La filósofa e histórica feminista es autora de "Ser Mujer, un rescate necesario", un libro más que necesario.

“Ser mujer, con una clara conciencia histórica y política, es el mejor lugar para la resistencia contra el patriarcado”

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Frente al patriarcado que no deja de expandirse y reinventarse hay una fuerza imposible de desaparecer o acallarse como es la del feminismo. Un movimiento que como dice la filósofa Rosa María Rodríguez Magda, «es la nueva vanguardia social que ha de dar respuesta al mundo que viene y se nos viene y que tiene como gran urgencia, para no dejar al futuro al pie de los caballos, responder siempre. El feminismo trata de crear un mundo nuevo en el que la vida buena y digna para todos los seres humanos sea posible sin que unos ostenten privilegios sobre otras”.

Por eso, porque no hay mayor urgencia que reconstruir el concepto de lo que es ser mujer, Victoria Sendón de León, ha escrito su último libro con una editorial a la altura de su gran pensamiento. Para la autora ser mujer “es una fuerza de vida, una necesidad biológica e histórica. Somos aquello que ha sobrevivido y se ha transmitido de madres a hijas, de mujer a mujer con la herencia mitrocondrial y ciertos saberes de resistencia y adaptación”, recalca.

Un rescate que requiere tener presente a las mujeres que lucharon antes y a hacer frente al único patrón que se repite siempre y en todos los órdenes sociales como es el sistema hegemónico patriarcal. Es una lógica de contrarios excluyente con una escala de valores en las que se priman las relaciones de poder, de dominio y jerarquías”, explica.

El rescate urgente

En ese mundo de jerarquías nada importan las mujeres porque lo importante son siempre los hombres y sus privilegios: prostitución, pornografía, violencia sexual, vientres de alquiler, precariedad económica y social y ahora el generismo. El afán de un mundo simbólico dominador adquiere hoy la forma de globalización neoliberal. La globalización es extensiva a territorios y gentes que los habitan mientras que lo neoliberal se ajusta a la intención de saqueo, reconoce.

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Y de la mano de la ola capitalista Sendón subraya que va la sociedad hipersexual. “Y no solo porque el negocio del sexo produzca copiosos beneficios, astronómicos. No, lo más grave es la sexualización de nuestros horizontes vitales donde la violación es a menudo iniciática”. La escritora también habla de los prostíbulos que recorren de norte a sur nuestro país o “de los 30.000 posibles casos de pedofilia que se producen al año”.

Un panorama terrible si naces mujer y en el que la dominación masculina se basa siempre en una serie de pares que se reproducen como pueden ser la socialización y el aprendizaje o el dominador y la dominada que se refuerzan. Solo podremos liberarnos de todo ello rompiendo su retroalimentación. Por eso recalca que el movimiento feminista “no es un acontecimiento, sino que responde a una necesidad histórica. Es decir que responde a un criterio de racionalidad como toma de conciencia, pero también de acción colectiva. El feminismo tiene que crear un sistema de pensamiento capaz d reordenar el mundo”.

 ¿El auto rescate desde el movimiento feminista es el único método para salvarnos las mujeres del patriarcado in crescendo?

Tanto como salvarnos es mucho decir, pero la experiencia nos está mostrando en primer lugar que no podemos fiarnos absolutamente de las instituciones ni de los partidos políticos, aunque sean de izquierda, porque no garantizan nuestro proyecto ni nuestros derechos. En segundo lugar, que la tendencia política puede cambiar de sesgo y abolir leyes aprobadas o cortar todo tipo de financiación y en tercer lugar porque el sistema político-económico sabe que un feminismo radical llevado hasta sus últimas consecuencias pondría en cuestión sus propios intereses, estructuras y objetivos últimos.

El auto rescate, pues, significaría que el Movimiento Feminista tendría que reconsiderar el hacerse cada vez más autónomo, de modo que los recursos humanos y financieros salieran de nuestras propias filas sin tener que recurrir a los bancos ni al Estado. Como somos muchas y diversas, no sería difícil encontrar mujeres expertas en todos los campos que necesitamos, asimismo con la unión de todas podríamos conseguir recursos financieros suficientes para llevar a cabo nuestros proyectos. ¿Qué significa todo esto? Significa que ha sonado la hora de pasar de un feminismo adolescente, alegre y confiado, a un feminismo adulto que se empeñe en construir un mundo nuevo, cada vez más inmune al patriarcado, para nosotras y para nuestras niñas.

Sin duda tomar la palabra y denunciar en público la tremenda ofensiva patriarcal nos lleva a llorar en privado. ¿De qué manera podemos luchar sin perder la salud y las fuerzas? ¿Cómo podemos lograr que no nos pase siempre factura a nosotras la continua denuncia?

Hannah Arendt decía que tomar la palabra en público es un acto político, lo que implica que las feministas tenemos que utilizar cada vez más esta posibilidad, organizando así más y más reuniones, congresos, paneles, publicaciones, clubs de lectura y otras manifestaciones de la palabra, porque la palabra es muy poderosa. Y no sólo la palabra de las popes y expertas, sino la palabra o la experiencia expuesta de todas, desde el mínimo pueblo hasta las universidades más importantes, formándonos cada día en el conocimiento y la experiencia del feminismo.

Viene un profundo proceso de formación, de modo que las más expertas tendrán que dedicarse con empeño a la formación de las menos formadas. Y la clave para no desfallecer consiste en conseguir “que ninguna mujer esté sola”. Formar grupos, ejercitar el acompañamiento de las más vulnerables y creer profundamente en el concepto de “sororidad” (solidaridad entre hermanas).

Podemos tener a nuestro favor la utilización de las redes, que tendrán que montar las expertas, que las tenemos, así como el conocimiento de su manejo. El Movimiento Feminista no puede ser únicamente un movimiento político sin alma. En esto nos diferenciamos de los demás, en que “lo personal también es político”. En este mundo cada vez más tendente al posthumanismo, nuestra aportación será definitiva. Abrazarnos y abrazar el mundo.  

Hablar de la globalización neoliberal como sinónimo de saqueo de valores ¿Acaso no ha venido pasando esto desde el principio de los tiempos, pero se llamaba de otra forma?

Desde el principio de los tiempos, no. Antes de las invasiones patriarcales, de las que nos habla Marija Gimbutas, con datos arqueológicos, la situación de las mujeres era de preeminencia o de igualdad. Gracias al proyecto de “genoma humano” se ha podido comprobar científicamente las invasiones de tribus patriarcales sobre pueblos pacíficos.

Lo que existió puede volver a existir por la ley del “eterno retorno” (Nietzsche). La globalización neoliberal, que ha derivado en “globalismo”, es la denominación actual de la explotación, la exclusión y la misoginia (odio a las mujeres) a nivel mundial, que hoy se han recrudecido a favor del beneficio del capital y del beneficio sexual de los machos de la especie. Incluso se ha dado en las supuestas “revoluciones”.

Más aún, en los distintos sistemas políticos, socialista y capitalista, y en las diversas épocas desde la Antigüedad hasta ahora mismo. Ahora vivimos una tendencia hacia el posthumanismo y al eco-fascismo (Taibo) muy peligrosas. Más que nunca hemos de servirnos del discernimiento, un discernimiento muy agudo por la peligrosidad y confusión de los tiempos que vivimos. Hay que aprender a pensar. Más ideas y menos ideologías. La ideología como falsa conciencia (Marx), provoca las adhesiones sin consciencia que actualmente estamos contemplando. La pérdida de valores, sin duda, es una de las consecuencias del globalismo y una de sus intenciones.  

¿Cómo se arranca la violencia simbólica que sostiene la opresión cuando esta la llevamos tatuada en el inconsciente?

Ya decía Bourdieu que es lo más difícil de erradicar. Yo creo que, aunque avancemos en derechos, en conocimientos y en militancia, no podremos salir de esta violencia hasta que las mujeres no seamos conscientes de nuestra falta de autovaloración. Así como los varones han construido un “ego” hipertrofiado (o súper inflado) que les hace sentirse poderosos, nosotras infravaloramos nuestros poderes, nuestra valía, y sufrimos por nuestra conciencia de víctimas.

Y desde el victimismo no se puede hacer política. Sólo se puede llorar y esperar ayudas externas. No. Todo tiene que salir de nosotras, generado desde nuestra autonomía. “Nadie sabe lo que puede un cuerpo”, decía Spinoza, y nadie sabe lo que podemos las mujeres, aunque ya lo hayamos demostrado. Como dice Amelia Valcarcel, “sin civilización no hay feminismo, y sin feminismo no hay civilización”.

Tanto dolor constante, tanta ignominia ¿solo nos queda el amor propio?

Nos queda el amor entre nosotras, el amor propio y la autovaloración. El feminismo tendrá que evolucionar hacia comunidades de conocimiento, de acción y de protección. Lo “público” pasa a ser lo “común”. No se puede seguir luchando sola contra el mundo. Es importantísimo conseguir espacios en los que reunirnos, vernos, escucharnos, estar. Sin olvidar a tantas y tantas mujeres inmigrantes que luchan solas por sobrevivir; a mujeres prostituidas que quieren salir del infierno; a mujeres enfermas y ancianas que no podemos dejar en la cuneta.

Parece que propongo sustituir a las monjas que ya no existen, pero no lo digo en ese sentido, porque aquellas instituciones son patriarcales y proselitistas. Nosotras, no deberíamos. Creo que el eje de la igualdad tiene que cambiar: no una igualdad horizontal de las mujeres con los varones, sino una igualdad vertical entre nosotras mismas, ya que en el feminismo existimos mujeres privilegiadas y otras que están abandonadas por la sociedad.

Si no cambiamos ese eje, desapareceremos. Evoco aquí el espíritu compasivo de Simone Weil, miembra de la resistencia francesa en la Segunda Guerra y de la Columna Durruti en la civil española: “Todos los dolores que nos alejan son dolores perdidos”. “Puedo, luego existo”. “Los que son infelices no necesitan nada en este mundo, sino personas capaces de prestarles atención”. Mimbres para un feminismo compasivo.

 ¿Ser mujer es formar parte del mejor lugar de la resistencia? ¿Es ser Rosa Park?

Tenemos que descubrir un concepto nuevo de ser mujer, desde la diferencia, desde una identidad no esencialista. Ahora que nos hemos dado cuenta de que el patriarcado quiere borrarnos de la historia; ahora que evitan hasta nombrarnos para que dejemos de existir; ahora que la palabra de un hombre vale tanto como nuestra naturaleza de mujer; ahora que nuestra mera existencia es una amenaza para los contravalores patriarcales es cuando todo nuestro acervo teórico y político, nuestra fuerza como mujeres y como madres (aunque sea de modo implícito) nuestra presencia en la vanguardia y en la retaguardia tienen que potenciarse, orgullosas de ser mujeres.

Ahora es el momento de la eclosión de la fuerza del feminismo. Ser mujer, con una clara conciencia histórica y política, es el mejor lugar para la resistencia, ya que en este momento hemos de resistir a todos los embates que está sufriendo nuestro movimiento y nuestra identidad. Es el momento de vindicar nuestros derechos basados en el sexo, no en el género ni en falsas identidades. Y desde ahí construir una verdadera resistencia.

Tenemos para ello armas muy poderosas: la unión, la desobediencia civil, la sinergia de nuestros saberes y de nuestra riqueza material. Ser Rosa Park significa iniciar un movimiento de resistencia coordinado de todos los grupos. Ser Rosa Park es no levantarnos de ese lugar que nos pertenece y que no vamos a regalar a nadie en aras de supuestos valores humanos. No existen esos valores cuando lo humano mismo está puesto en cuestión.

Nuestros enemigos nos lo han puesto en bandeja y, cuando creían que su última ofensiva iba a poder con nosotras, es cuando se han redoblado nuestras fuerzas, nuestro entusiasmo, nuestro empeño más definitivo. Es este un momento privilegiado que puede partir la historia en dos. Sobre nosotras pesa una gran responsabilidad. Sé que hablo de utopía, pero no de una utopía cerrada, sino de un gran impulso para caminar hacia adelante sin delimitar obstinadamente sus objetivos, sino abierta a la sorpresa y a la creación permanente y confiada de lo que podría ser y será.

Nuria Coronado

Periodista, conferenciante, formadora en comunicación no sexista y organizadora de eventos. Coautora de Lolita contra el lobo y autora de Mujeres de Frente, Hombres por la Igualdad, Comunicar en Igualdad y
documentalista de Amelia, historia de una lucha.