sexualidad de las mujeres
La periodista y feminista Lola Venegas presenta su libro 'La guerra más larga del mundo´(Espasa).

“El control de la sexualidad de las mujeres ha garantizado su sumisión y obediencia”

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La periodista Lola Venegas tiene claro que va a morirse con una gran espina. La de no poder ver la paz real y total en la vida de las mujeres. “Desde luego, nosotras no lo veremos”. Pero, como ella misma recalca “se trata de que nuestras hijas y las hijas de nuestras hijas hereden un mundo menos hostil con las mujeres”. Por eso se afana cada día en practicar el gerundio de la persistencia. Y lo hace formando parte de Contraborrado, manifestándose donde haga falta y escribiendo con memoria feminista La Guerra más larga de la Historia. 4.000 años de violencia contra las mujeres, de la que es coautora junto a Isabel M. Reverte y Margó Venegas.

El libro, entre el reportaje periodístico y el ensayo divulgativo, habla de crímenes de honor, de abortos clandestinos, de manadas, de matrimonios infantiles, de los castigos a las insumisas, de prostitución y
trata, de la ablación femenina. Y también de otras violencias, más sutiles, menos evidentes: de sentencias judiciales, de la exclusión de las mujeres en la Historia, de las vejaciones en la publicidad y en la pornografía, de la brecha salarial o de la sumisión santificada por costumbres y religiones…
Es como su título indica la guerra más larga de la Historia. Y aún no ha terminado.

Una guerra continua a la que las mujeres y las niñas de cualquier lugar del mundo sobreviven con heridas abiertas, cicatrices y esperanzas. “Ahí están las cifras de la violencia contra las mujeres para demostrarlo. Y no estoy pensando solo en los asesinatos o en las violaciones.

Pienso en las niñas obligadas a casarse (12 millones al año, según Save the Children), en las que son madres siendo aún niñas, en las que sufren mutilación genital y de las que ONU estima que en el mundo hay al menos 200 millones de niñas y mujeres mutiladas. También pienso en las prostituidas, en las expulsadas de la escuela, en las explotadas, en las llevadas a creer que valen menos… Pero con las cicatrices, simbólicas o no tanto, se escribe también la historia de la lucha y la resistencia de las mujeres”.

El destino de nacer mujer es la sumisión y la obediencia. ¿Ese odio sin disimulo solo lo combate el movimiento feminista?

El único compromiso, constante, duradero, con la liberación de las mujeres es el compromiso del movimiento feminista. De lo frágiles que son las conquistas de las mujeres ya avisó Simone de Beauvoir: “No olvidéis jamás que bastará una crisis política, económica o religiosa para que los derechos de las mujeres vuelvan a ser cuestionados. Estos derechos nunca se dan por adquiridos, debéis permanecer vigilantes toda vuestra vida”.

Esa vigilancia solo la ejerce el movimiento de mujeres, el movimiento feminista. Hoy, asistimos a uno de esos momentos en que los derechos específicos de las mujeres son cuestionados por ideologías que, como el transgenerismo, niegan incluso la realidad material de las mujeres. Solo el movimiento feminista está respondiendo a ese ataque desde la perspectiva de los derechos de las mujeres.

Si algo está quedando claro es que los partidos que se consideran progresistas, o incluso de izquierdas, han abandonado la defensa de los derechos específicos de las mujeres para arrimarse sin disimulo y acríticamente a la doctrina reaccionaria, neo liberal y anti feminista de las identidades sentidas y los deseos individuales.  

El control del comportamiento sexual de las mujeres sigue siendo la norma para devaluarnos. Cada vez se hace con más violencia

Ese control del cuerpo de las mujeres, por parte de los hombres y por parte del Estado, está muy bien entrenado. De hecho, está documentado desde hace, al menos, 4.000 años. En los códigos de las civilizaciones mesopotámicas ya aparecen reguladas la sexualidad y la capacidad reproductiva de las mujeres, el doble estándar para mujeres y varones y también los castigos que esperaban a las que incumplieran las normas.

A través de ese control se ha garantizado la sumisión y la obediencia de las mujeres ya sea de forma pacífica o mediante el ejercicio de la violencia. Hoy ese control sobre el cuerpo y la sexualidad de las mujeres se sigue ejerciendo (recodemos que el derecho al aborto no existe o está muy restringido en unos 125 países del mundo) y se abren paso nuevas formas de expropiación del cuerpo de las mujeres. La diferencia es que hoy se disfrazan de empoderamiento.

Otra manipulación de manual es la de sembrar dudas tanto sobre lo que hacemos como con lo que dejamos de hacer. Y mientras el victimario de rositas…

Sí, es otro clásico. Culpabilizar a las mujeres de la violencia que ejercen los hombres. Hace unos días, un periodista con cerca de un millón de seguidores decía en Twitter que para controlar a los pedófilos había que controlar a las niñas de 15 años…

La opresión hace doble tirabuzón con la discapacidad, los contextos islámicos, en la guerra…

En cualquier situación, temporal o permanente, en que las mujeres son más vulnerables se dispara la violencia contra ellas. En guerras y conflictos armados recientes, las violaciones a mujeres y niñas no fueron simples hechos aislados: formaron parte de un sistema organizado destinado a convertir a las mujeres en propiedades devaluadas. Una colonización de los cuerpos de las mujeres a través de la cual se señala la derrota de los machos enemigos.

En los primeros días de la guerra en Ucrania, algunas oenegés alertaron de que proxenetas y tratantes de mujeres se estaban desplazando a las fronteras para abordar a las más vulnerables que huían sin un lugar al que ir. Sin duda, algunas terminarían su viaje en los mega burdeles de Berlín. En otros contextos, la vida entera de niñas y mujeres está condicionada por fundamentalismos de distintos pelajes.

En la empobrecida Afganistán se ha decretado oficialmente la muerte civil de las mujeres y en algunas de las enriquecidas monarquías del Golfo, no hay nada –estudiar, viajar, trabajar- que las mujeres puedan hacer sin el permiso de un tutor, varón, por supuesto.

En el nombre de la tradición hemos visto prácticas de rituales aberrantes relacionados con la sexualidad como los pies de loto… ¿Sufrir para el goce de ellos siempre?

El catálogo histórico de ritos y tradiciones vinculados a la sexualidad femenina es, efectivamente, un catálogo de los horrores. Mencionas los pies de loto en China, la costumbre de quebrar mediante vendas los huesos de los dedos para conseguir pies minúsculos. Pero podríamos también recordar la mutilación genital para el control del deseo femenino; el engorde forzado de niñas en Mauritania para hacerlas más deseables a los ojos de los hombres.

Me acuerdo además de las niñas entregadas a los jóvenes guerreros samburu en Kenia para su desfogue; la reclusión de mujeres nepalíes durante la menstruación y la prohibición de que entren a los templos en algunos países; o el alargamiento brutal del cuello de las mujeres de la etnia kayan, en Tailandia. En la dirección opuesta opera el cruel planchado de pechos adolescentes en Camerún, que afecta a 3,8 millones de mujeres, y que no busca hacer más deseables a las niñas, sino muy al contrario, evitar que sean apetecibles para los varones depredadores.

Ahora además se ha pasado de tener que combatir contra la ablación o el planchado de senos a luchar contra la mutilación y las dobles mastectomías que promueve el transgenerismo.

Sabemos las razones que hay detrás de la ablación genital femenina y del planchado de pechos. Pero nadie parece tener interés en averiguar por qué, en número creciente, las adolescentes quieren hacerse dobles mastectomías y mutilaciones para dejar de parecer chicas. Que en casi ocho de cada diez casos sean chicas quienes buscan hacer la transición médica no plantea preguntas a los gobiernos, partidos, médicos, instituciones, ongs… que apoyan la doctrina transgenerista.

Aunque a todos estos actores no les importe, al movimiento de mujeres, a las madres, si nos importa averiguar qué está pasando. Y no solo averiguarlo: denunciarlo y desenmascarar a quienes están promoviendo que una generación de mujeres quede estériles, castradas, víctimas de un experimento reaccionario que quiere convencer a nuestras hijas de que no aceptar los estereotipos asociados a su sexo es una señal de que son chicos.

¿Tienes la sensación de que la sociedad cada vez es más permisiva con el patriarcado?

No lo expresaría así. Tengo la sensación de que el patriarcado recrea y crea viejas y nuevas formas de violencia, pero, en paralelo, crea también los relatos que pretenden hacerlas más digeribles. Se llama derechos a lo que no son sino deseos masculinos; se llama trabajo a la prostitución; altruismo y subrogación a la explotación reproductiva de mujeres vulnerables y empoderamiento al porno. Bajo la tramposa máscara de la libre elección y el consentimiento, se disfraza una violencia que siempre tiene como objetivo la explotación y la expropiación del cuerpo de las mujeres.

¿Cuánta traición hay en el movimiento feminista al propio feminismo?

El movimiento feminista no está libre de las tensiones que se dan en otros movimientos, aunque de la “tiranía de la falta de estructuras” (tomando prestado el título del célebre ensayo de Jo Freeman) se derivan algunas particularidades. Pero, para mí, la verdadera traición viene de quienes han sido, son, caballos de Troya (yeguas, en este caso) en el movimiento feminista, pervirtiendo la agenda de las mujeres con otras agendas que colisionan con los intereses de las mujeres.

Estoy pensando, por supuesto, en la agenda transgenerista. No se me ocurre mayor traición que defender que mujer es cualquiera que diga que se siente una mujer, lo que implica negar la existencia material de las mujeres, pero implica también, inevitablemente, negar que la violencia y la discriminación que padecen las mujeres tienen como causa el haber nacido mujeres. Esto último es lo mismo que dice la extrema derecha, con la diferencia de que la extrema derecha no pretende ser feminista.

Nuria Coronado

Periodista, conferenciante, formadora en comunicación no sexista y organizadora de eventos. Coautora de Lolita contra el lobo y autora de Mujeres de Frente, Hombres por la Igualdad, Comunicar en Igualdad y
documentalista de Amelia, historia de una lucha.