/

Resaca del 8M: No me felicites, por favor         

4 Min. lectura

Por fin acaba la resaca del 8 de Marzo. Un día que considero –vaya por delante—más que necesario, y cuya justificación se sostiene en la necesidad de visibilizar la realidad de las mujeres. Sin embargo, he de confesar, con los años tengo la sensación de que se desvirtúa su sentido y que, en cualquier momento, nos invadirán anuncios de los grandes almacenes dando ideas para regalar a las mujeres en su onomástica, para premiarlas por ser lo que son, y antes o después, el catálogo de opciones a regalar, incluirá desde aspiradoras, hasta aparatos contra la celulitis, pasando por cremas anti edad. Da miedo pensarlo.

Díganme si no es cierto lo que voy a contar: el día 8 de marzo, cuando eres mujer, te despiertas y tu móvil rezuma mensajes llenos de bonitas frases de autosuperación, de gifs con flores, ositos, o –en el peor de los casos—corazones muy “cuquis” diciéndote “¡Felicidades en tu día!”, u otros más escalofriantes, que basan su argumentario en tu capacidad para ser una superwoman, una gran mujer, una triunfadora, una luchadora… en definitiva, una superviviente, que se comporta como se espera que te comportes por algo que solo tiene que ver con el azar y la genética.

No pretendo ser excluyente

Aclaro esto antes de continuar, porque no quiero que nadie se me eche encima: cuando hablo de azar y genética incluyo a todas las mujeres, no pretendo ser excluyente, ni quiero pecar de TERF; no lo cojan todo con alfileres, que empiezo a estar cansada de los dires y diretes varios, donde hagas lo que hagas, se te acusa de no atender a algo o a alguien, o de herir al semejante.

Las mujeres que no se sientan incluidas que se incluyan porque cuando hablo de mujeres, me permito la licencia de no entrar en los diversos tipos de mujeres, porque es otro charco que cada día me decepciona más, tal vez porque siempre he sido amante del respeto y de la libertad (antes de que Ayuso hiciera interesadamente suyo el concepto y lo dotara de mil connotaciones liberales); y, dicho de paso, también peco de utópica por pensar que sumar no resta (ojo ahora, que no le estoy haciendo la campaña a Yolanda Díaz).  

Mi aclaración, con todo, ejemplifica bien el tema de mi artículo: digas lo que digas, ya hay alguien que se ha atribuido una ideología y la hace excluyente. Y o estás con ese alguien o estás contra él y entonces, comienza el conflicto. Esto, desgraciadamente, también ha pasado con el feminismo y a mí, como a muchas mujeres, nos genera pena y vacío. Podríamos hablar de fractura (socavón tal vez sea más apropiado), podríamos hablar de distanciamiento, podríamos hablar de desilusión…

Queremos seguir trabajando por consolidar derechos

Somos muchas las mujeres que ajenas a las guerras interesadas de los partidos y sus facciones, solo queremos seguir trabajando por consolidar derechos que están más en riesgo que nunca. Somos muchas las que aborrecemos que nos feliciten ese día, porque buscamos apoyo para construir una sociedad equitativa, justa e igualitaria. Somos muchas las que nos consideramos feministas y queremos gritarlo y reivindicarlo, porque entendemos que el mundo ha de serlo, simplemente porque lo contrario es opresión y patriarcado, y el tiempo de estar sometidas acabó y no podemos ceder ante esa victoria, que sigue necesitando que continuemos en lucha.

También somos muchas las que percibimos el paternalismo de las partes y aborrecemos cómo se pone nuestro esfuerzo en el punto de mira con una finalidad cuasi comercial, simplemente para sumar puntos por subirse al carro de moda, cuando realmente, quienes predican, no son lo que presumen. Les pongo dos ejemplos, uno del mundo de la política y otro de la empresa. Ambos se repiten cada año: político (varón) celebrando el día de la mujer con un séquito de féminas detrás aplaudiendo sus palabras. Vomitivo.

La semana del 8M multiplican los actos de reconocimiento a las mujeres

El segundo: grandes empresas (de las más importantes de nuestro entorno económico) que la semana del 8M multiplican los actos de reconocimiento a las mujeres (esas que trabajan los 365 días del año) con encuentros y actividades organizados para exaltar a “sus mujeres”, destacar su valor, y recordar –de paso, y aunque sea de forma subliminal, que la esencia del éxito pasa por el entusiasmo y el esfuerzo individual, y que la que está es porque lo vale y se lo ha currado (añadiendo sin decirlo, un “y no porque ande lloriqueando, pidiendo reconocimiento y derechos, que eso es de nenazas”).

¡Vaya, otra decepción!

Con ambos se me retuercen las entrañas y pienso: ¡Vaya, otra decepción! Porque visibilizar a las mujeres es necesario, pero sobre todo lo es visibilizar las barreras que encontramos en nuestro camino y que estos discursos esconden deliberadamente, porque de lo que no se habla, no se ve, no existe y nadie le busca solución.

La no conciliación, es un problema; que los grandes negocios sean cerrados por hombres después de una cena, con un puro y en club de alterne (dejemos de lado la hipocresía), es un problema; que se valore la presencialidad (estar por estar), y se castigue la responsabilidad de los cuidados, es un problema; que los hombres no entren en el espacio privado bajo eso que llamamos corresponsabilidad, es un problema.

La precariedad de los trabajos de muchas mujeres, es un problema; ser familia monomarental, es un problema; tener miedo cuando vuelves a casa o subes con un extraño en un ascensor, es un problema… y de todo esto podríamos hablar el 8M, buscando soluciones, identificando buenas prácticas a imitar, analizando qué queda por hacer y cómo hacerlo… pero no interesa dar luz a esta realidad y, de todo ello, no se habla ni en las grandes empresas, ni entre los líderes políticos.

No quiero que me feliciten el 8 de marzo

De nada sirve que nosotras salgamos a la esfera pública y nos dejemos la piel por “llegar a todo”, si todos esos problemas siguen creando diferencias y lastrando nuestros esfuerzos. No cerremos los ojos, ni sigamos hablando de guerras entre partidos, de mujeres exitosas por actuar como hombres, ni mandándonos flores para felicitarnos por lo que no tenemos… porque eso solo nos separa de la meta.

Por todo ello, termino como empecé: yo no quiero que me feliciten el 8 de marzo. Quiero que conmemoren conmigo la lucha de aquellas que, como yo, pelearon y pelan por tener los mismos derechos y libertades que los hombres. Quiero que me acompañen en mi lucha, haciéndola de todos y todas… cuando eso pase, celebraré el 8M. Mientras, saldré a las calles ese día y haré todo el ruido que pueda para reivindicar lo que sigue pendiente, ese día…y todos.