Manifestación 8M en Madrid. Foto: Diego Radamés / Europa Press
/

Los embrollos de las leyes trans

3 Min. lectura

La ley Trans dice que no hará falta ni certificado médico, ni someterse a ningún tipo de tratamiento hormonal o quirúrgico, ni siquiera cambiar de nombre para cambiar de sexo. Si ser mujer es un “sentimiento interno” que sólo la persona puede experimentar, ¿por qué Roma Gallardo no puede ser mujer y Emma Colao sí? ¿Una es trans verdadera y la otra una trans falsa? ¿Hay que usar peluca o tacones para poder ser considerada trans de verdad?

Las redes sociales hierven, como se suele decir, estos últimos días por diversos motivos, aparentemente distintos entre sí, pero conectados: parece que empiezan a verses las grietas, por no decir los socavones, de las tan reclamadas universalmente Leyes Trans. Por una parte, la decisión de la Federación Internacional de Atletismo (WA) de no aceptar mujeres trans en las competiciones femeninas ha levantado ampollas, pero no ha causado grandes desollones en ese movimiento tan cohesionado y activo como parece que es el transgenerista.

Cariñosos transactivistas

No hay ni columnas de opinión, ni grandes declaraciones de asociaciones trans, ni por supuesto manifestaciones en las calles clamando contra esta, por otra parte, razonable decisión. ¿Dónde está pues ese movimiento internacional capaz de silenciar a las mujeres que tratan de hablar en público y que tan agresivo se muestra en algunas situaciones? Véase lo que le ha pasado a Posie Parker (Kellie-Jay Keen) en Nueva Zelanda, donde la han tenido que rescatar, casi ahogada, los servicios de seguridad de los muy cariñosos transactivistas, que la querían abrazar.

Ni siquiera los activistas organizados protestan, mientras nuestra querida cadena La Sexta tergiversa la información y en lugar de decir “mujeres que defienden sus derechos” traduce “discurso de una tránsfoba”. O sea, manipulación burda de la información: la mala es Posie Parker, que lidera el movimiento Let Women Talk, y los buenos son los que intentan silenciarla.

Tres meses

Pues igual que aquí, pero en más pequeño, lo que le ha pasado a Silvia Carrasco y otras compañeras de DoFemCo cuando han querido presentar el libro La coeducación secuestrada, acto que ha sido incluso denunciado por el Ayuntamiento de Badalona como acto tránsfobo.

Otra pata de este despropósito de creer que todo el mundo puede cambiar su sexo a voluntad es el sainete de Torrelodones, y esas pueriles declaraciones de Joaquim Bosch diciendo que claro, que faltaba el trámite de ratificación pasados los tres meses, que hasta entonces no se puede dar por oficialmente cambiado el sexo de una persona.

Oh sí, por dios, tres meses de espera es una prueba irrefutable de esa conversión divina que detecta el fraude de ley. Pido mi cambio de sexo, espero tres meses para ver si persisto en mi deseo, no sea que a la semana mi identidad sentida haya cambiado, y así el fraude de ley se ha impedido. Ridículo.

¿Trans verdadera y trans falsa?

Y que estos que así se manifiestan sean ministras, secretarias de estado, jueces o políticos y no se sonrojen de la vergüenza ajena que provocan es para dudar seriamente de la capacidad intelectual de estos personajes. Esta ley es en sí misma un fraude de la que ya se están viendo los primeros manotazos, como esas discrepancias entre los propios activistas que consideran que hay tíos que se están aprovechando de la ley, pero que no son auténticos trans.

¿Es Emma Colao trans verdadera, y Roma Gallardo trans falsa? ¿Por qué una, que no tiene ni un pelo de tonta, que se presenta como Candidata a la Presidencia de Canarias es aceptable, y la otra, que dice en su bio que es “mujer empoderada, guapa y lesbiana” y luce una barba y un cuerpo viril envidiable, no? ¿Significa eso que hay que “parecer” una mujer, tipo Mar Cambrollé, o Marina Saenz, usar peluca o tacones para poder ser considerada trans de verdad? ¿Hay que comportarse como una mujer, según el ínclito Joaquim Bosch? Díganos, señor Bosch, ¿cuál es el comportamiento que debe tener cada sexo?

La tercera y definitiva gran cagada

La ley Trans dice (art. 44.3 y 44.4) que no hará falta ni certificado médico, ni someterse a ningún tipo de tratamiento hormonal o quirúrgico o incluso ni siquiera cambiar de nombre para cambiar de sexo. Si ser mujer es un “sentimiento interno” que solo la persona puede experimentar, ¿por qué Roma Gallardo no puede ser mujer y Emma Colao sí?

Nos tienen que explicar qué es comportarse como mujer o aparentar ser una mujer para que las mujeres sepamos a qué atenernos, por favor, que estamos en ascuas, esperando que las autoridades nos digan qué tenemos que hacer.

Sólo nos puede sacar de este embrollo que Irene Montero y Ángela Rodríguez “Pamsigan con su diarrea legislativa y elaboren una nueva ley que defina claramente qué es ser mujer. Ruego por tanto que no tomen nada contra la indisposición gástrica, a ver si las evacuaciones líquidas anteriores se solidifican y nos obsequian con la tercera y definitiva gran cagada.

Juana Gallego

Profesora universitaria