Dounia junto a su hijo.
Dounia junto a su hijo.

Liberan a un hombre que violó durante nueve años a su hijastra, tras preguntar el juez si gritó en alguna ocasión

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Dounia logró dos condenas contra su agresor, su padrastro, por un delito continuado de agresión sexual, pero un tercer juez ha dejado en libertad al hombre que debería haberla cuidado y se convirtió en su pesadilla.

Dounia Karym El Yamani vive en una cárcel desde 1999. Una prisión con barrotes compuestos de miedo, tristeza, dolor y soledad infinita. Y es que, esta española de origen marroquí y residente en la provincia de Alicante, no solo ha tenido que enfrentarse primero al duro proceso de convivir con la violencia sexual, sino que, tras un largo y complicado proceso para denunciar a su agresor, se ha topado con una sentencia revictimizante a más no poder.

“Con todo el estigma y el proceso personal que ha supuesto por mi religión denunciarle y después de tener dos sentencias que le habían declarado culpable de un delito de agresión sexual continuada, de dos delitos de agresión sexual, de un delito de agresión sexual y un delito contrala intimidad de su victimario, ahora un tercer juez echa todo por tierra y dice que mi testimonio no es creíble y le deja libre en la calle”.

«Tengo un terror absoluto»

Su indignación y rabia le han hecho dar el paso de hacer esta entrevista con nombre y apellidos. “Tengo un terror absoluto a que me haga algo a mi o a mi pequeño. Quizá mi testimonio sea mi salvoconducto para que no me pase nada. Me siento sola y revictimizada por la sala de lo Penal del Tribunal Supremo”, explica.

Y no es para menos. Como consecuencia de esta tortura de años Dounia no solo intentó suicidarse, sino que además sufre trastorno de personalidad grave, trastorno de ansiedad, trastorno somatoformo (los que teniendo su origen en algún tipo de sufrimiento psíquico se expresan fundamentalmente a través de síntomas físicos), trastorno distimico (sentimientos de culpa, desánimo, apatía, baja autoestima), trastorno de estrés postraumático y trastorno delirante (suspicacia, hipervigilancia y alerta).

Un cuadro médico que la denunciante dice que “visto lo visto por este juez me lo he debido de inventar” ya que, según él, D.O.E no es culpable de las denuncias de maltratos y violaciones denunciadas y que han llevado a su liberación sin ni siquiera comunicárselo a ella previamente a su excarcelación. Ahora su agresor vive cerca. Según este juez -y tal y como se puede ver en la sentencia a la que Crónica Libre ha tenido acceso-, su narración “es simplemente, información probatoria. No es, desde luego, la prueba del hecho, entre las que ocupa un lugar prioritario, la de presunción de inocencia”.

Dudas de consistencia

Dounia Karym El Yamani -que con 18 años se vio obligada a casarse con el primo de su madre quien la agredía cuando se negaba a mantener relaciones sexuales y de quien se divorció en 2011- ahora es abandonada de nuevo por el Tribunal Supremo ya que estima que su testimonio es sinónimo de “dudas de consistencia en la información producida”.

Según el juez sus argumentos de violaciones continuas y vejaciones no son sólidas. Justifica su sentencia machista echando mano en primer lugar “de su tardanza en denunciar hechos tan graves como las repetidas violaciones, amenazas y agresiones, el miedo”. Tampoco tiene en cuenta que no lo hizo antes por el contexto social de la víctima: “los prejuicios socio-culturales-religiosos que determinan los comportamientos personales y sociales en la comunidad islámica a la que afirmó pertenecer”.

Además, el juez abduce “sobre el continuum de violaciones anales del que afirma haber sido víctima entre 1999 y 2008” que Dounia fue particularmente lineal y muy poca descriptiva en cuanto a las circunstancias temporales y contextuales.

«Le golpeaba y sometía a penetraciones anales aprovechando las ausencias de la madre»

“Se limitó a indicar a preguntas del Ministerio Fiscal que hasta el 2004 el recurrente le golpeaba y sometía a las penetraciones anales, causándole fuertes dolores y sangrados, en el domicilio familiar, aprovechando las ausencias de la madre por razones de trabajo. Y que desde 2004, cuando su madre dio a luz a la hermana y dado que aquella permanecía la mayor parte del tiempo en casa, el recurrente la violaba todos los fines de semana en el parque o en el campo, a las afueras de la ciudad, después de realizar compras en el centro de la ciudad. No menos lineal fue el relato respecto a las agresiones acontecidas, presuntamente, entre 2016 y 2018. Fragilidad o pobreza descriptiva que radica no tanto en imprecisiones espacio-temporales de cada uno de los actos presuntos, lo que sería del todo explicable en situaciones de agresiones prolongadas en las que puede generarse un efecto fusión entre todos los episodios. Sino en la identificación de una fórmula contextual única, indiferenciada, sin matices singulares, que prácticamente abarcaría todos los episodios de agresión presuntamente sufridos y reiterados numerosas veces”.

Por si fuera poco, el tribunal redacta la sentencia planteándose cuestiones como si D.O.E, el violador: “¿Le despojaba el recurrente violentamente de la ropa? ¿Sobre qué zona del cuerpo le golpeaba? ¿Sufrió lesiones físicas? ¿Reiteradas? ¿Las lesiones eran visibles? ¿Requirieron para su curación algún tipo de asistencia médica? ¿El dolor y sangrado consecuente a las penetraciones era continuo? ¿Gritó en alguna ocasión? ¿Había vecinos próximos? ¿Cómo se desplazaban a las afueras de la ciudad? ¿A qué hora se producían los acometimientos sexuales? ¿En el campo, dónde se producían las penetraciones anales? ¿Accedían a alguna alquería, caseta, chamizo o edificación de cualquier tipo? ¿Acudía al instituto o al trabajo en los días posteriores? ¿Alguien de su entorno personal o social pudo apercibirse de los golpes o de los síntomas de dolor? ¿y si no es así, por qué razón?”

A esto añade que Dounia “se mostró en el juicio como una persona autónoma, madre de un niño, que mantenía una relación de pareja y que trabajaba. Además, en el dictamen pericial se hace constar que la testigo refirió haber informado a su pareja de las agresiones sexuales sufridas por parte de su padrastro”. Tampoco su señoría creyó las denuncias que interpuso ella por las amenazas recibidas por terceras personas para que no denunciara a su agresor.

La ley del “Sí es Sí”, es un NO a las víctimas

Una sentencia que para ella es un machaque psicológico. “Mientras yo me levanto llorando y hundida y tengo que seguir yendo a Salud Mental de Alicante y al Centro de la Mujer para recibir ayuda, él está libre. Como si nada”. Un calvario que estos días está siendo aun mayor por el fiasco de la Ley de Irene Montero. “La nueva Ley está hecha sin corazón ni razón. Es un No a las víctimas. Yo me pregunto si es que les sobran maltratadores y violadores en las cárceles. ¡Ojalá ninguna de las personas que la han hecho tengan que pasar por el calvario que pasamos nosotras!

Nosotras estamos presas en vida, tenemos que irnos de las ciudades en las que vivimos mientras ellos están en la calle y ahora con la ley ni siquiera entran a prisión. Una condena se dicta para ser cumplida. Yo me niego a salir de la ciudad donde he crecido, pero me tengo que esconder en casa. No se pueden ir de rositas. Están jugando con nuestra salud mental”, recalca firme y enérgica al teléfono.

¿Si pudieras echar marcha atrás qué harías de diferente?

Habría denunciado antes. Me habría evitado muchos años de dolor en silencio, un intento de suicidio… Me habría enfrentado a la realidad sin esconderme por mi religión y la sociedad musulmana. Al fin y al cabo, haga lo que haga está mal visto. El abrirme en canal con los y las profesionales sanitarias ha sido muy difícil. Mi madre cuando estaba en vida nunca quiso que esto saliera a la luz porque es una deshonra a nuestra cultura que el marido de la madre hizo lo que hizo conmigo. 

Siempre se ocultó por el achaque de mi sociedad. A día de hoy después de todo lo que ha pasado me he aislado de toda persona que me juzgue o me mire mal. Lo único que han hecho es hundirme más. Muchas veces me miro al espejo y me doy asco de mi misma. Por eso evito los espejos.

Denunciar cuando vienes de un contexto musulmán es aún más difícil ¿nadie ha sabido ver este doble esfuerzo?

Cuando me enteré por terceras personas que esa persona estaba en libertad y a mí nadie me comunico nada me hundí profundamente esa noche no pude estarme quieta en mi sitio, lloraba desconsolada. Por mucho que mi pareja me calmaba no podía explicarle mis sentimientos en ese momento. Nunca me imaginé que fuera acabar esto así.

Mi religión es tajante con todo esto. Mi sociedad normaliza el sufrimiento de las mujeres. Y si quieres que no te pase nada te dicen que la culpa es tuya por provocar. Y yo me pregunto ¿cómo una niña de siete, ocho, nueve o diez años puede pensar en provocar gusto o atracción a un hombre mayor?

Tienes un niño pequeño de dos añitos ¿qué sientes cuando le miras?

Me da mucha pena porque no puede tener una infancia normal ni hacer las cosas normales que hacen los niños como salir todos los días al parque. Si no voy acompañada de alguien prefiero no salir y cuando lo hacemos no puedo dejarlo jugar a sus anchas, como debería, siempre estoy detrás de él, y a la mínima que veo a alguna persona a su alrededor sospecho de cualquier cosa lo cojo y me escapo del lugar.

¿Tienes más miedo que antes?

Temo mucho por lo que me pueda pasar porque se de lo que es capaz. Se pinta ante todo el mundo como la persona más buena del mundo.  Yo lo único que pido es justicia, ni más, ni menos. Tengo derecho a vivir lo que me queda de vida más o menos tranquila, que mi hijo tenga una infancia como cualquier otro niño de su edad que no esté siempre escondido en casa y que no vaya yo a todos lados acompañada, escondida, con miedo, alerta las 24 horas del día.

Nuria Coronado

Periodista, conferenciante, formadora en comunicación no sexista y organizadora de eventos. Coautora de Lolita contra el lobo y autora de Mujeres de Frente, Hombres por la Igualdad, Comunicar en Igualdad y
documentalista de Amelia, historia de una lucha.