Ana García Obregón en diciembre de 2021. José Oliva / Europa Press

Me he comprado un esclavo

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He recurrido al catálogo, completísimo, de una agencia de “Acompañamiento doméstico irrenunciable”, que se llama, y he elegido un buen mozo que se ofrecía por un precio al alcance de mis bolsillos. El mercado de “Acompañamiento doméstico” es una magnífica idea porque ofrece a todo aquel que pueda permitirse el lujo de tener una persona 24 horas a su servicio para que cumpla sus deseos, de la índole que sea.

Puedes adquirir un “acompañante doméstico irrenunciable” entre los muchos que se ofrecen, de forma voluntaria y sin que nadie les coaccione, y que permanezca junto a ti y hacer lo que decidas que haga. El contrato que firman es muy claro: están a tu servicio y no pueden abandonarte si lo desean porque les puedes denunciar por rescisión de contrato, y les podría acarrear incluso penas de prisión. El contrato además lo firman libremente, con pleno conocimiento informado de lo que implica.

El mercado de “Acompañamiento doméstico irrenunciable” está creciendo porque cada vez más la soledad hace estragos entre las longevas generaciones de los países ricos, y hay abundancia de “oferta” en multitud de países menos favorecidos, con lo cual le haces un favor a muchas personas. Pero no solo los o las personas mayores pueden acogerse a esta práctica, sino que cualquiera que tenga suficientes recursos económicos para alimentar, vestir y alojar a un acompañante, puede acudir al mercado y escoger a quien desee con las características que desee.

Innumerables ventajas

Las ventajas de adquirir un “acompañante doméstico irrenunciable” es que no tienes que negociar nada con él/ella, puesto que su único fin es estar a tu servicio. Tienen que vestirse como tu digas, comer cuando tu lo hagas, satisfacer tus caprichos eróticos, si los tienes, y estar permanentemente disponible para ti para lo que quieras. Por eso se llama “Acompañante doméstico irrenunciable” y no marido, novio, amante o amigo, porque has pagado una pasta por él o ella.

¿Les parece que estoy exagerando y haciendo una hipérbole que no es realizable y que la esclavitud se abolió hace tiempo? Es que no estamos hablando de instaurar la esclavitud, porque las personas se prestan voluntariamente a ser “adquiridas”; prestan su consentimiento libremente manifestado, y el mercado es limpio y se rige por las normas comerciales al uso.

Ya no estamos hablando de mujeres sino de incubadoras

¿Qué diferencia hay entre adquirir un “acompañante doméstico irrenunciable” y recurrir a una mujer para que geste una criatura para unos desconocidos? Ninguna. Desde el momento en que se disocia el gestar y parir de la filiación ya no estamos hablando de mujeres, sino de “incubadoras” humanas que elaboran un producto previo pago por parte del cliente que lo ha encargado. No es una técnica reproductiva para personas infértiles, es un mercado global para satisfacción narcisista de quienes quieren darse el lujo de tener descendencia porque sus posibilidades económicas se lo permiten.

Las personas que compran criaturas no son “madres” ni “padres”, son compradores que viven la ficción de la maternidad o paternidad, igual que viven la ficción del cambio de sexo quienes creen que pueden cambiarlo solo porque la ley lo permita.

Amar a las criaturas compradas

¿Qué los compradores de bebés pueden amar a las criaturas compradas? Sí, claro, conozco personas que quieren a sus perros o animales domésticos como si fuesen sus propios hijos. Este es el despiadado mundo en el que vivimos y la adquisición de un “acompañante doméstico irrenunciable” puede ser tan factible y tan pensable como lo es ahora encargar un bebé a la carta.

Sólo hace falta que se ponga en marcha el mecanismo que lo posibilite: paliar la soledad es un derecho humano. Y a partir de aquí, los medios de comunicación harán el resto hasta que la sociedad lo vea como una práctica normalizada. Así que sí, me he comprado un esclavo, pero como las teorías posmodernas consideran que todo se reduce a “juegos de lenguaje”, esa palabra está obsoleta. Digamos que he “adquirido un acompañante irrenunciable” que a mi lado va a vivir como nunca en su vida hubiera podido soñar. Espero que si no me ama al menos me lo agradezca.

Juana Gallego

Profesora universitaria