pintura a los hombres. Y el efecto visual es patente.

El tema del abrazo que engloba al otro y los arrumacos de los amantes es una constante en su obra. Ese acto en la mujer está lleno de pasión, los sentimientos del hombre son difíciles de definir. La sensualidad es recurrente y pareciera que estos actos de sensualidad fuesen el refugio de las mujeres después del ajetreo diario. Melikishvili esboza una burbuja en la que el ruido mundanal, los bocinazos de la calle, la contaminación ambiental y la velocidad en la que transcurre el día a día sucumben al poder de su pincel. El abrazo de dos personas es un espacio de cobijo. Su obra invita a olvidar las estridencias cotidianas y a evadirse de la realidad que nos aprisiona. El mero hecho de observar las líneas perfectamente trazadas nos hace caer en un estado de profundo sosiego. Las sombras y las luces son muy originales tanto en el color como en la forma. ¡Qué diferente es la mirada de un pintor!

La caricia

En las caras emborronadas y el movimiento de los cuerpos se vislumbra una multitud de estados de ánimo. Un galerista holandés sentenció con motivo de una exposición en 2005 que ella pintaba como los hombres, pero mantiene que el pintor es pintor independientemente de su sexo. Aunque admite que lo emocional reviste mayor relevancia en la pintura de las mujeres.

Dicho esto, también afirma que las mujeres georgianas están más empoderadas porque fueron las mujeres las que emigraron por la situación económica precaria y, con su trabajo, mantuvieron y siguen manteniendo a sus familias en Georgia. Su fortaleza mantiene la sociedad cohesionada. Ahora se las considera más iguales en todos los ámbitos. En el mundo artístico georgiano, las mujeres tienen inmenso poder y tienen ya más peso que los hombres. Más de la mitad de los que se dedican a la pintura son mujeres. De hecho, comenta que todas las galeristas en Tblisi son mujeres.

Ping pong en el desayuno

Las pinturas en blanco y negro trasladan un mensaje muy potente. Una mesa con dos comensales se me antoja como una mesa de ping pong en la que se perpetra una batalla dialéctica, eso sí acompañada de esos manjares sabrosísimos que se consumen día a día en su Georgia natal. Los cuerpos en movimiento rezuman una profunda felicidad o nos sugieren cansancio, concentración o esfuerzo intelectual ante el intercambio de ideas. El color ya no despista. Las formas son información en estado puro. Solo hay que pararse a mirar. Puede usted consultar su obra instagram y en Facebook.

Pilar Larrañaga

Periodista. Escribe sobre política europea y arte. Las decisiones que se toman en Bruselas y sus efectos sobre los ciudadanos europeos. El arte entendido como eje fundamental en la formación del ser humano.