La mayoría de edad marca una frontera. Por Ley a los 18 años cualquier persona es legalmente independiente para tomar sus decisiones y asumir también sus consecuencias. Una madurez legal que sin embargo no cuadra con la fisiología cerebral. Según numerosos estudios el neurodesarrollo o proceso de maduración cerebral tiene su kilómetro cero en la concepción y se extiende de los 21 a los 24 años. ¿Qué sucede con el contagio social mundial que está lanzando a la niñez y la adolescencia a declararse trans y reclaman de forma inmediata la hormonación y el bloqueo de su pubertad?
Precisamente a esta pregunta responde “Supresión de la pubertad”, un estudio que curiosamente apenas ha tenido repercusión en los medios de nuestro país y que recoge el análisis de 300 fuentes relevantes de todo el mundo -la mayoría estudios científicos revisados por pares- realizado por Lesbian United, organización de lesbianas con sede en Estados Unidos. “En los últimos años, se ha convertido en una práctica habitual que los médicos prescriban medicamentos que bloquean el desarrollo de la pubertad a menores que expresan un malestar con su cuerpo o sus roles sociales. A menudo se refieren a estos fármacos como “botón de pausa”, una intervención reversible que da a los adolescentes tiempo para explorar, permite a las familias considerar las opciones de una futura intervención médica y evita el empeoramiento de una enfermedad mental. Sin embargo, un importante conjunto de investigaciones sugiere que los fármacos que bloquean la pubertad conllevan un riesgo significativo de efectos nocivos y potencialmente irreversibles”.
Así las cosas, el informe de Lesbian United recopila los estudios de mayor calidad sobre los fármacos bloqueadores de la pubertad y presenta sus resultados. Lo hace partiendo de tres preguntas: ¿Cuáles son los efectos de los fármacos bloqueadores de la pubertad en un cuerpo en desarrollo? ¿Cuáles son los efectos de los fármacos bloqueadores de la pubertad en la salud mental? ¿En qué medida son reversibles estos efectos? La conclusión es que “pueden afectar negativamente al esqueleto, al sistema cardiovascular, la tiroides, el cerebro, los genitales, el sistema reproductivo, el sistema digestivo, el sistema urinario, músculos, ojos y sistema inmunológico”.
Además, también indican que los diagnósticos juveniles de disforia de género están aumentando en todo el mundo, especialmente en las poblaciones femeninas y autistas, y entre los menores que muestran signos tempranos de homosexualidad. “La supresión farmacéutica de la pubertad se ha convertido en la respuesta médica estándar para los adolescentes con diagnóstico de disforia de género. El creciente conjunto de investigaciones sobre la supresión de la pubertad tiene, por tanto, importantes implicaciones para la salud y la seguridad de los menores en todo el mundo, especialmente para las niñas y los niños de minorías”, remarcan.
No es una simple decisión
A este respecto, tal y como afirman las médicas Céline Masson y Caroline Eliacheff, autoras del libro que se acaba de publicar en España “La fábrica de los niños transgénero” (Editorial Deusto), “la pubertad en el ser humano no solo es una transformación corporal que conduce a la genitalidad adulta. Es simultáneamente un período de intensas remodelaciones psíquicas que contribuyen al proceso de subjetivación. Cada adulto sabe hasta qué punto este período de su vida ha sido una etapa determinante en la construcción de su personalidad, su orientación sexual, el descubrimiento del cuerpo y de los placeres genitales compartidos, la necesidad de autonomización frente a las figuras parentales. ¿Es razonable pensar que alguien en esta etapa de la vida tiene conciencia de lo que realmente quiere convertirse? Y si pretende tener conciencia, ¿no debe conservar la posibilidad de poder cambiar de opinión?, se preguntan.
Y es que según el informe de Lesbian United –traducido en nuestro país por Contraborrado-, “las pruebas sustanciales de los estudios científicos revisados por pares, los estudios de casos y los ensayos clínicos sugieren que los fármacos que bloquean la pubertad pueden afectar negativamente al esqueleto, al sistema cardiovascular, la tiroides, el cerebro, los genitales, el sistema reproductivo, el sistema digestivo, el sistema urinario, músculos, ojos y sistema inmunológico. Especialmente preocupante para menores tratados con fármacos bloqueadores de la pubertad son la pérdida de densidad mineral ósea y el aumento del riesgo de osteoporosis; la posibilidad de que disminuya el coeficiente intelectual y otros déficits cognitivos; el aumento del riesgo de depresión y de pensamientos suicidas; y el retraso en el desarrollo sexual y reproductivo. La evidencia sugiere que muchos de estos efectos son total o parcialmente irreversibles”.
Puras drogas
Evidencias científicas sobre los efectos de los bloqueadores hormonales que para Contraborrado es urgente hacer llegar a la población y en especial a quienes van dirigidos por el lobbie trans. “Se trata de drogas diseñadas originalmente para tratar el cáncer de próstata en adultos. Actualmente se están suministrando a menores con disforia de género, con el fin de parar su desarrollo antes de la pubertad, pero no existen estudios de sus efectos secundarios a largo plazo en la infancia”. Unos datos que extrapolados solo a Catalunya corroboran esta estrategia médica mundial. Tal y como denunció Feministas de Catalunya en el estudio De hombres adultos a niñas adolescentes, el propio Servei Trànsit ya decía en 2016 que el 87% de los y las menores salían de las primeras visitas con la receta de las hormonas. Además, al menos un 78,6% de las personas atendidas documentadas e incluyendo las de edad adolescente, estarían recibiendo tratamiento hormonal”.
La hormona liberadora de gonadotropina (GnRH)
El término pubertad se refiere al periodo de maduración física, cognitiva y sexual entre la infancia y la edad adulta, que comienza entre los 8 y los 13 años en las niñas sanas, y entre los 9 y los 14 años en los niños sanos. Durante este periodo y hasta la madurez, el hipotálamo produce una hormona conocida como GnRH (hormona liberadora de gonadotropina), que se une a los receptores de GnRH de la hipófisis e indica a las gónadas femeninas o masculinas que produzcan hormonas sexuales (estrógeno y testosterona).
Como se explica en el informe “durante la pubertad, las hormonas sexuales provocan
la maduración sexual, el desarrollo del cerebro y el estirón de la adolescencia. También son responsables de la acumulación de densidad ósea durante la pubertad y del mantenimiento de la densidad ósea durante toda la vida. Dado que la GnRH (hormona liberadora de gonadotropina) se produce naturalmente en pulsos, los receptores de GnRH del cuerpo se han desarrollado para procesarla en pulsos. Los fármacos bloqueadores de la pubertad, que se conocen más exactamente como agonistas de la GnRH9 bombardean los receptores de GnRH con GnRH con un flujo continuo de GnRH, sobrecargándolos y forzándolos a desensibilizarse al defenderse el cuerpo de la sobrecarga. La desensibilización de los receptores de GnRH detiene la producción de hormonas sexuales tanto en menores como en adultos; en los menores, impide o detiene el proceso de maduración.
Debido a que las hormonas sexuales son sistémicas, es decir, actúan en múltiples áreas del cuerpo, incluyendo el sistema nervioso, el sistema cardiovascular y el esqueleto, es de esperar que la interferencia en la producción de hormonas sexuales tenga efectos múltiples y en cascada en el cuerpo”.
Es decir, el efecto principal de los agonistas de la GnRH, “es el de inducir artificialmente el hipogonadismo central hipo gonadotrópico (HCH), una enfermedad poco frecuente que se caracteriza en los y las adolescentes por la ausencia de crecimiento, la falta de desarrollo de las características sexuales secundarias y la falta de maduración sexual. El HCH se asocia a resultados negativos para la salud, como la baja densidad ósea y la osteoporosis, infertilidad, depresión, fatiga y la baja libido”.
Complicaciones físicas y psíquicas
La denuncia de Lesbian United también destaca que, en particular, las niñas con hipogonadismo central hipo gonadotrópico tienen un mayor riesgo de fractura, pérdida de densidad mineral ósea y osteoporosis. “El hipogonadismo congénito puede ser particularmente perjudicial para el esqueleto porque puede llevar a no alcanzar el pico de masa ósea, además de la pérdida de masa ósea establecida”. Los estudios también sugieren que el hipogonadismo congénito puede estar asociado “al envejecimiento prematuro, y que las niñas con hipogonadismo a menudo experimentan complicaciones psicológicas, neurológicas, urinarias y genitales que suelen asociarse a la fase posmenopáusica de la vida”.
Además, se destaca cómo entre las adolescentes, los agonistas de la GnRH inducen artificialmente la menopausia, una situación que se produce de forma natural en las mujeres de mediana edad, cuando cesa la menstruación y se produce un descenso de los niveles de estrógeno. “La menopausia prematura, o insuficiencia ovárica prematura (IOP), se ha relacionado con numerosos efectos negativos para la salud, como la reducción de la esperanza de vida, riesgo de enfermedades cardiovasculares e ictus; baja densidad mineral ósea, fracturas y mayor riesgo de osteoporosis; y mayor riesgo de demencia y deterioro cognitivo”. Y eso no es todo. Los datos también hablan de las mujeres jóvenes que habían tomado agonistas de la GnRH para la endometriosis. “El 12% de las encuestadas informó de pérdida de memoria durante el tratamiento; el 20% informó de pérdida de memoria que persistió más de seis meses después del tratamiento; y el 10% informó de una pérdida de memoria irreversible”.
Por otro lado, son numerosos los estudios que han demostrado que los agonistas de la GnRH tienen un impacto negativo en la salud mental. “Lo más relevante y preocupante son los hallazgos del Tavistock and Portman Trust, un centro de salud mental de Londres adscrito a una clínica de género para menores (el Servicio de Desarrollo de la Identidad de Género- GIDS)”. En 2015, el Trust informó de un aumento estadísticamente significativo de los pensamientos suicidas y las conductas autolesivas entre los adolescentes que tomaban agonistas de la GnRH. “Se pidió a los sujetos que marcaran las afirmaciones “Yo intento deliberadamente hacerme daño o matarme” y “Pienso en matarme” como no verdaderas, a veces o a menudo”.
Después de un año de supresores de la pubertad, el porcentaje de respuestas a veces y a menudo verdaderas aumentó (del 28,9% al 32,10% para la primera pregunta; del 34,1% al 41,3% para la segunda). El mismo documento informa de que “las chicas mostraron un aumento significativo de los problemas de comportamiento y emocionales”. Otros estudios han informado de que las niñas que toman agonistas de la GnRH experimentan ansiedad y una mayor reactividad emocional. Los estudios de adultos han encontrado un mayor riesgo de depresión o “síntomas depresivos subclínicos” y ansiedad, y proporcionan pruebas anecdóticas de manía y psicosis, psicosis transitoria o síntomas psicóticos en pacientes previamente sanos mentalmente. También se ha informado de insomnio y problemas para dormir y el informe de 2017 de la FDA sobre Lupron encontró una incidencia del 7% de insomnio y otros trastornos del sueño en los ensayos clínicos. Todos los trastornos psiquiátricos mencionados se han relacionado con un mayor riesgo de suicidio en adolescentes específicamente”.
Deseo sexual y fertilidad
El efecto previsto de los agonistas de la GnRH es desensibilizar los receptores de la GnRH en la hipófisis y, por lo tanto, impedir que la glándula pituitaria envíe señales a las gónadas para que produzcan hormonas sexuales (estrógeno y testosterona). Una amplia evidencia demuestra que la privación de hormonas sexuales hace que el sistema reproductivo y los órganos sexuales dejen de funcionar en la adultez o de desarrollarse en la adolescencia.
Según subraya el estudio Supresión de la pubertad “se sabe que los agonistas de la GnRH provocan la castración química en los hombres adultos y se han utilizado intencionadamente para castrar químicamente a delincuentes sexuales. Hay algunas pruebas que sugieren que también disminuyen la libido en las mujeres y chicas adolescentes. Los adolescentes que reciben agonistas de la GnRH no maduran sexualmente mientras toman los fármacos, y pueden quedar atrofiados sexualmente incluso después de suspender el tratamiento.
Los estudios han encontrado una regresión del desarrollo de las mamas en las adolescentes que toman agonistas de la GnRH, y una disminución del tamaño de los testículos en los varones adolescentes. Se sabe que los agonistas de la GnRH afectan a la función genital y reproductiva en mujeres y niñas. Varios estudios han descubierto que las mujeres tratadas con agonistas de la GnRH suelen experimentar sequedad vaginal y estenosis vaginal (estrechamiento) relacionado con la sequedad vaginal inducida”. Así mismo las revisiones de las implicaciones de los agonistas de la GnRH para la futura fertilidad de adolescentes coinciden en que “la supresión de la pubertad puede detener la maduración de las células germinales y, por tanto, afectar al potencial de fertilidad”.
Por ello las autoras de La fábrica de los niños transgénero remarcan que “es responsabilidad de toda la sociedad hacer campaña para prohibir las intervenciones medicas y quirúrgicas en los cuerpos de menores y adolescentes que no presentan ninguna enfermedad, puesto que la disforia no lo es. No dañar a los niños y las niñas es una ley fundamental. Recibir ayuda y no ser tratados como experimentos es lo mas importante. Con el riesgo asumido de ser calificados como transfobia decimos que la transidentidad compete a una subcultura ideológica contagiada por redes sociales, que se parece en muchos aspectos a la influencia sectaria. Como médicas, enfrentadas al impacto de estas ideologías sobre el cuerpo y la psique de menores tenemos la necesidad imperiosa de reaccionar, sobre todo, porque este tema fascina a los medios de comunicación, muy complacidos a la hora de difundirlo”.