No voy a explicar el tema otra vez porque todo el mundo lo sabe: una niña de 11 años violada en grupo por unos jóvenes menores de edad. Una niña que elige el silencio ante el desdén de aquellos que tendrían la obligación de escucharla y denunciar lo ocurrido; una niña que opta por mantenerse callada para no tener que sufrir la doble vergüenza de haber sido humillada y no poder decirlo. Pero aún así llega una tercera vergüenza que la niña tiene que soportar: la de verse expuesta en público por todos aquellos que vieron la grabación, quizá con regocijo, sin que nadie denunciara los hechos.
Porque la sociedad ha decretado que son las víctimas las que han de sentir vergüenza de haber sido objeto de vejación. Sobre ellas recae la sospecha, sobre ellas el oprobio, sobre ellas la duda de si consintieron, aunque en su costado mediara la afilada hoja de una navaja.
Debería darnos vergüenza a los adultos, a las familias, a las instancias educativas, a la clase política, a los medios de comunicación que asistimos a estos acontecimientos con indolencia, con la resignación del que piensa que nada se puede hacer, que siempre habrá desalmados que agredan, acosen, violen o maten.
La vergüenza de la víctima, no de los agresores
Esos desalmados a los que la misma sociedad protege sin avergonzarlos por su acción, porque la vergüenza, como se ha dicho, le corresponde a ella. Por no resistirse, por haber transigido, por haber ido sola de compras, por mentir a sus padres, por haber hecho uso de una libertad que no se puede ejercer ni a los 11 años, ni a los 18 ni a los 50. (Los comentarios en Twitter sobre este caso están llenos de este tipo de reproches).
Las agresiones, violaciones, acosos o asesinatos son atentados contra la libertad de las mujeres, sean jóvenes o viejas, de una etnia o de otra, blancas o negras. Las mujeres siempre tenemos coartada nuestra libertad, de noche o de día, en lugares públicos o privados; en la calle, en el transporte público o en un centro comercial.
Las largas y farragosas leyes llegan tarde
En España hubo 182.973 denuncias por violencia de género en 2022. Las violaciones ascendieron a 1.942 hasta septiembre de 2022, lo que significa que se producen 7 al día si se contempla todo el año, según datos del Ministerio del Interior.
Luego podemos aprobar largas y farragosas leyes, como la del Sólo Sí es Sí, que abunda en la prevención, formación y sensibilización social, aspectos inciertos que se prevé funcionen a largo plazo y siempre que se pongan los medios que hagan falta para financiarlos, cosa que está por ver. Pero para la niña de Badalona llega tarde, igual que llegará tarde para tantas niñas y mujeres antes de que esta ley dé frutos positivos. Los negativos ya los hemos visto.
Preguntas que exigen respuesta
¿Y qué hacer ahora con los agresores que ni siquiera son imputables por ser menores de edad? Los buenos antipunitivistas dirán que lo que ha fallado es la educación y remitirán a medidas que darán resultado en el futuro. Eso es verdad.
Pero más allá de los fallos en la familia, en la escuela, en los medios de comunicación, ¿qué correctivo se puede imponer a estos jóvenes que, no contentos con violar, disfrutan además con la vejación pública del sufrimiento de la víctima?
¿No merece esta niña reparación? ¿Cómo se les puede hacer ver a estos agresores adolescentes el mal causado? ¿Ante quien han de responder? ¿Y todos los que se han jactado de ver la grabación, cuál es su responsabilidad? ¿Qué medidas hay que adoptar para que no vuelva a suceder?
Ponemos parches porque la violencia contra las niñas y mujeres no parece importar
No se puede permitir que el caso se resuelva con que la víctima se vaya de la ciudad, como todo parece apuntar. Hay que afrontar el problema donde se ha producido y no podemos aceptar que sea la familia la que huya para ocultar su vergüenza, que se marche para que podamos seguir recreándonos en nuestra miseria, que se quite de nuestra vista para que no tengamos que sentirnos culpables de haber contribuido, con nuestra pasividad e indolencia, a esta ignominia.
Todos somos Badalona hoy, mañana será otro lugar y pasado un tercero, porque la violencia contra niñas y mujeres, en verdad, no parece importarle a nadie. Ponemos parches, hacemos un tuit, convocamos un minuto de silencio, condenamos el hecho, y aquí paz y después gloria. ¡Next!