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Manifestación el Día Internacional de la Mujer el 8 de marzo de 2023, en Madrid. Foto: Diego Radamés / Europa Press

El borrado de las mujeres y sus derechos

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Cuando las feministas decimos que el queerismo -apoyado por transactivistas fanáticos y violentos- borra a las mujeres y los derechos basados en nuestro sexo, lo que queremos decir, básicamente, es lo siguiente…

En primer lugar, que se eliminan las protecciones al sexo para otorgarlas al género. Por ejemplo:

  • Las mujeres teníamos derecho a espacios de seguridad e intimidad segregados por sexo. Ahora NO. Porque habrá gente del sexo contrario que puede invadirlos basándose en una identificación con el género patriarcal que oprime a las mujeres. Desaparece la protección por sexo en esos espacios: baños, vestuarios, hospitales, cárceles…

Ahora lo que se protegerá es que esos espacios puedan ocuparlo varones autodeclarados mujeres. Y si las mujeres no estamos cómodas compartiéndolos, seremos aisladas socialmente por transfobia.

  • Las enfermedades ligadas al sexo de las mujeres, han sido hasta ahora poco o nada investigadas. Ahora, no solo eso. Porque en la actualidad, hablar de ellas se considera transfobia al excluir a varones autopercibidos mujeres que jamás las padecerán. Por tanto, se han cancelado debates, coloquios, conferencias, y hasta asociaciones, centradas en dichas enfermedades para reivindicar la investigación sobre ellas, procurar un temprano y acertado diagnóstico y su más eficaz tratamiento. A menudo, folletos divulgativos, necesarios para informar y proteger la salud de las mujeres ante determinadas enfermedades, omiten por completo a sus destinatarias, las mujeres, e incluso la referencia a sus órganos femeninos (por ejemplo «agujero delantero», en lugar de «vagina»). Prevalece que los varones que se autoperciben mujeres no se sientan excluidos de ningún ámbito propio de mujeres, antes que el derecho de las mujeres a la necesaria claridad y especificidad en la protección de su salud.
  • En Medicina, las mujeres teníamos derecho a elegir ser exploradas por personas de nuestro mismo sexo. Ahora NO. Hay muchas mujeres que se encuentran más cómodas con médicas, sobre todo en ginecología y obstetricia, y otras que no quieren ser exploradas por varones (especialmente cuando concurre trauma debido a acoso, abuso o agresión sexual). Imagen a una mujer que ha sido violada y que aparezca para explorarla un varón autopercibido mujer para hacerlo… Ahora lo que se protegerá en el derecho del varón autodeclarado mujer a explorarla, y no el derecho de la paciente a sentirse protegida, segura y cómoda.
  • En las instituciones penitenciarias, las mujeres teníamos derecho a que los registros y cacheos personales nos los realizara una funcionaria de nuestro mismo sexo. Ahora no. Porque en cualquiera de dichas circunstancias, una mujer puede ser explorada o cacheada por un varón que se ha declarado mujer, sin que, dada su condición de penada, pueda negarse a ello; lo que, de hecho, puede llegar a constituir una agresión sexual autorizada legalmente. Ahora lo que prevalecerá es el derecho del varón autopercibido mujer para cachear, y no el derecho de las mujeres a que les cachee una persona de su mismo sexo. A la inversa, ocurre que muchas profesionales de instituciones penitenciarias, pueden verse en la obligación de explorar o cachear a varones que dicen sentirse mujeres (bastantes de ellos con delitos relacionados con la violencia sexual). Es decir, se verán obligadas a manosear los testículos y el pene -perfectamente funcionales- de varones que afirman autopercibirse mujeres, aun en el caso de reos con delitos de agresión sexual. Porque ahora lo que se defenderá es el derecho de los reos autodeclarados mujeres a no ser cacheados por un varón, no el derecho de la funcionaria a no verse obligada a tocar órganos genitales masculinos, razón por la que puede llegar a verse en riesgo de perder su empleo.
  • En los deportes, las mujeres teníamos derecho a equipos segregados por sexo, tanto por razones de seguridad como por razones de juego limpio. Ahora no. El deporte competitivo exige una gran dedicación y un importante esfuerzo. Ha costado mucho que las mujeres consiguieran llegar a la excelencia deportiva a pesar de los tabúes ligados a menstruación, embarazo, etc. y que algunas, muy pocas, pudieran vivir del deporte, como sí ocurre, por el contrario, con los varones. Ahora prevalecerá el derecho de los varones a competir en equipos en función de su género sentido, aunque ello suponga riesgo de lesiones a las mujeres, anular su esfuerzo deportivo y barrerlas de podios y medalleros, constituyendo esta nueva realidad el principio del fin del deporte femenino.
  • En los órganos de poder del Estado, las mujeres teníamos derecho a una presencia no inferior al 40%. Ahora no. Porque cualquier varón que diga sentirse mujer podrá ocupar puestos antes reservados exclusivamente a nuestro sexo en el Congreso, en el Senado, en el Gobierno y en toda su estructura de cargos electivos, en el Consejo General del Poder Judicial, en todo tipo de comisiones y órganos, etc. Cuando ni siquiera en algunos de ellos nos hemos acercado a ese 40% (que, por cierto, otorga el privilegio de un 20% de mayor presencia al otro sexo), ahora contarán como mujeres esos varones, a pesar de que, debido a ello, nuestro sexo realmente pueda estar disminuyendo su presencia en esos órganos de poder. Porque se dará prevalencia al género declarado por el varón y no a su sexo, anulando el derecho a esos puestos del sexo al que estaban destinados.
  • En los sectores masculinizados y en cuerpos o escalas con evidentes techos de cristal teníamos derecho a acciones positivas que removieran la desigualdad. Ahora no. Porque a partir de la ley trans, cada varón autopercibido mujer que desee integrarse en un sector, cuerpo o escala masculinizada con reserva para mujeres, competirá con ventaja en las que impliquen pruebas físicas, obteniendo plazas destinadas a aquellas. Además, se pervertirán los datos y se podrá afirmar que se están rompiendo las tendencias de masculinización o los techos de cristal sin que las mujeres lleguemos siquiera a rozar ni las unas ni los otros.
  • En premios y reconocimientos las mujeres estábamos adquiriendo el derecho de visibilizar nuestros méritos por la vía de segregación por sexo o por la vía de las cuotas. Ahora no. Porque ahora cualquier varón que diga que se siente mujer podrá ocupar esos premios y reconocimientos. Y como la mayoría de esos premios se establecen en los ámbitos artísticos y culturales, totalmente cooptados por el queerismo, es ya bastante habitual que se les otorguen a estos varones los correspondientes a mujeres, robando nuestro derecho a los mismos para evitar la histórica discriminación femenina que, por dicho motivo, no solo no se corregirá, sino que podrá verse agravada.
  • En todas las estadísticas oficiales, desde la Ley orgánica 3/2007, las mujeres teníamos derecho a que los datos referidos a personas fueran desagregados por sexo para poder constatar nuestra discriminación y, en su caso, legitimar acciones positivas que la corrijan. Ahora no. Porque cualquier varón, con su simple declaración e incluso sin cambiar de nombre, será contabilizado como mujer. Ahora prevalece el deseo a ser considerado del sexo registral contrario al de nacimiento de los varones que lo deseen, anulando el derecho de las mujeres a medir nuestra opresión y discriminación, gracias a la ley trans, de inferior rango normativo que la citada ley de igualdad, por la vía de redefinir «mujer» a efectos registrales.
  • Como grupo humano oprimido, las mujeres teníamos derecho a autoorganizarnos en grupos exclusivos de mujeres para defendernos de la opresión ejercida por el otro grupo humano, los varones. Ahora no. Cualquier hombre que lo desee, puede declararse mujer en el registro civil, sin justificación alguna, y automáticamente tendrá que ser aceptado en cualquier reunión, asociación, red o comunidad de mujeres. Porque los deseos de esos varones prevalecen sobre los derechos civiles de las mujeres a luchar contra su opresión.
  • Como grupo humano oprimido las mujeres teníamos derecho a un día internacional en el que conmemorar nuestra opresión y reivindicar nuestra necesidad de emancipación. Ahora no. Ahora el 8M se dedica a cualquier cosa antes que a las mujeres. Se hacen carteles del 8M que no mencionan ni una sola vez la palabra «mujer» (véase, por ejemplo, la cartelería de la comisión 8M de Madrid) o que incorpora otros colectivos y reivindicaciones ajenas a la agenda feminista (véase la cartelería de Assemblea8M de Barcelona).

En segundo lugar, que se borra a las mujeres. Me centraré únicamente en tres ejemplos paradigmáticos de lo que digo:

  • La palabra MUJER designaba inequívocamente a las hembras humanas adultas. Ahora no. Porque ahora incluye a quienes se sienten mujeres… sin serlo. Eso nos deja sin una definición de nuestra realidad como mujeres, ya que debemos compartirla con personas que, sin ser mujeres, deben -por ley- ser incluidas en nuestro grupo. Nuestra realidad biológica y  nuestra opresión como sexo, no tienen una definición exclusiva ya que en la palabra mujer entran varones socializados en la masculinidad, que admiran y se identifican con la construcción de género patriarcal creada para oprimirnos a nosotras y privilegiar a los varones. En su lugar, debemos aceptar que se nos considere un subgrupo de las mujeres, las cismujeres; o que se refieran a nosotras no por lo que somos, sino por nuestra funciones o fisiología: por ejemplo, úteroportantes.
  • La palabra LESBIANA designaba a las mujeres atraídas sexualmente y en exclusiva por otras mujeres. Ahora no. Porque ahora los varones que se autoperciben como mujeres por sentir atracción hacia las expresiones de género femeninas, pero cuya orientación sexual sigue siendo hacia el sexo contrario, exigen ser consideradas lesbianas y también exigen que las lesbianas acepten penes femeninos, ya que al borrar el sexo, la atracción debe estar referida al género… o de lo contrario, demuestra transfobia. A la consecuencia de que las lesbianas DEBEN sentirse atraídas por hombres (en función de su sexo) que hayan manifestado percibirse como mujeres (en función del género con el que se identifican), habría que añadir que, si al autopercibirse mujeres estaban casados, obligan a sus cónyuges a aceptar que ellas son lesbianas.
  • La palabra MADRE designaba a la mujer cuando tenía hijas o hijos. Ahora no. Porque ahora es un término tránsfobo que excluye a mujeres que se sienten varones y pueden procrear. Y porque excluye a varones que se sienten mujeres y no pueden hacerlo. Siempre hubo mujeres que por determinadas patologías no pudieron procrear. Y muchas más que no desearon hacerlo. Pero eso nunca impidió llamar madres a quienes tuvieran o adoptaran hijas e hijos, ni se consideró excluyente. La exclusión, si es entre mujeres, no genera derechos. Pero para incluir a ese mínimo porcentaje de población trans, sí se considera necesario excluir a la mayoría de la población, las mujeres, de su propia función, esencial para la reproducción de la especie. Lo que yo denomino la inclusión más excluyente de la historia. En su lugar, se nos pretende designar por términos deshumanizantes tales como «progenitora gestante».

Hay más ejemplos de borrado de las mujeres y de sus derechos basándose, exclusivamente, en la palabra de los varones que afirman sentirse mujeres sin que esa afirmación pueda ser comprobada. En todo caso, para no alargar este artículo, solo me permito interpelar a quien lo haya leído sobre las siguientes cuestiones:

¿El transactivismo aporta derechos a las mujeres o, por el contrario, se los arrebata? ¿No es cierto que el transactivismo y los Estados que suscriben sus tesis consideran a las mujeres seres supeditados a los intereses o deseos de los varones (en este caso los autopercibidos mujeres)? Entonces, ¿Quién puede alinearse con el transactivismo y tener el cinismo de declararse feminista? Estaré encantada de oír sus respuestas.

Amparo Mañés Barbé

Amparo Mañés Barbé, Licenciada en Filosofía y Ciencias de la Educación (Sección Psicología) por la Universitat de València. Feminista.
Exdirectora de la Unitat d’Igualtat de la Universitat de València.