Cruce de miradas que sintetiza el ciclo de obsolescencia del capitalismo avanzado.
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‘Zoolander’: un meme viral y la obsolescencia en el capitalismo avanzado

6 Min. lectura

Hace ya un mes que arrancamos el año pero en mi cabeza, poco aficionada a pasar mucho tiempo (más del obligatorio por mi trabajo) en las redes sociales, sigue resonando con inusitada intensidad una imagen. Se trata de uno de los memes más virales de 2022 que implica a los protagonistas de la película Zoolander

En esta mítica comedia -de 2001- Derek Zoolander (Ben Stiller) y Hansel McDonald (Owen Wilson) son dos modelos; el primero, una figura consagrada y el segundo, una emergente, que se ven inmersos en una épica de agentes secretos, operaciones de espías internacionales, o diversas y ridículas confrontaciones por la popularidad y la ostentación de lo cool.

La cultura de masas en la alfombra roja

Siendo como es Zoolander una sátira del mundo de la moda que incluye entre sus cameos a un sinfín de figuras del stardom de la época (David Bowie, Natalie Portman, Lenny Kravitz, Tommy Hilfiger…) la cinta dirigida por el propio Stiller contiene varios comentarios más o menos sardónicos en torno a la cultura de masas que no resultan en absoluto triviales. Como diría el vanidoso Nietzsche, en ocasiones era superficial por profundidad

El meme que nos ocupa en cuestión, es el que acontece en la alfombra en la que se da entrada a los premios a Mejor modelo del año. En este contexto, Derek Zoolander, ganador en múltiples ocasiones del premio está rodeado de la prensa y los flashes, confiado y disfrutón, mientras recibe preguntas insustanciales y es adulado por los trabajadores de la industria.

Un cautivador cruce-reto de miradas

En tal tesitura, aparece Hansel McDonald, también nominado y al cruzarse con el personaje de Stiller cambia su expresión facial, el tiempo se ralentiza y por así decirlo, el nuevo modelo atraviesa la pantalla y el plano de confianza y seguridad del modelo experimentado; poniendo en duda su estatus.

El por qué este simple cruce-reto de miradas y de direcciones nos resulta tan cautivador, a la par que coincide con tantas situaciones cotidianas (las que aparecen en los memes) es lo que nos proponemos desgranar ahora. 

En el capitalismo, el éxito puede llegar en cualquier momento

Para todo ello primero necesitamos, sin embargo, entender algo que Adorno el serio nos explicó hace unas cuántas décadas, de la forma más paternalista en que le fue posible.

Se trata de la cuestión de que el mercado y las distintas industrias culturales, a pesar de formar nichos de sentido (tribus urbanas, géneros musicales etc) están determinadas por el azar; esto es, en el capitalismo el éxito le puede llegar a cualquiera en cualquier momento. O lo que es lo mismo: no hay un telos -objetivo o propósito, en griego- hacia el que tienden las distintas representaciones estéticas y culturales, hay una sucesión de hechos que apenas responden a los propios códigos internos de los grupos que los crean. 

La sensación de convertirse en un juguete demodé

El conocimiento de este hecho, es precisamente y por lo general una cuestión de -la siempre olvidada- clase. El mercado postfordista y el neoliberalismo nos demuestran continuamente cómo las ofertas de triunfo, visibilidad y éxito sí que están predestinadas a las élites o en su defecto son un reducto que las mismas no necesitan.

Así, la visibilidad como centro neurálgico del capitalismo de redes sociales y del ámbito de la moda nos describe un mundo muy Berkeleyano: ser es ser percibido. Todos y todas hemos tenido en cierto punto de nuestra experiencia en relación con la representación la sensación de desaparecer, de convertirnos en un juguete demodé o de ser superados por una nueva estrella; tanto en nuestro ámbito personal (rupturas, amistades) como en el profesional.

La cruel dinámica de sustitución

Esta cruel dinámica de sustitución responde en parte a los ciclos propios de la vida. El ser humano es una criatura que pasa por fases y que es sustituido por sus sucesores, renovando una experiencia periódica de la que también participa la naturaleza y el medio ambiente al completo. 

Pero es precisamente la conciencia de este hecho natural transformada en una suerte de lógica de lo mediático lo que hace saltar nuestras alarmas ante Zoolander y ante el meme del que nos ocupamos.

Nivel de frustración y tensión permanentes

La industria cultural no sólo genera ciclos, sino que lo hace de forma muchas veces anti-natural (tampoco es que nos atrevamos a delimitar lo que es natural) y aceleracionista, exponiendo a todo ser humano que participe de ella a un nivel de frustración y tensión permanentes; a una urgencia y ansiedad por la participación sin precedentes.

Con esta velocidad de cambio, no sólo todos hemos sido sustituidos más de una vez, sino que el mundo del que creímos participar se vuelve cada vez más ajeno a nosotros, más inhumano dentro de los parámetros que nosotros considerábamos tales. 

El ubicuo capitalismo mediático

Así, lo cool como síntesis mediática de los ciclos de vida y potencia humana (la juventud, básicamente) se vuelve en realidad una manera de dejar obsoleto al Derek Zoolander de turno que ha sido incapaz de cambiar a la velocidad del capitalismo avanzado.

A este respecto, en la propia película hay dos escenas que describen con bastante tino e incluso de manera algo grotesca este hecho. La primera es la discusión que el personaje de Stiller tiene con su manager al decidir abandonar el mundo de la moda, en la que el representante, a modo de speech motivacional le recuerda:

“¿Qué hacemos cuando nos caemos del caballo? Nos volvemos a subir”, mientras que el modelo responde con inusitada y absurda lucidez: “Lo siento, pero no soy gimnasta”.

Mientras que el capitalismo mediático adquiere preeminencia de forma ubicua en nuestras vidas, nos pide cada vez mayor flexibilidad y predisposición para ocupar nuestro ocio y nuestra vida con sus demandas, pero la realidad es que muchos no estamos preparados (ya no hablamos de personas especialmente adultas) para dicha pirueta cognitiva permanente. 

Transgresores y transgredidos

El otro ejemplo, algo más escabroso (o la lectura que aquí le damos) sucede cuando Derek y Hansel deciden enfrentarse en una pasarela underground. El reto culmina cuando el modelo joven, al que Zoolander debe imitar, vence al ser capaz de sacarse la ropa interior sin quitarse los pantalones, mientras que el modelo experimentado no.

El capitalismo, en tal medida, es así de cruel: si ya te cuelgan los testículos no vas a poder seguir su cadencia; o llegas aún más lejos que tu predecesor o estás fuera. Pero lo que realmente nos muestra esta escena y con lo que queremos llegar al punto neurálgico de esta reflexión es precisamente a la cuestión de la transgresión.

Si el meme de Zoolander es tan popular y nos podemos sentir interpelados por él, es porque el mundo mediático ya nos ha puesto una y otra vez en las dos posturas de esa lógica dicotómica. Hemos sido transgresores y transgredidos. El confiado en la inmovilidad de su mundo perfecto y el destructor en nombre de una nueva forma de popularidad y de un mundo nuevo. 

La dinámica de lo cool: siempre hay alguien mejor que tú

De hecho, la base del meme, presenta inicialmente a Zoolander como el transgresor (el infiel, el homosexual en la sombra, el centro de artes que te rechaza) para en seguida demostrarnos que siempre hay alguien más extremo que él.

La dinámica de lo cool, por llamarla de algún modo, funciona igual: siempre hay alguien más tatuado que tú. Con una relación más poliamorosa y flexible que la tuya. Con una acumulación de noches blancas en afterhours más retorcida que la tuya. Por eso, el meme de “Zoolander”, mientras nos divierte extraordinariamente, nos lanza una pregunta relevante: ¿Cuánto más tardaremos en pillarnos los testículos intentando demostrar que aún podemos ser molones?

Alienación y cosificación

Y también:  ¿Quién está ganando con estos virajes contingentes además del propio mercado, las GAFA y las marcas de siempre? Una de las principales experiencias humanas derivadas de la participación en el mercado capitalista es la de la alienación a través de la cosificación.

Convertido en objeto intercambiable dentro de la experiencia mercantil, el ser humano se vuelve obsolescente como lo sería un smartphone y esta es una conciencia con la que tiene que aprender a vivir. Tanto víctimas como verdugos de este intercambio antitético entre participación y desaparición, parece que la responsabilidad no siempre está en nuestras manos a la hora de dejar de atravesar el plano mirando de forma severa pero sexy al que pierde ante nuestro relevo.

Pero a veces hay que apoyarse y reconocerse en mitad de estas dinámicas, reconociendo un enemigo común: Jacobim Mugatu y sus ventrílocuos invisibles; que no desean lo que nosotros anhelamos: ser percibidos. 

Miguel Pardo Bachiller

Miguel Pardo. Crítico circunstancial. Graduado en filosofía y “especializado” en cuestiones de gestión cultural, crítica y arte. Crítico musical en webs y revistas musicales como Mondosonoro, Binaural o Beatburguer desde hace más de diez años. Seguirán cayendo nuevas inclinaciones e intereses, cada una menos coherente que la anterior. Ermitaño en las redes y community manager.