Feminismo indómito
Pedro Sánchez, y Yolanda Díaz. Foto: Carlos Luján / Europa Press
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Feminismo indómito

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En los últimos años la mayoría de los analistas políticos y presuntos especialistas habían decretado que el feminismo estaba dividido porque había una lucha encarnizada por la hegemonía del movimiento entre el PSOE y Podemos. Por mucho que algunas insistiéramos en que era un análisis inexacto e insuficiente, como la mayoría de medios de comunicación había optado por ignorar nuestras reflexiones, este ha sido el relato que ha dominado.

El resultado de esta miopía en el análisis fue, como se ha podido observar en las últimas elecciones, tanto municipales como estatales, la pérdida de voto feminista tanto por parte del PSOE como de Unidas Podemos, sin que ninguno de estos partidos haya aglutinado el voto del feminismo que, en muchos casos, se abstuvo o votó nulo.

El PSOE lo ha reconocido y para congraciarse y recuperar a las mujeres –la gran esperanza de los socialistas– ha reunido a unadestacada representación” del  movimiento feminista en una “conversación libre”, aunque muchos colectivos y asociaciones no han sido invitadas. Este es el sector que conforma el feminismo indómito.

Yolanda Díaz e Irene Montero

El feminismo indómito es el que no se ha plegado a los delirios transgeneristas de Unidas Pudimos, ni es presumible que se adhiera al feminismo del 99% de Sumar, un invento que la filósofa Nancy Fraser y otras colegas patentaron allá por 2019 y que Yolanda Díaz ha recuperado ahora como si hubiera descubierto el hilo negro. Nada nuevo, más allá de ser un “movimiento integrador, plural, inclusivo, amable” que aglutine no solo a las mujeres y los 2SLGTBIQ+, a los hombres y hasta el calvo que pasaba por Villacarrillo de Alpandeire. Es decir, un feminismo para todos y, por tanto, para nadie.

El feminismo indómito tampoco se ha creído los cantos de sirena de los socialistas, a los que ha reprochado el abandono de la agenda feminista, que ha dejado el Ministerio de Igualdad en manos de una de las ministras más nefastas de la democracia. Irene Montero ha “acuerpado”, que se dice ahora, a los “disidentes de género”, a los trans y a los No Binarios, anécdotas y ocurrencias de las académicas norteamericanas que se han elevado al nivel de nuevas categorías humanas.

Aún estamos esperando que dé una explicación plausible del destino de los fondos del Pacto de Estado contra la Violencia de Género, muchos de los cuales han acabado en charlas, debates, cursillos, conferencias, seminarios e incluso monólogos de humoristas sin gracia que nada tienen que ver con la violencia que asola a las mujeres.

Fortalezas y debilidades del feminismo indómito

El feminismo indómito tiene muchas fortalezas, pero también importantes debilidades. Entre las primeras está la de no renunciar a la racionalidad, la defensa del pensamiento crítico, la de no confundir el sujeto político del movimiento, la infatigable denuncia de quienes han usurpado su nombre, la de arrostrar las críticas de los que quieren asimilarlo a la ultraderecha, el compromiso con la verdad y tener el coraje de decirla pese a la hostilidad de todos los que han pretendido silenciarlas, hostigarlas e incluso agredirlas.

La fortaleza de no someterse a los dictados posmodernos ni venderse a poderes que han financiado con generosidad actividades anti-feministas con la intención de cortocircuitar su lucha. El feminismo indómito es pobre de solemnidad, pero siempre encuentra la forma de expresarse, salir a la calle, reunirse, manifestarse, confeccionar pancartas, hacerse visible, convocar concentraciones, gritar verdades incómodas, redactar manifiestos, enviar comunicados. Ahí están las acciones que se llevan a cabo en las calles y las redes y webs de los diferentes colectivos para dar cuenta de ello.

Entre las debilidades, la más notoria es su fragilidad organizativa. En su pretensión de alcanzar la perfección democrática es fácilmente fragmentable, y basta con que surja una mínima discrepancia en un grupo o asociación, por nimia que sea, para que haya escisiones y abandonos. También son debilidades las rencillas, resentimientos y desconfianzas entre grupos a los que no separan más que pequeños matices. Y por qué no decirlo, hay protagonismos y egos colectivos e individuales que dificultan la unidad de acción.  

Pese a todo, el feminismo indómito es el único reducto de resistencia que nos queda a las mujeres críticas con la deriva de la izquierda y con todas las absurdas teorías que se han impuesto. Pese a las debilidades antes mencionadas, cuando el tema es grave de verdad respondemos como Fuenteovejuna, todas a una.

Juana Gallego

Profesora universitaria