Generación porno
Imagen de la promoción de 'Generación porno'

Las trampas de la «Generación porno»

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Las televisiones públicas del País Vasco y de Cataluña han coproducido una serie documental que, bajo el epígrafe Generación porno, se desarrolla en 4 episodios. Una vez emitida la serie y habiendo visto sus contenidos, mi posición ante el documental es ambivalente. Porque, a pesar de las indudables y lúcidas críticas de lo que significa la pornografía actual, especialmente las realizadas por Marina Marroquí y José Luis García, la verdad es que a mí, personalmente, me ha parecido que contienen una doble trampa. Me explico.

En primer lugar, a lo que asistimos es a un discurso cuyo principal mensaje es mostrar la perplejidad generacional entre padres y madres e hijos e hijas… no es que el porno sea malo, es que padres y madres pertenecen a otros tiempos; y por eso, estas cosas, «habrá que terminar asumiéndolas». Esa es, al menos, mi sensación. Sobre todo cuando algunas de las adolescentes relatan violencia sexual con una sonrisa, acrecentada cuando observan la mirada horrorizada de sus padres o madres.

Y como tendrá que normalizarse, gente de la industria pornográfica nos dice que lo mejor es aprender. Así es que proponen que los actores y actrices porno, sean quienes se encarguen de enseñar a nuestra adolescencia ¿Y qué les pueden enseñar? Pues está claro: a ejercer (los chicos) o a recibir (las chicas) violencia sexual de manera más profesional y entusiasta. Porque, lo que no se dice a lo largo de varias horas (aunque obviamente es fácil intuirlo), es que ese es, precisamente, el mensaje del porno en el 90% de las ocasiones: brutal violencia sexual contra las mujeres.

Imagen promocional del programa ‘Generación porno’.

Es urgente y necesario impedir el acceso al porno de infancia y adolescencia

A pesar de todo, el documental permite conocer muchos de los horrores de la pornografía, sencillamente porque la pornografía es «el horror». Pero insisto, eso sólo conmueve a personas adultas con sentido común. Aunque eso, como antes decía, puede constituir un incentivo adicional para que una adolescencia -cuya seña de identidad más acusada es rebelarse contra sus mayores- se anime, si no lo ha hecho ya, a «ver porno». Por eso decía al principio de este artículo que esta serie documental presenta una doble trampa. Esta es la primera, al contener el documental un mensaje que me parece bastante evidente: ver porno, y luego practicarlo, es una manera infalible de confrontar a padres y madres. El sueño de cualquier adolescente.

La segunda trampa es algo más sutil: normaliza el porno -con toda su innegable carga de misoginia- a partir de los 16-18 años. Porque esta serie documental viene a decir «bueno, el público infantil no es el destinatario del porno, aunque tiene su encanto transgresor para adolescentes, pero es que el público natural del porno es gente más madura: adolescentes más mayores y personas adultas».

Pero, siendo verdad que es urgente y necesario impedir el acceso al porno de infancia y adolescencia -hoy increíblemente fácil y gratuito- ya que estos grupos de edad son especialmente vulnerables al no haber adquirido aún la suficiente capacidad para el análisis crítico, eso de ninguna manera habilita la legitimidad del porno para los demás grupos de edad. Al contrario, desde el feminismo perseguimos su completa abolición.

¿Por qué? Imaginen por un momento que toda la población tuviera acceso gratuito a cientos de millones y millones (como hay en el porno) de vídeos racistas, xenófobos, homofóbicos, capacitistas, etc. a un único clic y de manera gratuita. O, simplemente, que sean judíos, negros, personas con discapacidad o inmigrantes, quienes son sistemáticamente violentados, violados, humillados en el porno ¿Creen que socialmente nos preocuparíamos sólo por el acceso a sus contenidos de infancia y adolescencia?

El porno es violencia sexual grabada y normaliza el odio y el desprecio a las mujeres

Eso sería impensable porque a nadie -con una mínima sensatez- se le escaparía que tal volumen de producción y su imparable crecimiento acabarían socavando valores sociales esenciales; y, por dicha razón, se reclamaría la supresión de vídeos con esos contenidos, ya que constituirían, con claridad meridiana, apología del delito de odio contra personas de color, inmigrantes, LGTBI, personas con descapacidad, etc. Y si, además, a partir de esa realidad se incrementara la violencia contra esos colectivos discriminados, la reclamación de su eliminación sería realizada con mayor presión y urgencia.

Imagen promocional del programa ‘Generación porno’

Pues bien, al parecer, «Generación porno» no le ve problema alguno a la pornografía mientras se dirija a personas adultas. Poco importa que constituya una evidente apología de la misoginia más descarada, ya que el porno es violencia sexual grabada y ejemplifica y normaliza el odio y el desprecio a las mujeres. Y, para acabarlo de rematar, está en la base del fuerte incremento de lesiones genitales y anales, está generando un notable crecimiento de las violaciones en grupo y pone en riesgo la salud e incluso la vida de las adolescentes y las mujeres.

Pero nada de ello, e incluso cosas mucho peores, parece suficiente para que una sociedad -anestesiada por medios de comunicación controlados por un capitalismo que odia a las mujeres- se movilice exigiendo abolir uno de los elementos que mejor trasmite la violenta y sexista cultura patriarcal, cuando simultáneamente se resiste -con falsa pacatería- a que infancia y adolescencia reciban educación afectivo sexual igualitaria y respetuosa entre los sexos.

Alcanzar el orgasmo violentando a mujeres se ha convertido en el objetivo de muchos hombres para compensarles de la pérdida de estatus como varones dominantes

Mientras tanto, el umbral de percepción de la violencia, especialmente la sexual, entre las y los adolescentes va diluyéndose, lo que provoca que se asuman como tolerables las conductas más degradantes y peligrosas hacia las mujeres ¿O alguien puede creer que los y las adolescentes no saben diferenciar perfectamente el cine, claramente un relato de ficción, de lo que se puede observar en el porno? En este último, aunque exista un amago de guion (con frecuencia, ni eso), la violencia sexual que se visibiliza es real: Porque es real la penetración múltiple, el bukake, las bofetadas, las asfixias, y un largo y horrible etcétera.

Puede que un niño no sepa que lo único fingido en el porno es que la mujer sienta placer en ser violada, agredida o humillada. Pero a los adolescentes de mayor edad y a muchos varones adultos está claro que eso no les importa. Incluso lo ven natural y positivo. Saben perfectamente que las mujeres que ven en el porno están fingiendo el placer; saben que es real que se la esté lastimando y humillando; pero acepta encantado el papel degradante reservado a las mujeres en el porno, simplemente porque a él le proporciona un placer sádico. Porque alcanzar el orgasmo violentando a mujeres se ha convertido en el objetivo de muchos de ellos para compensarles de la pérdida de estatus como varones dominantes, para resarcirles de un sistema que les empobrece, para desagraviarles por su irremediable medianía, ellos que tenían que heredar el mundo.

Y, como resultado de la perversa necesidad varonil creada por el porno, ese es el único espejo que ofrecemos a nuestras adolescentes donde poder mirarse para aprender lo que se espera de ellas en las relaciones sexuales.

¿Aún nos extraña el escandaloso porcentaje de chicas adolescentes que no quieren ser mujeres? ¿Aún buscamos la razón de que esas chicas renieguen de la femineidad?, ¿Aún nos extraña que se mutilen el cuerpo para eliminar cualquier elemento que erotice a los varones? ¿Aún nos sorprende que las adolescentes se declaren trans en porcentajes increíblemente altos? Pocas me parecen.

Amparo Mañés Barbé

Amparo Mañés Barbé, Licenciada en Filosofía y Ciencias de la Educación (Sección Psicología) por la Universitat de València. Feminista.
Exdirectora de la Unitat d’Igualtat de la Universitat de València.