Mel Supernova
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Soy lo que ustedes llamarían “mujer trans”, yo no me nombro así

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La etiqueta que está de moda desde hace unos cuantos años para nombrar a una persona como yo es “mujer trans”. De hecho, hasta hace relativo poco tiempo (unos cuatro, cinco años atrás), yo hubiera usado ese mismo adjetivo para presentarme. Sin embargo, he desarrollado dos principales objeciones al término.

Mi divorcio con ese término y búsqueda de una definición más realista de mi condición como varón, con disforia de género, que se sometió a una transición médica y social inició desde mi desacuerdo con el acuñamiento, de la que hoy es una frase de batalla y dogma indiscutible del transactivismo hegemónico: “Las mujeres trans son mujeres”.  

Esta frase tuvo un origen puramente homofóbico en tanto se usaba para limpiar y blanquear la culpa de varones heterosexuales que habían tenido relaciones con una “mujer trans”. Era para explicarles que su heterosexualidad quedaba intacta y que era perfectamente aceptable ver a “mujeres trans” como objeto sexual, lo cual ya es una idea aborrecible para empezar.

No afectar los sentimientos de los varones

Hasta el momento en que esa frase se comenzó a utilizar, en la segunda mitad de la primera década del siglo XXI, el entendimiento que teníamos como como comunidad es que la forma y fondo en que estas relaciones se llevaban a cabo eran lo mismo que relaciones homosexuales y hasta se tenía el orgullo de hacer caer al pretendido heterosexual en una relación corporal y de estructura gay.

En términos prácticos y de dinámica, era una relación entre dos varones, con impulsos que solo dos varones comprendían. Sin embargo, en ese punto se empezó a insistir que debía de defenderse y protegerse la heterosexualidad para no afectar los sentimientos de los varones y comenzó a utilizarse esa frase para desviar cualquier tipo de pensamiento que llevara a los pobres varones heteros cuestionarse su propia sexualidad.

Inmediatamente rechacé este intento orwelliano de redefinir la homosexualidad y no acepté la frase, la cual pronto el transactivismo de identidades transformó, pretendiendo que no había tenido nunca un origen de homofobia internalizada.

La utilización del término “trans”

Pero el momento en que dejé en redondo de utilizar el término “mujer trans” fue cuando empecé a ver militantes y activistas trans que empezaron a insistir que la utilización del término “trans” era “estigmatizante” y “patologizante” -quiera eso lo que quiera decir- y empezaron a reclamar que el centro de nuestra definición no era el trans, no nuestra transición, no nuestras historias de cambio y de readaptación -en lo cual basábamos nuestro orgullo y razón de ser-, sino “mujer”. En conclusión, rechazaban definirse como trans y se definían como mujeres.

Por lo tanto, avanzaron, hay que redefinir el término mujer, no trans. La justificación inicial a este razonamiento era que había que proteger legalmente a toda persona trans ya que la sociedad intransigente no admite personas que transiten el género, entonces, para ofrecerles empleos y derechos laborales, habría que incluirnos en el sexo que emulamos.

Esto ya era un poco problemático en tanto el mensaje era que la sociedad no tenía por qué modificarse, sino que los individuos tienen que adaptarse a esos prejuicios. Sin embargo, esto pronto mutó a “Hay que borrar el pasado y aceptar toda autoidentificación” y a pretender que las diferencias entre mujeres y “mujeres trans” no existen.

Es rechazar lo que nos hace trans

Para mí y muchas otras personas trans, como Miranda Hardley o Debbie Hayton, el afirmar que nos convertimos en mujeres tan solamente al enunciarnos como tales e ignorar la diferencia entre nuestras experiencias y las de las mujeres nacidas hembras es transfobia internalizada. No hay otra forma de verlo: es rechazar lo que nos hace trans, esa experiencia de transición y cambio.

Nunca hubiera tenido problema con la etiqueta “mujer trans” en tanto se entendiera que la parte importante ahí es trans y que eso significa que hay un tránsito, una transformación. Sin embargo como muchos creen que ese concepto les da derecho a redefinir mujer para incluirnos a varones que no sabemos sobre la realidad de crecer con la imposición de la feminidad, ya no lo uso, ni para mi ni para nadie.

Yo nací, crecí, se me educó y se me socializó como varón

Viví de esa manera por más de 30 años. Luego transicioné médica y socialmente, tiempo después hasta de forma legal. Tuve un tratamiento hormonal, viví adoptando un rol femenino por muchos años, mis documentos afirman que soy mujer. Pero nada de eso me hace mujer en la realidad. Sigo teniendo capacidad de inseminar, no de engendrar, en tanto no tengo y nunca tendré útero, sino que sigo teniendo vesícula seminal y testículos.

Mi educación y socialización masculina nunca cambiaron. Bajo todos los estándares que conforman a un hombre (sexuales, cromosómicos, sociales, educativos, de comportamiento), sigo siendo un varón. En lo único en que quizás no es en la apariencia, pero nombrarme mujer solo porque lo parezco superficialmente se me hace insultante y machista, increíblemente misógino.

Y me parece más alarmante y machista que no se intente hacer pasar por la misma redefinición al término “hombre” o “varón”. Hoy por hoy me defino a mí y a todas las personas con una condición similar a la mía desde la realidad. Lo he descrito arriba y en otras piezas: somos varones humanos adultos con disforia de género que pasamos por una transición médica y/o social, no mujeres. Somo una clase de varones, no de mujeres. El término que hay que redefinir para incluirnos es “hombre” y hay que obligar a los hombres masculinos aceptarnos en sus espacios y terminar la discriminación por las buenas o las malas.

¿Me arrepiento hoy de haber transicionado?

Si, pero no por razones moralinas y definitivamente no de la misma forma que los “ex-gay” se arrepienten de su homosexualidad. Me arrepiento de haber creído que la transición médica y legal eran necesarias cuando simplemente podía haber intentado evitar la masculinidad y la idea que un hombre o una mujer se tienen que ver de determinada forma. Podía ser todo lo femenino posible en apariencia y reconocerme como varón. Eso es lo que veo muchísimo más transgresor y revolucionario hoy: el reconocer tu propio sexo y rechazar cualquier tipo de idea de cómo se debe ver un varón o una mujer, como se deben comportar o qué se espera de cada cual.

Ser una hembra con cabello corto no te convierte en varón ni en una criatura mágica asexuada, ser varón y usar maquillaje y vestidos no te transforma en hembra, ambas cosas solamente te hacen rechazar lo que se espera de ti. Adelante, y parafraseando a JK Rowling, vístanse como les plazca, llámense como les agrade, relaciónense con cualquier adulto de manera consensual, vivan su vida en paz y seguridad, pero no pretendan que el sexo no es real.

Nosotros, como personas trans, queremos reconocer nuestro sexo biológico ¿Por qué no ven la importancia en ello?