Joaquín Ferrándiz, el asesino en serie de Castellón.
Joaquín Ferrándiz, el asesino en serie de Castellón.

Joaquín Ferrándiz y la próxima liberación del asesino en serie de Castellón

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El autor Vicente Garrido Genovés, catedrático de Criminología de la Universidad de Valencia, participó junto a la Guardia Civil en el dispositivo para atrapar este psicópata que actuaba en el Levante. Elaboró su perfil criminal y ahora analiza para Crónica Libre cuáles son las claves de su puesta en libertad.

No ha habido otro asesino en serie como Joaquín Ferrándiz en España. Tan inteligente, tan metódico, tan asimilable en la población como un ciudadano corriente, con un buen empleo, cordial y de aspecto tranquilizador. Esto es mucho más meritorio cuanto que, antes de iniciar la serie de asesinatos, contaba con la grave desventaja de haber estado en la cárcel convicto de un delito de violación. Pero ese estigma que casi con seguridad deja al condenado con la etiqueta perenne de por vida de “sujeto peligroso” en él no dejó mella, puesto que en Castellón existía el convencimiento generalizado de que él había pagado por otro, y que todo el proceso en su contra había sido un lamentable error.

Cuando menciono esa excepcionalidad de Ferrándiz me baso en la realidad de los últimos asesinos seriales españoles. Ferrándiz clausuró el siglo XX en este tipo de homicidas en nuestro país. Todos los que vinieron en el siglo XXI mostraron un modus operandi mucho menos elaborado, y no llegaron en su contador macabro a las cinco víctimas, marca del valenciano. El asesino de la baraja, Galán, podría contradecir esto que digo, ya que mató a seis personas, pero mentalmente era un asesino mucho menos potente, y sus antecedentes suman fracasos constantes en su vida privada. Además, mató mediante un arma de fuego, lo que minimizaba mucho el riesgo y dificultaba más la investigación; sin contar con que se desplazó por toda la provincia de Madrid, mientras que Ferrándiz actuaba en una zona mucho más restringida y expuesta, y además debía de ejecutar con gran habilidad todo el proceso de ‘caza’ de la víctima: desde su selección y aproximación hasta el abandono del cadáver sin dejar apenas indicios, pasando por el proceso de dar muerte a la mujer. Tony King, el Asesino del Putxet o el falso Monje Shaolín, ‘solo’ acumularon dos víctimas, y con excepción del último, que fue atrapado de inmediato gracias a un testigo de la segunda agresión, los otros dos se vieron beneficiarios de investigaciones policiales poco afortunadas.

Ferrándiz es un hombre marcado de por vida, y al menos en España estoy seguro de que él está convencido de que no tiene ninguna posibilidad de esconderse si vuelve a matar.

Viecnte Garrido Genovés

A tan solo unos pocos meses de la liberación definitiva de Ferrándiz cunde la alarma. ¿Se pondrá en libertad a un homicida recalcitrante? Mi opinión es que, si bien es imposible poner la mano en el fuego (¿quién, en su sano juicio, lo haría?), la probabilidad de que vuelva a las andadas no es elevada, por varias razones. La primera es que han pasado veinticinco años desde que fuera detenido; Ferrándiz tendrá 60 años al salir. Esta es una edad donde el impulso homicida ha mermado de modo significativo; lo demuestran las estadísticas de todo el mundo. Además, por casos acaecidos en este siglo, sabemos que asesinos en serie sádicos que permanecieron matando durante años, dejaron de cometer crímenes al llegar a la edad madura (en torno a los 40-50 años), de tal modo que cuando fueron finalmente capturados (como Dennis Rader, alias BTK, diez víctimas, y Joseph DeAngelo, alias el Asesino del Estado Dorado, trece) hacía muchos años que habían dejado de matar. Así, Dennis Rader, que nació en 1945 y fue capturado en 2005, había cesado su carrera criminal en 1991, a la edad de 46 años; y DeAngelo, que nació en el mismo año que Rader y fue capturado en 2019, había cometido su último homicidio en 1986, a la edad de 41 años. Es decir, ambos habían asesinado por última vez muchos años antes de que fueran identificados y condenados.

La segunda razón es que Ferrándiz ha pasado la mitad de su vida en la cárcel (cinco años cumplidos de la primera condena de violación y veinticinco de la serie de homicidios). Esto pesa, como hemos podido comprobar, por ejemplo, en Ricart, el coautor del triple homicidio de Alcàsser, que lleva ya cerca de diez años libre y nada de él se ha sabido en este tiempo; así como con el mayor violador en serie de la historia de España, Luis Carbalho Arlindo, liberado hace cinco años sin novedad alguna.

Una tercera razón es que el estrangulador de Castellón contaba con un buen autocontrol, era un sujeto reflexivo, meditaba; y si bien finalmente no pudo apagar el fuego de su compulsión, esa base de una personalidad pausada y no sujeta a las inclemencias del temperamento explosivo y anárquico constituye un recurso que resulta acrecentado por un tiempo tan prolongado entre rejas. Los informes que tenemos acerca de su estancia en la prisión revelan que se ha sabido adaptar y sacar provecho de la condena, lo que refuerza esta idea. Se me dirá que también durante su cumplimiento de la pena por violación en 1990 había mostrado un buen comportamiento, pero, repito, entonces Ferrándiz tenía treinta años menos, y no había sufrido los efectos de una privación de libertad tan onerosa. Es cierto que los efectos de la cárcel pueden ser negativos, pero ello se aplica sobre todo a gente que proviene del mundo del delito, delincuentes de carrera, o bien en gente que tiene problemas mentales que no resultan tratados. Ferrándiz, si bien tiene rasgos importantes de psicopatía, no tiene (que se sepa) ninguna enfermedad mental, y su ambiente de crianza fue positivo, sin que consten antecedentes delictivos con anterioridad a la violación.

Finalmente, no podemos olvidar que este hombre será objeto no solo de una gran atención de los medios cuando salga, sino que la policía lo tendrá permanentemente en su radar cada vez que haya un homicidio en una zona próxima a donde se instale. En otras palabras, Ferrándiz es un hombre marcado de por vida, y al menos en España estoy seguro de que él está convencido de que no tiene ninguna posibilidad de esconderse si vuelve a matar.

Mi opinión es que lo mejor que podemos hacer es dejar que rehaga su vida, que tenga un ambiente tolerable que aleje de él, si es que se le acercan, los viejos fantasmas —en forma de fantasías homicidas— que un día ocuparon su mente hasta convertirlo en una pesadilla de horror para las mujeres de su tiempo.