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Las congoleñas del mañana que cambian su destino

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Hablar de lo que sucede en la República Democrática del Congo (RDC), del sufrimiento de su pueblo o de las injusticias cotidianas que se viven como algo irremediable es hablar de sus mujeres y niñas. No sólo porque sean la mitad de la población sino porque son ellas las que, por una parte, sostienen y empujan al país y, al mismo tiempo, las que sufren más que nadie las consecuencias de las guerras, la miseria, los abusos y la corrupción.

Nadie mejor que dos activistas volcadas especialmente en las niñas Grâce Maroy, co-fundadora de la organización Mwanamke Kesho, con sede en la ciudad de Bukavu (Kivu Sur), y Julienne Nikuze, estudiante de Medicina y activista de la organización en zonas rurales del territorio de Rutshuru, en la provincia de Kivu Norte, para saber a lo que se enfrentan.

Tal y como resume Grâce Maroy “aquí no se reconoce el esfuerzo de la mujer, no se toman en cuenta las horas dedicadas a las tareas del hogar. La situación se ha normalizado, incluso sucede que te encuentras con una mujer para hacerle tomar conciencia de sus derechos y ella te dice que es su destino y no puede hacer otra cosa. Varias mujeres quisieran salir de ese aprieto y retomar sus vidas, pero la mayoría dependen de su pareja. Estamos en esta sociedad donde a las mujeres no se les ha formado para trabajar y ver más allá del matrimonio, no tienen el mismo derecho que los hombres a acceder a un empleo, a educación para aprender a trabajar o crear empresas y así tomar decisiones sobre sus propias vidas, muchas víctimas por su sexo”. 

Una habitación propia

Por ello Maroy se empeña diariamente el camino para dar la vuelta a tanta opresión. “A través de acciones liderando iniciativas de mujeres, creando negocios que inspiren a otras y den empleo, etc… Con eso podemos ser económicamente independientes y así podrás dar tus opiniones, se tomarán en consideración tus puntos de vista. Esto es lo que aconsejo a las mujeres, trabajemos y ganemos dinero, contribuyamos al desarrollo e impondremos nuestro lugar”.

Y es que la sociedad congoleña es profundamente patriarcal. Carga por completo sobre las mujeres el trabajo y la responsabilidad de sacar adelante hogares y familias muy numerosas. Ellas sacan adelante al país siendo el 70% de quienes trabajan en el campo, las que llevan y venden en los puestos de los mercados los alimentos producidos, las que abren y mantienen pequeños negocios, comercios, las que lavan a mano el mineral que produce la inmensa minería artesanal congoleña o las que, muchas veces, embarazadas incluso, sacan ese mineral, aprovechando su menor tamaño, por los estrechos agujeros excavados en la tierra.

A esta explotación laboral se suma la sexual mediante la pederastia con los mal llamados “matrimonios precoces” y los embarazos no deseados, así como la violencia machista -que ni siquiera se puede cuantificar- o las violaciones tan presentes en cualquier rincón de los hogares.

Además aquí la terrible desigualdad entre hombres y mujeres no es un problema de leyes. Desde la Constitución congoleña y su artículo 14 (los poderes públicos velan por la eliminación de todas las formas de discriminación contra las mujeres y garantizan la protección y promoción de sus derechos. (…) Toman medidas para combatir todas las formas de violencia contra las mujeres en la vida pública y privada. etc.) o leyes emanadas de él, como la Ley de 1 de agosto de 2015, relativa a la implementación de los derechos de las mujeres y la paridad, el marco legal respecto a las mujeres congoleñas es tan impecable como irreal. Las leyes son buenas a estas alturas, hay que popularizarlas, entenderlas y luego aplicarlas y es nuestra responsabilidad, de todas las personas que luchamos por los derechos humanos, particularmente los de las mujeres, recalca Grâce.

Niña hoy, mujer mañana

De esa responsabilidad nace Mwanamke Kesho (Niña hoy, mujer mañana) la iniciativa fundada en diciembre de 2019 por una jovencísima Grâce Maroy para formar a las niñas y jóvenes en sus derechos como mujeres porque, si ya casi desde que andan viven en un mundo que marca claramente las diferencias entre niñas y niños, su paso a mujeres no es menos traumático hasta en los cambios físicos más elementales como la menstruación.

El tabú en la República Democrática del Congo sobre la menstruación sigue ahí. Mientras que el mundo entero ha evolucionado ha roto con el prejuicio que no contribuye en nada al desarrollo de la joven mujer del mañana; no sólo es delicado hablar del tema en la comunidad, sino que también es muy complicado acceder a productos de higiene, particularmente en zonas rurales donde por sí solas la tasa de pobreza supera el 70%.

“Esto se ve reforzado por costumbres y normas sociales preestablecidas. Durante el inicio del curso escolar, las necesidades primarias son preparadas por los padres, pero este aspecto de la higiene se olvida por completo, lo que hace que muchas niñas abandonan las clases durante su período de menstruación, al no disponer de servicios adecuados en los colegios (baños o lugares de intercambio) o ropa interior digna. Este año escolar planeamos apoyar a 10 jóvenes de zonas rurales con posible equipamiento y, si es necesario, construir lugares adecuados para que ninguna falte a clase porque durante la menstruación esperamos poder movilizar más medios para darnos esta idea material”, explica Grâce.

Esta joven feminista recuerda el testimonio de una niña que relataba cómo durante su menstruación las niñas de su escuela tenían que faltar a clase porque no se les permitía usar los cuartos de baño comunes con los niños porque «los deterioraban». Igualmente, en referencia a acciones de Mwanamke Kheso, habla del reparto de ropa interior más básica entre las jóvenes de una aldea que aquí libra de la estigmatización y de peligrosas infecciones a muchas mujeres. 

Aprender para ser libres

La escuela, el instituto o la universidad son otras duras pruebas para las niñas que se están convirtiendo en mujeres. “Ellas mantienen unos porcentajes menores de escolarización que sus compañeros y siguiendo porque su tasa de abandono es mucho mayor, el trato que reciben también es muy diferente”, tal y como explica Julienne Nikuze, estudiante de Medicina. “Hay un trato diferente al de los estudiantes tanto que ellos me tratan como si fuera incapaz. Me toman por una criatura débil que necesita ayuda o protección; lo cual es un juicio erróneo contra mí”.

A esta infantilización se añade la población a la que atiende diariamente. “Tienen poca confianza en mis capacidades como mujer aún tan joven pero no puedo desanimarme porque esta lucha ha sido una de mis prioridades desde que trabajo con Mwanamke Kesh?”.

Cambiar la estructura patriarcal congoleña entre las propias mujeres y más en zonas rurales se hace muy complicada. “La mujer rural de Rutshuru ignora sus propios derechos. Al estar aislada en el campo, los hábitos y costumbres de su entorno no le permiten conocer, proteger o defender sus derechos porque para ellos la mujer es considerada esclava de su marido. Pero al menos, y esto nos sirve para recuperar un poco el aliento en este recorrido, no en todas partes es igual”, tal y como explica Julienne, especializada en el trabajo rural de la organización.

La otra cara de la moneda está en las mujeres de los barrios marginales de Kinshasa, Goma y Bukavu. “Allí conocen algunos de sus derechos” y por eso ella lucha día y noche para que sean respetados. “Me valgo de diferentes medios: manifestaciones públicas, marchas pacíficas, conferencias, medios, memorandos…) para hacerse oír y conseguir su objetivo: dar a conocer sus derechos y disfrutarlos”.

El compromiso de los congoleños

Un empeño en el que Grâce y el resto de compañeras no están solas. Cada vez son más los chicos que participan con ella. “La lucha de las mujeres no podrá triunfar ni alcanzar sus objetivos sin la colaboración de los hombres. Es cierto que desde siempre el liderazgo en el mundo es de los hombres, pero también sabemos dónde estamos hoy: en la etapa de concienciación de las mujeres. Es importante y es hora de marcar la diferencia, necesitamos de todos para reconstruir este mundo. Con la igualdad entre los hombres y mujeres no nos referimos a menos derechos para los hombres y más para las mujeres, en absoluto”. 

Y es que esta activista explica que “sensibilizar a las jóvenes y mujeres del mañana sobre estos derechos y responsabilidades hacia la sociedad no significa que queramos crear una rebelión de unas contra otros o sacar a unos de su lugar en favor de otras. Por eso hemos apostado por no sólo trabajar con las mujeres más jóvenes sino también involucrar a los más jóvenes en nuestras sesiones y actividades para que entiendan que cada uno tiene su lugar y su aportación a la reconstrucción de un mundo igualitario». Y añade:

«Para aprender sobre sus derechos y deberes, pero al tiempo interiorizarlos y hacerlos prácticos en la vida es importante saber que estamos juntas en esta batalla, en ningún caso tomar conciencia de las jóvenes y mujeres del mañana debe ser la fuente de otros conflictos y problemas comunitarios”.

Grâce Maroy, co-fundadora de la organización Mwanamke Kesho

Así las cosas, Grâce recuerda las palabras de uno de los estudiantes que ha formado parte en esta sensibilización de Mwanamke Kheso. Yo era alguien que no consideraba a las mujeres en la sociedad, pero mi participación en el espacio juvenil cambió mi percepción, entendí que junto a las mujeres podemos hacer algo. Hoy me comprometo a hablar de ello con mis amigos y mi familia”, decía.

Además, dicha activista remarca que los hombres “son un apoyo importante en la incidencia y sensibilización con otros hombres que aún no han entendido el cambio que se requiere. Es importante insistir en estos aspectos durante las sensibilizaciones para que cada parte se sienta segura de que lo hemos experimentado y tenemos más hombres en entornos rurales y urbanos y autoridades locales que apoyan plenamente nuestra causa porque habiendo entendido nuestros objetivos, nuestras intervenciones siempre van con el enfoque del hombre como socio y no como oponente”.

En esta difícil tarea Mwanamke Kheso -que pronto cumplirá cuatro años- la organización ha asistido a más de un centenar de mujeres consiguiendo que sean más autónomas económicamente, exigentes con sus líderes y participativas en la vida civil, asumiendo la lucha contra la violencia de género y la discriminación de niñas y mujeres y la defensa del medio ambiente, en cuyo deterioro también se llevan la peor parte.

Y es que los pasos que estas mujeres están dando pueden parecer pequeños pero sus victorias son grandes. Porque lo que importa es lo que están llevando a cabo. No podemos olvidar que es el ejemplo lo que cambia el mundo, no una opinión. Las palabras se van, sólo las acciones dan testimonio”, finaliza Grâce Maroy.

Julian Gomez-Cambronero Alcolea

Autor de los libros "Todo lo que el medio ambiente puede hacer por ti" (2017) y "¿A quién le importa el Congo?" (2020). Creador y responsable de @CongoActual, medio de difusión de la actualidad de la R. D. del Congo y del blog elcongoenespanol.blosgpot.com