Es una de las películas con carrera más ascendente del año. Los premios se acumulan y sus actores y director están acaparando titulares en todos los festivales de cine del año. Almas perdidas de Inisherin es una película en apariencia sencilla (que no simple) que el que la ve va siguiendo tranquilamente sin desengancharse ni un momento. Prácticamente tiene asegurado el Óscar al mejor guión y Colin Farrell podría llevárselo al mejor actor.
Pese al absurdo de los acontecimientos que van pasando en ella, no es como esas películas “culturetas” que pretenden dejar al espectador de tonto. Esta cinta te coge de la mano y te ayuda a sacar conclusiones, metáforas… te invita a jugar con ella, hasta el punto que cada uno puede sacar las conclusiones que quiera, y pueden ser conclusiones diferentes, pero se sacan. No es ese tipo de películas que la acabas y dices “no voy a perder un segundo en tratar de entender lo que he visto” que se estilan tanto hoy día.
El director de la cinta sitúa la acción en la isla de Inisherin, Irlanda, en pleno auge de la Guerra Civil Irlandesa de 1922. Es una isla casi nada poblada que vive, principalmente, del sector primario, agricultura y ganadería. No hay gran cosa que hacer, salvo cuidar de los animales y reunirse en la taberna para hablar de cosas muy, pero que muy triviales mientras se emborrachan. Y en este escenario es donde se mueven nuestros dos protagonistas, amigos de mucho tiempo, hasta qué, sin motivo aparente, uno de ellos quiere romper su amistad con el otro porque le considera aburrido. Nada más. Y el espectador se pregunta: ¿Cómo se van a sostener casi dos horas de metraje con semejante premisa?”. Pues se mantienen, y mucho. Sobre todo por la amenaza que el que se quiere separar le propina al otro en el caso de que quiera ponerse en contacto con él. Que te cuenten más es chafarte toda la magia del film, con un final que, lejos de ser algo que el espectador espera, te deja meditando.
El guión es su punto fuerte
El tratamiento de los pocos personajes que hay y los diálogos son exquisitos. En este caso, el guionista y director Martin McDonagh entiende que menos es más y no te recarga las situaciones secundarias. Alrededor de la pareja protagonista solo orbitan dos o tres personajes. Por ejemplo, la hermana de uno de ellos, interpretada por Kerry Condon, que está acaparando casi todos los premios de la temporada, el carismático y simple Dominic, amigo de la pareja de hermanos, un personaje cuyos instintos básicos están a flor de piel pero que sus momentos de lucidez inspiran acciones, un personaje tremendamente tierno interpretado por el nuevo Joker de la nueva era Batman, Barry Keoghan, que también está acaparando nominaciones. Y, por último, el padre de éste, un policía abusivo con los ciudadanos y con su hijo en la intimidad.
El director hace danzar a estas figuras en un escenario triste, básico y aburrido, poniendo sobre la mesa temas como la autoridad por la autoridad (tanto el personaje del policía que acabo de mencionar como el del cura del pueblo que sale en un par de escenas caen realmente mal, son verdaderamente estúpidos), la cabezonería de mantener tu posición hasta el final cuando sabes que eso no te lleva a nada y, sobre todo, el debate de por qué vamos a ser recordados el día que nos vayamos, qué pesará más, ¿nuestra obra o nuestras relaciones humanas?
Los dos bandos de la Guerra Civil irlandesa
El debate que tienen los dos protagonistas sobre este tema es, simplemente, digno de estudio en escuelas de guionistas de cine. Incluso podría afirmarse que el director juega con la metáfora donde ambos protagonistas podrían representar a cada uno de los bandos de la Guerra Civil Irlandesa, dejando entrever que las razones por las que se empiezan las guerras son absurdas y que sus ansias por ganar sí o sí afecta a los que no tienen culpa alguna, en este casos, los personajes secundarios.
Y es que Martin McDough, director y guionista, basa el punto fuerte de sus películas en sus guiones. Con tal solo cuatro películas se ha situado en la élite de los creadores de Hollywood. Su ópera prima, la exquisita Escondidos en Brujas, que cuenta con la misma pareja protagonista que en la cinta de la que estamos hablando, es una delicia que conquistó a la crítica pero no al público en un primer momento. Este público la ha ido descubriendo con los años convirtiéndola en una cinta de culto. Con su segunda, Siete psicópatas, se consagró como un director interesante pero, sobre todo, con su tercera película, Tres anuncios a las afueras, ya acabó de conquistar Hollywood accediendo a los premios más importantes. Con ésa película y con la actual, McDough reduce bastante, pero sin olvidarla del todo, la violencia de sus dos películas iniciales para centrarse en el costumbrismo de personajes con un objetivo claro y sencillo, ya sea quitar unos carteles de la entrada del pueblo o reconciliarse, a toda costa, con un mejor amigo. Podemos decir que, sin dudas, Mcdonagh tiene el Oscar asegurado al mejor guion.
Y por último, y no menos importante, destacar el gran trabajo de los actores que encarnan a este par de amigos. Por un lado tenemos a un veterano actor secundario que lleva con nosotros toda la vida y que los más jóvenes recordarán por ser Ojo Loco en la saga de Harry Potter, Brendan Gleeson. Gleeson interpreta al amigo separatista, una persona mayor que quiere reconducir lo que le queda de vida para ser recordado cuando falte. Gleeson es el típico actor que siempre se ha quedado en las sombras, pero que siempre funciona, y no ha sido hasta este film cuando su nombre ha salido a la luz. Desgraciadamente, perdió el Globo de Oro, y seguramente pierda el Oscar también, frente al actor coreano Ke Huy Quan, del film Todo a la vez en todas partes.
Colin Farrell, el caballo ganador de la temporada
Farrel encarna perfectamente a un hombre de inteligencia limitada, tanto intelectual como emocionalmente, que tiene que entenderlo todo y que, sin una explicación válida, las cosas no le sirven. Seguimos, sobre todo, su vida en este largometraje, llegando a empatizar todo el rato con él, aunque sepamos que está muy equivocado en sus decisiones. Parece que, en su madurez, por fin Farrell ha comprendido que funciona más en este tipo de producciones que en grandes blockbusters como Alejandro Magno o Daredevil. En películas más íntimas es muy buen actor, pero en grandes producciones, simplemente, no sabe actuar, va perdidísimo. Sea como sea, ha ganado el Globo de Oro al mejor actor de comedia y toma un poco la delantera a sus dos grandes rivales para el Oscar, Austin Butler y Brendan Fraser.
No quisiera acabar esta crítica sin destacar el personaje de la banshee, dado que el título original de la película es The Banshees of Inisherin, quizás el personaje más atractivo y que más te invita a reflexionar. Para el que no lo sepa, una banshee es un espíritu femenino irlandés que, supuestamente, se aparecía a la gente para anunciar una muerte cercana inminente si no cambiaban el futuro con su comportamiento, y que en la película es encarnado por la anciana del pueblo, que se pasa toda la cinta aconsejando a los protagonistas aunque estos hagan siempre lo contrario.
En conclusión, Almas en pena de Inisherin deja huella, para bien o para mal, pero la deja. Lo más importante es que no trata al espectador de tonto, le hacen participar de su metáfora y le deja debates abiertos para tener con los amigos después de haberla visto. Martin McDonagh, sigue así
NOTA: 8