Mel Supernova. Foto RRSS
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Una reflexión sobre el término “terf” desde el movimiento trans original

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Hay que dejar clara una situación desde el principio, y esto no es un secreto ni una postura oculta o arcana. A decir verdad, me preocupa mucho la ignorancia al respecto, pero por otro lado siempre me sorprende la ignorancia sobre estos temas aún entre las personas que se proclaman enterados o comprometidos en la materia.

El “secreto”, la “postura desconocida”, es que entre las personas trans maduras, las veteranas de los movimientos de los 80 y 90 (no quienes buscan reflectores, por lo menos), las disidencias trans y de un grueso de la comunidad trans de calle y de las periferias, preocupados más en su diario subsistir que en gritarle a gente en redes sociales, el que encontremos a una persona que utilice de manera no irónica el término “terf” nos hace sentir inseguros con esa persona y nos deja claro que ignora por completo nuestra realidad, de lo que va nuestro movimiento y nuestras demandas como comunidad. Nos hace entender que ese individuo está en este tema por pose o por puntos para hacerse ver como guerrero social, pero que no entiende ni le interesa en realidad lo que pedimos o nuestras problemáticas, esté consciente de esto o no. Solo está por las apariencias y para dejar ventilar su misoginia, su homofobia o incluso -paradójicamente- hasta su transfobia.

El término TERF es un acrónimo de “Trans Excluyent Radical Feminist”

Los usuarios acérrimos del mismo afirman que es una descripción de una postura real. Sin embargo, lo usan de manera despectiva y desaprobatoria a toda persona que critica sus posturas, incluyendo no solamente feministas sino a hasta hombres gay y hasta a personas trans, lo cual le arranca el sentido al término por completo. Los hombres gay no son feministas, las personas trans no podemos ser “trans excluyentes” -lo que eso signifique- ni feministas, ya en eso.

Tal vez por ello, hay un sector fanático de la postura queer que tiene un término muy particular para toda persona LGBT en desacuerdo con la idea de la existencia de “identidades de género”. Nos llaman “Escoria” o “Transescoria”. Es más difícil defender eso y afirmar que no son términos despectivos. De esta forma queda claro que el uso del término es despectivo y es utilizado como una manera de denominar a los herejes que no nos plegamos a sus posturas identitarias o queer.

Es una manera de manipular el discurso

En total, no es una descripción: es una manera de manipular el discurso, indicando que toda persona que no comparta sus posiciones acerca de la identidad o el género es el enemigo, que está en contra de las personas trans y la prueba de ello es que inmediatamente tras el señalamiento de que una persona es “terf” viene una serie de acusaciones superlativas y desproporcionadas como que estamos cometiendo genocidio contra las personas trans por simplemente objetar contra su definición del término “género” o ”mujer” o sobre sus enfoque sobre las transiciones médicas, que nos parecen pobremente sustentadas y con una discutible validez.

Es el mismo término “terf” el que nos parece que carece de sentido de por sí, y solo puede ser utilizado por alguien que no entiende ni el feminismo, ni los movimientos LGBT o lo que significa o comprende la experiencia trans.

El feminismo tiene como sujeto político a toda mujer

Es muy simple: el feminismo tiene como sujeto político a toda mujer, sea de la clase social, religión, geografía, como sea que se prefiera llamar o esté de acuerdo o no con el feminismo mismo. El feminismo trata de vencer toda opresión que las mujeres enfrentan, por más que la cultura imperante lo quiera hacer pasar como “libre albedrío” o “decisión individual”. En ese apartado de TODAS LAS MUJERES se incluyen, por descontado, toda mujer que transicionó a lo masculino, las denominadas “hombres trans”, que también atraviesan por las mismas opresiones y situaciones que todas las mujeres: violencia menstrual y obstétrica, falta de oportunidades laborales, etc. El feminismo simplemente no puede ser “trans excluyente” porque no puede dejar a estas personas trans masculinas de lado. Punto.

Y por más berrinches que hagan los fanáticos de las identidades, de eso se trata el feminismo. Si no consideran que los denominados hombres trans ya están incluidos dentro del feminismo, es porque no los consideran de por sí, lo cual es transfobia básica. Su contraargumento es que el incluir a los hombres trans en el feminismo es “odio” porque no son mujeres, pero -de nuevo-, esto es hacer de lado conscientemente que sufren las mismas violencias que toda mujer, independientemente de su denominada identificación. Aquí debe quedar claro que nuestra postura es eminentemente pragmática.

Por otro lado, su queja viene desde un punto insidioso: insisten que es a los denominados “mujeres trans” a quien debe incluirnos el feminismo porque -reclaman- somos una clase de mujeres. Lo que no paran a ver es que afirmar que tenemos las mismas condiciones que una mujer en la sociedad es ignorar e invisibilizar conscientemente la diferencia de condiciones materiales y sociales entre nosotros, como personas que transicionamos conscientemente hacia lo femenino, y las personas nacidas como mujeres a quienes se les impuso culturalmente la feminidad como sistema de opresión; así como el ignorar nuestras historias y la trayectoria y razones de cada transición, lo cual también es la más escandalosa transfobia. Es afirmar que las experiencias y vidas trans -en tanto nuestro punto común es la transición misma- son irrelevantes, y no. Ese era el centro de nuestro movimiento: reclamar la diferencia y partir desde ahí el análisis y trabajo de nuestras problemáticas sociales, laborales y hasta médicas.

Por si eso fuera poco, el decir que somos lo mismo que cualquier persona nacida mujer es de una misoginia total porque implican que toda opresión basada en el sexo es una decisión personal, no debido a un sistema sexual y de clase, lo que, de nuevo, es ignorar de que va el feminismo. Por último, y regresando al argumento de por qué los hombres trans si entran en el feminismo, nosotros no queremos imponer nuestras problemáticas particulares ni demandas específicas al feminismo. Lo que necesitamos es delimitar y ampliar nuestro propio movimiento.

Prefieren una postura maniquea para demonizar todo disenso o crítica

Y, sin embargo, todo esto que acabo de decir es alegremente ignorado y borrado de toda discusión actual por los fans de las “identidades de género” porque prefieren una postura maniquea para demonizar todo disenso o crítica. Nuestra postura no es nueva, era la prevalente antes que explotara en los medios y en el internet a inicios de la década de los 2010, pero la han hecho de lado porque la de las identidades se puso de moda precisamente por lo pueril que es. Y así lo vemos, como una moda que acabará pasando, y que los fanáticos más gritones acabarán abandonando una vez que haya otro tema en los medios que los haga ver bien.

Mientras, las personas trans maduras, o pensantes, o de calle, sufrimos por la infantilización y maniqueísmo del discurso que pretendidamente “nos incluye”, cuando en realidad nos está dañando y desprotegiendo al desarticular las razones del por qué debemos centraros en nuestra propia comunidad, no invadir el feminismo o lo LGBT.