Silvia Borrego

Ser mujer con discapacidad

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Ahora que todo son realidades individuales, que cada persona somos especiales y nuestra realidad es única, cuesta mucho tener una perspectiva desde lo colectivo. Esto hace que, al pensar en las cuestiones estructurales que nos dificultan el día a día, caigamos en la sensación de que sólo nos pasa a nosotros. Algo que es totalmente falso. Somos 8.000 millones de personas en el mundo. Aunque estadísticamente lo que nos pasa sea un porcentaje bajo, siempre habrá más personas a las que les haya ocurrido lo mismo.

Cuando a una persona le sobreviene una discapacidad, lo primero que piensa es que es algo que sólo le pasa a él o ella, y que esas situaciones que está viviendo son cosa del mundo que está en su contra y no entiende su realidad individual. Este pensamiento, aunque comprensible, es totalmente erróneo, según los datos de los que se dispone (que no son muchos). Según la OMS en 2022, aproximadamente 1.300 millones de personas tienen alguna discapacidad (un 16% de la población mundial). Imaginaos si no se dan situaciones similares tanto en la globalidad de la discapacidad como si hacemos la comparativa en función del tipo, o por razón de sexo.

Capacidad reproductiva

Históricamente, las mujeres siempre hemos vivido bajo la opresión de nuestra capacidad reproductiva, desde lo colectivo, en los distintos mecanismos que se han ido consolidando socialmente para estructurar el sistema patriarcal en el que nos encontramos hoy en día. Pero ¿dónde hemos estado las mujeres con discapacidad en ese análisis?, ¿quién se ha preocupado de los mecanismos utilizados por el sistema patriarcal con nosotras?

Lamentablemente, el movimiento feminista no ha estado exento de los sesgos que el resto de la sociedad ha tenido sobre las personas con discapacidad, dejando a las mujeres con discapacidad fuera de los discursos y de las reivindicaciones, hecho importante siendo que, según ONU Mujeres en 2017 somos 1 de cada 5 mujeres en el mundo. Esta falta de visibilidad hace que las mujeres con discapacidad seamos las invisibles de las invisibles. Las mujeres con discapacidad tenemos que hacer un esfuerzo importante por encontrar referentes en todos los ámbitos, incluso dentro de las teóricas del feminismo.

Activismo feminista

Un ejemplo es Kate Millet. Esto nos ha mostrado a las mujeres con discapacidad que no entramos dentro del paraguas del activismo por la igualdad de las mujeres. Nuestra realidad no se veía, o hablaban en nuestro nombre de nuestra realidad y nos explicaban cómo era nuestra vida, sin preguntarnos antes.

En mi etapa universitaria intenté participar del activismo feminista que había en el campus, avisando de que las ideas que se planteaban no tenían en cuenta nuestras necesidades, que el contenido que se estaba generando para publicar en redes sociales no era accesible y que había cuestiones que reivindicar para las mujeres con discapacidad.

Acoso por la calle

Me llevé muchos chascos. La frase “esto ahora no toca”, “es mucho trabajo para las cuatro que sois” … ¿Os suena? Se parece a lo que se decía en la época en que Clara Campoamor reivindicaba el derecho al voto. También empezaba a emerger en España la posmoderna teoría Crip y entre mis compañeras sin discapacidad era políticamente incorrecto llamarme a mí misma mujer con discapacidad. Esto hizo que me alejara del activismo, porque me estaban demostrando que no era mi sitio.

Antes de irme de esos grupos, me sentía bastante identificada con las cosas que las compañeras contaban que les pasaban por el hecho de ser mujer, aunque en mi caso, con una discapacidad visual, las situaciones de acoso por la calle o cuando salía con mis amigas por la noche eran algo distintas.

Por ejemplo, en una ocasión iba andando por la estación de autobús a las once de la noche y me crucé con un hombre que, sin haber abierto la boca en ningún momento, metió su mano en mi entrepierna y se fue corriendo. Cuando lo comenté, mi entorno, incluyendo las mujeres de estos grupos lo achacaban exclusivamente a mi discapacidad y a lo vulnerable que me hacía.

Opresión y discriminación

En otra ocasión, salí de noche con un grupo de amistades de ambos sexos, un hombre que pensaba que estaba borracha, me besó sin venir a cuento ni haber hablado conmigo. Otras amigas le pudieron hacer “la cobra”. Mi entorno tuvo el mismo análisis que en la anterior ocasión, y los hombres del grupo estuvieron toda la noche con bromas sobre que había “ligado”.

Esto son sólo un par de ejemplos de este tipo de situaciones que he vivido en mis 32 años de vida y os dejo un spoiler: No he conocido a ningún hombre con discapacidad visual al que le haya pasado algo parecido. Obviamente tienen otros miedos, porque tener una discapacidad te hace ser percibido como alguien vulnerable en muchos aspectos, pero no tienen miedo de sufrir una violación por andar por la calle y no poder reaccionar porque ni siquiera has visto acercarse al agresor.

Las mujeres con discapacidad nos movemos continuamente entre la dicotomía que nos impone la opresión por género sobre los roles que debemos asumir por razón de nuestro sexo y la discriminación de una sociedad que continuamente nos dice que no podemos ser “esa mujer” que nos han vendido.

Otra de las situaciones especialmente difíciles que tenemos que afrontar conforme crecemos y nos vamos desarrollando es la decisión de la maternidad.

Esterilización forzosa

Si, por el motivo que sea, no queremos ser madres, todo nuestro entorno se vuelca a tratar de convencernos (como al resto de mujeres) sobre lo maravilloso de la maternidad, pero en el caso contrario, o si te acaban convenciendo y cambias de idea, te das de bruces con la visión que la sociedad tiene sobre nuestra capacidad para ser madres: Si podremos cuidar a la criatura, si nos lo hemos pensado bien, a ver si va a venir como nosotras, y, la más dolorosa que he escuchado en muchos grupos feministas, especialmente tras la eliminación del Código Civil del artículo que permitía la esterilización forzosa de mujeres con discapacidad, que será una doble carga para otra mujer, nuestra madre, porque tendrá que cuidarnos a nosotras y a nuestra descendencia.

Como si nosotras saliéramos de la ecuación y no fuéramos conscientes de nuestras limitaciones y no pudiéramos adaptarnos a ellas como llevamos haciendo toda nuestra vida. ¿O es que sólo las mujeres sin discapacidad toman la decisión de ser madres con total información y con los medios suficientes para mantener esa situación?

Niñas perpetuas

Hay un pensamiento social real que nos ve como niñas perpetuas, que considera que tomamos esta decisión por capricho, como si fuéramos a jugar a las muñecas de nuestra niñez. Y aún más sangrante es cuando viene de manos de las Administraciones Públicas. En algunos casos en los que queremos ser madres solteras no podemos acceder a los programas de fertilidad como el resto de las mujeres, haciéndonos pasar por un comité ético que no tiene ninguna información ni formación en discapacidad y que cuestionan cosas sobre si vamos a vivir con nuestros padres o cómo vamos a saber si la criatura se está atragantando.

Las mismas Administraciones que, cuando tenemos que cuidar de nuestra salud, no nos permiten acceder a los servicios por falta de accesibilidad, como, por ejemplo, las consultas ginecológicas (podemos estar años sin revisiones porque cuando llegamos la consulta asignada resulta que no es accesible), o no permiten que entre un acompañante que pueda trasladarnos la información que no nos dan de forma accesible.

No es cuestión de hacer un revisionismo histórico, ni de señalar todo lo que no se haya hecho, pero sí reivindicar que las mujeres con discapacidad estamos aquí y tenemos nuestras propias reivindicaciones, que no se solucionan maquillando la discapacidad con eufemismos, sino con educación real sobre inclusión y teniendo en cuenta las necesidades de las mujeres con discapacidad cuando se implementan políticas específicas para combatir la desigualdad por razón de sexo. Si una mujer no puede acceder a los servicios para víctimas de violencia machista por falta de accesibilidad, esas políticas no sirven, porque ahí se nos está dejando atrás.