Entre los fans del género, y del cine en general, había mucha expectación ante el estreno de Oso vicioso (en inglés, Cocaine bear). ¿Qué vamos a ver? ¿Una cinta de terror convencional? ¿Una comedia alocada? ¿Algo que se va a quedar a medio camino? Y no solo eso, sino que, encima, la cinta la firmaba una de las personalidades de Hollywood tan polémica como vapuleada del panorama actual: Elizabeth Banks, la inolvidable Effie de Los juegos del hambre, actriz solvente y activista feminista muy reconocida en Estados Unidos hasta el punto de sobrepasar muchas líneas. ¿Qué ha salido de este cóctel?
Pues una película bastante disfrutable, la verdad. La directora coge como premisa un hecho real que sucedió en 1985 y lo interpreta a su manera. En esa época, unos narcotraficantes se vieron obligados a lanzar desde un avión paquetes de un alijo de cocaína que cayeron en pleno bosque.
La policía, al encontrarlos, vio junto a ellos el cadáver de un oso que había tenido un ataque al corazón por haber ingerido una gran cantidad de material de esos paquetes. ¿Pero qué pasaría si el oso no hubiera muerto y, no solo eso, al ingerir esa droga se hubiera vuelto adicto?
La historia en la que se basa
Éste es punto de partida de esta película, donde varios personajes, cada uno con su historia, confluyen en ese bosque donde un oso mata a quien sea para conseguir nuevas dosis. A saber: Una pareja de turistas naturalistas (él interpretado de forma exagerada por un casi irreconocible Mitchell de Modern Family); una madre (llevada a cabo por la siempre más que correcta Keri Russell, a la que conocimos en los años 90 como Felicity), que busca a su hija perdida en el bosque junto a un amigo de ésta;
A ese hay que añadir a un par de esbirros que buscan la droga; más el padre de uno de ellos (que nos brinda la última interpretación antes de fallecer del gran actor nunca tenido en cuenta por la Academia de los Oscar Ray Liotta); tres gamberros que tienen a los turistas atemorizados, un policía que persigue a los contrabandistas y una guardabosques con carácter (la mejor de la película, sin lugar a dudas) y su acompañante.
Como están viendo hay demasiado personaje, y la directora usa más de 40 minutos en presentártelos y en contarte la historia de cada uno de ellos. Demasiado tiempo, y puede llegarse a hacer un poco cuesta arriba porque quien ver la película quiere ver a un oso desatado. Una vez pasado este metraje y con el oso haciendo de las suyas, la película va perdiendo y recuperando el ritmo por rachas. Sin hacer spoilers, la escena de la ambulancia, para muchos la mejor de la película, es la medida de cómo tendría que haber sido todo el film.
¿De qué género hablamos?
Estamos hablando, todo el rato, de una comedia negra. La cinta no cae en el terror en ningún momento pero sí que contiene escenas cercanas al gore. Algunos personajes mueren de forma muy cruel y otros, sorprendentemente en pleno 2023, mueren fuera de cámara. La directora usa la elipsis de forma poco inteligente, dado que, de mostrar esas elipsis, la película hubiera subido puntos.
No faltan las dosis de comedia donde, efectivamente ríes, pero ésta está más concentrada en sus acciones que en sus diálogos, donde a algunos podrían haberles dado una pequeña vuelta de tuerca para que fueran 100% efectivos.
El oso, mero secundario
Desengáñense, el oso NO es el protagonista del film, acaparando en el conteo final relativas pocas escenas. Si están esperando ver una película similar a Cujo, de Stephen King, con un animal que acorrala a los protagonistas, que provoca tensión todo el rato, y que los va matando por sus malas decisiones ésta película no es así.
La acción de los personajes va pasando y su objetivo se ve entorpecido, de vez en cuando, porque se van cruzando con un oso intoxicado. El oso está hecho completamente en CGI, sin ningún molde real y se nota, no queda del todo mal, pero se nota.
La prueba de fuego de Elizabeth Banks
Hay que valorar el intento de la directora Elizabeth Banks en intentar ofrecernos algo diferente en una historia que podríamos haber visto muchas veces (la de animal contra humano) y, aunque le sale bien en un porcentaje muy alto, podría haber llegado a la excelencia perfectamente dándole una vuelta de tuerca a la vía que ya llevaba.
De todas formas, Banks, que ya ha demostrado mil veces que es una estupenda actriz y muy versátil, confirma, por fin, su valía como directora, tantas veces cuestionada. Ésta es su tercera película, después de haber hundido la saga de Dando la nota en su tercera entrega y de haber hecho la versión más woke de Los ángeles de Charlie que casi nadie vio. Aquí se despoja de todo su activismo a favor de la historia y sabe hacer cine. Sabe dónde colocar la cámara y sabe dirigir actores, dado que están en la medida correcta para no sentir que están en una película de Scorsese ni en un producto de serie B.
Tan solo un apunte (pequeño spoiler que no afecta a la trama): Hacia la mitad de la película descubrimos que no es un oso vicioso, sino una osa viciosa o una osa intoxicada en Latinoamérica. En el título original, Cocaine Bear, no se distingue el género, pero en sus versiones latina y española…
¿Se ha mantenido el título en masculino para no hacer spoilers o para evitar debates? Los mismos personajes dicen, al descubrir el género del oso, que lo han estado tratando en masculino porque se da por supuesto desde un inicio el género sin saberlo. Reivindicación Made in Banks o no, ahí se queda la historia, no afecta en nada más.
En definitiva, Oso vicioso es una película muy entretenida a la que un par de borradores más no le hubiera hecho ningún daño. Echamos en falta más protagonismo del oso, pero es una buena película para una tarde tonta de domingo, no para irla a ver al cine.