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Europa, entre la ultraderecha, la ‘machosfera’ y el delirio ‘queer’

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Feministas al Congreso (PFAC) ha sacado 30.000 votos (redondeando) en las elecciones al Parlamento europeo tras dos años de trabajo callado y 15 días de frenética campaña electoral. Un tal Alvise, de cuya existencia ni siquiera tenía noticia, ha obtenido 800.000 votos y 3 eurodiputados, igualando a Sumar y Ahora Repúblicas (ERC, Bildu, BNG) y superando a Podemos y Junts. Leo que en Chipre hay otro youtuber, Fidias Panayiotou, de 24 años, que ha obtenido 71.000 votos y ha conseguido un escaño. Ni Alvise ni Fidias tenían programa. No me provoca envidia, sino estupor. Como escribió Edgar Morin en un ya lejano 1966, debe ser El espíritu del tiempo, porque si no resulta bastante incomprensible tal resultado. Queda bastante claro que la política convencional hace aguas por todas partes, y que los vientos soplan en dirección opuesta al sentido común y la racionalidad.

Feministas al Congreso llevaba un programa de 20 páginas, completísimo, razonado, lleno de diagnósticos y propuestas factibles, centrado en la Agenda Feminista y la Agenda Social, programa que posiblemente poca gente ha leído en su integridad. Podríamos concluir con facilidad diciendo que Feministas al Congreso no ha recibido cobertura por parte de los medios de comunicación mayoritarios, y sería verdad, y que por eso no ha conseguido más adhesiones. Solo algunos medios locales; algunos digitales, como Crónica Libre; y algunas plataformas de Youtube han hecho hueco a esta candidatura. Pero sería una explicación insuficiente.

Tampoco estos dos individuos han tenido más cobertura –o al menos yo no la he visto en el caso de Alvise– que las redes sociales y sus propios canales de Telegram. Hay que encontrar más razones que expliquen su éxito y el declive de propuestas supuestamente progresistas que sí han tenido cobertura mediática, participado en debates televisados y gozado de recursos económicos para sus campañas electorales. Las fuentes de financiación de Alvise de momento se desconocen.

Los europeos que se han escorado a la derecha y a la ultraderecha

Parto de la base de que hay dos tipos de público: el que sólo ve televisión u oye radio (y no tiene redes sociales o las usa poco) y aquel que sólo consume redes sociales o canales como Telegram y no usa los medios convencionales, sobre todo la gente joven. Los primeros se han escorado hacia la derecha, los segundos hacia la ultraderecha, pero en ambos casos subyacen causas profundas que creo hay que contemplar.

Teniendo en mente estos hábitos de consumo de medios y de fuentes de (des)información, creo que hay tres grandes razones de fondo para el descalabro de las propuestas de los partidos que se presentan como “progresistas”: el hartazgo de gran parte de la población ante una supuesta “izquierda” a la deriva, sin norte y sin brújula que ha dejado en la orfandad a la clase trabajadora; el descrédito en que ha caído el feminismo, provocado por unas mujeres posmodernas que creen que lo han inventado ellas, desvirtuando la tradición de más de 300 años de historia.

Y, por último, la aceptación acrítica por parte de estos partidos de un galimatías llamado “identidad de género” cuya comprensión escapa a la mayoría de la población, que asiste entre muda y estupefacta a la posibilidad de elegir sexo, ser hombre o mujer a demanda, y tener que aceptar por ley que un señor con barba y testículos pueda compartir vestuario, participar en deportes o ir a la cárcel de mujeres por su santa voluntad.

Europa y la (in)comunicación del nuevo sistema virtual, una jungla donde se caza al por mayor

Estos tres hastíos combinados, el de la clase trabajadora que se siente abandonada, por un lado; el de los hombres que viven el feminismo posmoderno como una amenaza, y el de una sociedad que no entiende esas políticas erráticas y disparatadas pero ve aterrada el daño que se está causando entre adolescentes que de pronto dicen que quieren cambiar de sexo, son los que han propiciado el auge de la ultraderecha y no las feministas, que seguimos fieles al ideario de nuestras predecesoras.

Los partidos de derecha y ultraderecha, en cambio, ofrecen respuestas sencillas a problemas complejos, consignas fáciles de entender, un discurso que da certezas y seguridades y un enemigo identificable –migrantes, feministas–. Alvise, Fidias sin experiencia política, ni programa, ni encuestas de opinión han intuido esos miedos de la sociedad y han sabido canalizarlos a través de ese nuevo sistema virtual de (in)comunicación, auténtica jungla donde se caza al por mayor, deporte que practican sobre todo los varones.

Los azotes del Parlamento europeo

Feministas al Congreso era un verso libre en ese conglomerado de desvaríos: era el único partido que llevaba en su programa la abolición de la prostitución y la pornografía, la prohibición de los vientres de alquiler, la derogación de las leyes de autodeterminación de sexo, la lucha contra la violencia hacia las mujeres, la preocupación por la salud femenina y la feminización de la pobreza, entre otras muchas propuestas que por lo visto son minucias para los partidos de la pseudo izquierda, que lo ha apostado todo al tema de las identidades sentidas.

Pero tampoco el programa de PFAC ha obtenido el voto de todas las feministas: para algunas eran poco radicales; para otras tibias con el tema de Palestina; unas pocas piden que apuesten por el veganismo, y las de más allá que qué hacen los hombres en su lista. En definitiva, el Parlamento Europeo estará azotado por los vientos huracanados del fanatismo ultraderechista, el antifeminismo feroz y los delirios transgeneristas, llevándose por delante los derechos de las mujeres tan arduamente conseguidos. Mientras tanto las feministas, haciendo honor a la socialización recibida, buscando la perfección.

Juana Gallego

Profesora universitaria