Como todos los años, iniciamos 2024 deleitándonos con el más famoso de los conciertos, el de Año Nuevo de la Orquesta Filarmónica de Viena, esta vez dirigida por el maestro alemán Christian Thielemann, que repite a la batuta. Y, como todos los años, bien podemos tener a este evento como un buen reflejo de la ostensible desigualdad que sigue existiendo entre mujeres y hombres en el mundo, tanto dentro como fuera de la música.
El concierto de Año Nuevo es una de las tradiciones más extendidas en Europa para recibir el año nuevo. Y, en cierta medida, también lo es fuera del viejo continente, al tratarse de un evento televisado en directo a la población de un centenar de países, que disfrutan de la maravillosa música de algunos de los grandes compositores austríacos, interpretada por la que es considerada como una de las mejores orquestas del mundo. Al tratarse de un evento de gran prestigio y repercusión mediática conviene que lo analicemos con perspectiva feminista.
¿Cómo está integrada la Filarmónica de Viena?
La Filarmónica de Viena ha sido considerada tradicionalmente un espacio exclusivo de varones, al que tenían vedado su ingreso las mujeres, como sucedía con casi todas las orquestas sinfónicas. En los ochenta y cinco años de historia del “Concierto de Año Nuevo” de la Orquesta Filarmónica de Viena, no ha habido ninguna mujer que lo haya dirigido. Y, de los ciento cuarenta y cinco intérpretes, tan sólo 25 son mujeres; diez de ellas han sido contratadas recientemente.
Hace apenas veintiséis años que la Orquesta Filarmónica de Viena se abrió a admitir a mujeres, y se vio obligada a hacerlo cuando tuvo que afrontar las serias críticas por su sexismo de cara a su presentación en el Carnegie Hall de Nueva York, especialmente, por parte de la Alianza Internacional para la Mujer en la Música (International Alliance for Women in Music).
La primera mujer en integrar la orquesta como miembro de pleno derecho fue la arpista Anna Lelkes, contratada como tal en 1997, en condiciones laborales menos favorables que la de los varones; si bien, se trataba de una música que había tocado con la orquesta en su calidad de «no-miembro» durante veintiséis años. Unas semanas después de su ingreso oficial, el presidente de la Filarmónica, Werner Resel, dimitió en protesta, pues en la Filarmónica no sólo consideraban a las mujeres menos competentes que los hombres para interpretar la música académica; sino que también, como explica William Osborne, porque la Filarmónica buscaba seguir siendo una institución masculina.
Condiciones menos favorables y penalizar los embarazos
De hecho, en su artículo Tokenismo y despidos, Osborne desvela el desdén hacia Anna Lelkes “sólo se permitía mostrar sus manos durante las transmisiones de televisión, su nombre no aparecía en los programas y fue excluida de la mayoría de las fotografías oficiales de la orquesta. En algunos casos, incluso llevaba un vestido que parecía un frac”, pues se pretendía mantener la homogeneidad en el vestuario para dar la apariencia de que la Filarmónica seguía siendo una organización puramente masculina.
Después del retiro obligado de Lelkes, en 2006, la reemplazó la arpista Charlotte Balzereit, que para entonces era la única integrante de la orquesta. La razón por la que se contratara a arpistas es porque este es un instrumento muy feminizado, ya que hay muy pocos los hombres que se dedican a su estudio. Debido a las presiones externas para derribar la barrera sexista que impedía la contratación de mujeres en la Filarmónica de Viena, a partir de 2007 se empezó a contratar a más mujeres, pero con muchas restricciones y, según señala Osborne, con mayores exigencias y en condiciones laborales menos favorables que a los hombres, penalizándose los embarazos.
Según ha señalado su presidente en rueda de prensa, no se espera que cambie esta anomalía que restringe el acceso de las mujeres a la orquesta, o que las excluye de la dirección. Para Daniel Froschauer, una mujer dirigirá el Concierto de Año Nuevo «cuando llegue el momento». Y parece dejar claro que ese momento no llegará en breve, al señalar que “hace falta mucha experiencia para afrontar este reto”.
La Filarmónica de Viena rehúsa las audiciones a ciegas
Sin embargo, si tenemos en cuenta de que el maestro venezolano Gustavo Dudamel dirigió el concierto con tan solo 35 años (2017), no parece que la amplia experiencia sea el único criterio detrás de la decisión de no invitar a mujeres a dirigir la Filarmónica.
A diferencia de otras orquestas, la Filarmónica de Viena se rehúsa a abrirse a audiciones a ciegas, donde se dificulte el sesgo de género, es decir, la propensión humana a beneficiar o favorecer a las personas por razón de su sexo, que suele privilegiar a los hombres, en detrimento de las mujeres. La Alianza Internacional para la Mujer en la Música y otras organizaciones de mujeres músicas han criticado el proceso de selección de la Filarmónica de Viena, porque no garantiza que las mujeres (y también las personas pertenecientes a otras minorías) puedan competir en igualdad de condiciones que los hombres, según sus méritos.
¿Por qué el concierto de Año Nuevo es reflejo de la desigualdad entre mujeres y hombres?
En el mundo de la música sucede exactamente lo mismo que ocurre en todas las artes, ciencias y oficios, las mujeres tienen menores oportunidades y están infrarrepresentadas en la participación de los puestos y cargos, y siguen careciendo del justo reconocimiento de su valía para el ejercicio de los cargos de liderazgo y responsabilidad. No es que no haya suficientemente mujeres con talento y que cumplan los requisitos artísticos para acceder a las orquestas sinfónicas, es que las trabas que pone el mundo profesional a las mujeres también existen en el masculinizado y elitista mundo de la música académica.
La explicación larga la podemos hallar en el amplio estudio sobre la brecha de género en la música profesional, elaborado por Aránzazu Cruz, donde nos explica las razones por las que las mujeres siguen infrarrepresentadas en el ejercicio profesional en las orquestas sinfónicas.
Según su estudio, pese a que “las mujeres son el 55% de los estudiantes de conservatorio. Su presencia disminuye al 46% en jóvenes orquestas y alcanza el 34% de instrumentistas en orquestas españolas (casi en la media europea, que está en el 35%)”. Y, al igual que sucede en algunas ciencias y otras carreras en las que las mujeres son mayoría en los estudios de pregrado, conforme avanzan en la carrera profesional musical, se ven enfrentadas a trabas que dificultan que puedan hacer carrera en las orquestas y puedan aspirar a los puestos de liderazgo en las mismas.
«Después de obtener un puesto en una orquesta, las mujeres suelen trabajar en una atmósfera de exclusión e intimidación»
Este estudio viene a confirmar el realizado a mediados de los noventa por parte de Osborne, “El arte es sólo una excusa. Sesgo de género en las orquestas internacionales”, donde este autor entonces ya ponía de manifiesto las grandes injusticias cometidas contra las mujeres músicas, quienes no sólo debían demostrar su talento artística, competencia y profesionalidad, sino que también se les exigía demostrar una gran capacidad de resistencia frente a la adversidad y los abusos sexistas.
“Es un fenómeno social real, profunda y directamente perjudicial para la vida de muchas mujeres. A menudo están drásticamente subrepresentados en las principales orquestas y, en algunos casos, se les niega categóricamente la membresía por completo, únicamente por su sexo. E incluso después de obtener un puesto en una orquesta, las mujeres suelen trabajar en una atmósfera de exclusión e intimidación, donde sus posibilidades de ascenso y autoexpresión se reducen considerablemente. Estos problemas existen porque muchas orquestas internacionales creen que la uniformidad étnica y de sexo produce superioridad estética. Por lo tanto, proporcionan material fuente sorprendente e interesantes bases de prueba para el sexo en las teorías musicales”.
Además de las altas exigencias profesionales, las mujeres músicas que se han abierto camino en el elitista mundo de las orquestas sinfónicas y de la ópera deben someterse a un ambiente de masculinidad tóxica, que las hace muy vulnerables frente al acoso sexual y toda clase de abusos laborales, especialmente por razón de embarazo y maternidad.
Denuncias por acoso sexual
Los casos más conocidos de ambientes laborales de machismo tóxico en el mundo de la música académica son los protagonizados por dos de los ídolos de la música más famosos, Herbert Von Karajan y Plácido Domingo, conocidos ambos por condicionar la contratación de las mujeres y el mantenimiento de sus puestos de trabajo en función de su sumisión sexual. Abusos que ellos consideraban que formaban parte de la erótica de su poder y que atribuían a prerrogativas de sus cargos, aceptadas socialmente en las épocas en que ejercieron el poder. James Levine, Charles Dutoit y Daniele Gatti son otros directores que han sido apartados de sus cargos por denuncias por acoso sexual en los últimos años.
Al abordar este tema en 2017, en un reportaje de Jessica Martín se había señalado que “la escasez de mujeres directoras se debe al ‘machismo’ que arrastra este puesto ‘de liderazgo’ dentro de la música clásica, según coinciden en señalar músicos y otros profesionales de este sector”. “No hay ninguna razón física ni mental para que una mujer no pueda dirigir”, argumenta Patrick Alfaya (Madrid, 1971), director de la Quincena Musical de Donostia, que considera que la desproporción en el número de mujeres en el campo de la dirección de orquesta es un problema de ‘machismo cien por cien’”.
De ahí que la explicación corta la hallamos en nuestra estructura social: el patriarcado, es decir, en el sistema sociopolítico de jerarquía del poder, donde los hombres están en la posición de dominio, y las mujeres se hallan en la posición de subordinación, que les impide acceder al ejercicio del poder.
En el mundo de la música, como en el resto de los ámbitos socialmente relevantes, los hombres que ejercen el poder se aseguran de mantener a las mujeres apartadas, controladas y, desde luego, sometidas, incluso mediante el empleo de la violencia, ya sea psicológica, sexual, laboral o institucional, y ya sea que ésta tenga un carácter leve; o, como en los casos de Karajan y Domingo, que la violencia sea explícita y, por tanto, tenga el carácter de grave.
Como correlato, hallamos a mujeres que aceptan su rol de ‘mujeres coartada’ del patriarcado, y que alegan rehusarse a avanzar en sus carreras a través de las políticas de acción positiva, por considerarse ellas mismas las excepciones a una pretendida inferioridad o incapacidad femenina, y creer que las políticas que promueven la igualdad entre mujeres y hombres no son cuestiones relevantes ni necesarias para el avance social de las mujeres. El lema de las ‘mujeres coartadas’ del patriarcado –“mujer alibí”, según el término empleado por Hannah Arent en su día– es que si ellas pueden, cualquier mujer puede.
Políticas de igualdad de trato y oportunidades entre hombres y mujeres
Un claro ejemplo de esta equivocada forma de entender las políticas de igualdad de trato y oportunidades entre mujeres y hombres frente al mérito, es la adoptada por la brillante violinista búlgara de la Filarmónica de Viena, Albena Danailova; que, por méritos, bien podría aspirar a ser la próxima directora del Concierto de Año Nuevo. Danailova rechaza la importancia de las políticas de igualdad y alega en reciente entrevista que “ningún músico quiere ser elegido para cumplir una cuota«.
El problema es que Danailova olvida que ninguna mujer que pretende llegar a los puestos de dirección y liderazgo a través del sistema de cuotas llega por sólo por razón de la cuota, pues ésta lo que hace es propiciar que las mujeres más aptas puedan competir con los hombres (supuestamente más aptos) en igualdad de condiciones. Por cierto, aunque se tenía previsto que Danailova ejerciera de concertino en el Concierto de Año Nuevo, cedió atril del primer violinista a su colega Rainer Honeck´.
No han trascendido las razones por las que la primera violinista, que está ahí estrictamente por sus méritos, ha cedido su puesto a un hombre. Y nos merecemos una explicación fundada del director y de Danailova, porque el concertino (en su caso, la concertina) es la violinista jefe, encargada de ejecutar las partes más difíciles de la partitura y de tomar las decisiones relativas a la técnica de ejecución de los violines y, en su caso, de todos los instrumentos de cuerda. Es tan relevante su cargo que puede encargarse de la afinación de toda la orquesta antes de los ensayos y actuaciones y otras cuestiones técnicas, que le otorgan una posición de preeminencia.
En el mundo de la música –como en el de la política– podemos ver con meridiana claridad que los avances para las mujeres se frenan no sólo por las rígidas trabas de diversa índole que imponen los hombres en ejercicio de los privilegios que les proporciona el sistema patriarcal aún vigente, sino porque las mujeres que logran ascender a posiciones de poder refuerzan tales trabas al prestarse al rol de mujer-alibí. Y aquí se repite la constante universal explicitada por Simone de Beauvoir, en su célebre frase: “el opresor no sería tan fuerte si no tuviese cómplices entre los propios oprimidos”.
Grandes directoras de música académica
En el mundo de la música no es que no haya directoras que tengan los conocimientos, experiencia, ambición y liderazgo requeridos para dirigir la Orquesta Filarmónica de Viena, o cualquier otra, tal y como puede leerse en este artículo sobre directoras, en Mujeres y Música. Lo que ocurre es que, como sucede en el resto de los ámbitos de la vida pública, los hombres que dirigen las orquestas no quieren que las mujeres lleven la batuta. El director del Concierto de Año Nuevo de 2025 otra vez será un hombre, el octogenario maestro italiano, Riccardo Muti.
No puedo terminar este escrito sin recomendar el brillante trabajo y la trayectoria de algunas de las grandes directoras de orquesta actuales. Cualquiera de ellas, si les dieran la oportunidad, haría las delicias del público de la Sala Dorada del Musikverein de Viena con su maravilloso talento. Mi reconocimiento especial a Simone Young, Shi-Yeon Sung, Marin Alsop, Ligia Amadio, Alondra de la Parra, Gabriela Díaz Alatriste, Anu Tali, Carolyn Watson, Nazanin Aghakhani, Mirga Grazinyte-Tyla, Susanna Mälkki, Lara Diloy y mi favorita, la encantadora directora española, Inma Shara.
Esperemos que este 2024 sea un año donde las mujeres podamos tener los mismos derechos, deberes y oportunidades que los hombres, y podamos por fin erradicar la violencia a la que nos somete. Feliz año nuevo feminista y musical.