deporte trans
Mel Supernova firma la columna 'Transgresiones verdaderas' en Crónica Libre, que esta semana escribe sobre Lia Thomson y el deporte trans.
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A propósito del no tan complejo tema del deporte trans

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No fue ahí donde comenzó la historia, tampoco terminó ahí, pero algo cambió en la narrativa una vez que Lia Thomas cruzó la meta en primer lugar durante la competencia de natación femenina intercolegial de 500 metros libres estilo mariposa. Es probable que sus entrenadores esperaran conseguir algún tipo de hito histórico con esa victoria. Lo consiguieron, si, pero no el que esperaban.

El 17 de marzo de 2022, Lia Thomas, con 22 años, arrasó en las competencias alcanzando marcas que superaban los récords olímpicos. Una situación de esta naturaleza, récords rotos en una competencia colegial en donde participaban las más prestigiosas universidades de Estados Unidos, hubiera llamado la atención de todas formas, pero había otro detalle más: que Lia Thomas era la primera nadadora trans en ganar la competencia en la historia.

Los medios convencionales que solamente cubren los puntos de vista del transactivismo de “identidades de género”, sabiendo que podía ser una nota inspiradora y que podría pintar a la comunidad trans en una luz positiva, abordaron el suceso con un cristal rosado. La mayoría de las imágenes mostraban a Thomas en solitario, sin puntos de referencia, en tomas halagadoras y zalameras.

Lia Thomas, con una altura de 1.93, muy por encima de las otras competidoras y con un cuerpo claramente masculino

Pero la fotografía que permeó en el público y que se volvió viral no fue ninguna de Thomas sonriendo con satisfacción por su victoria, sino la del pódium de premiación. En esa imagen Lia Thomas se ve sonriendo con incomodidad ocupando el primer lugar, y, a varios metros de distancia, sin contacto con la nadadora trans, las ganadoras del segundo, tercero y cuarto lugar, juntas en solidaridad. Era toda una declaración política. Vean a Thomas, con una altura de 1.93, muy por encima de las otras competidoras y con un cuerpo claramente masculino, en comparación con las mujeres que se saben ganadoras.

La controversia surgida a partir de la foto y del reportado descontento de los asistentes a la competencia en donde, de alguna forma, se sugería que las demás competidoras veían a Thomas como competencia injusta, fue abordada por varias notas en los días subsiguientes apresurándose a asegurar que no era así, que todos estaban orgullosos del desempeño de Lia Thomas, que no solo logró una victoria en el deporte sino que trajo prestigio a su equipo, a su universidad, su comunidad y que triunfó a pesar de lo difícil que ser trans en Estados Unidos en 2022. Que sus compañeras de equipo y hasta competidoras sabían de lo histórico de la victoria y le apoyaban por ello.

Cuando decidió transicionar su cuerpo ya estaba formado como atleta masculino: «Era una tramposa»

Pero no era así. Meses después, la campeona universitaria de nado Riley Gaines testificó denunciando que en su mayoría las participantes de esa competencia veían a Thomas como “una tramposa”. En esas audiencias surgieron datos con relación a Thomas que arrojaban luz sobre la competencia y dejaban mal paradas no solo a las universidades participantes sino hasta al órgano rector de la Asociación de Atletismo Colegial Nacional (NCAA, por sus siglas en inglés).

Thomas llevaba varios años en competencias de nado, desde sus tiempos de bachillerato, en categorías masculinas. De manera que cuando decide transicionar, en 2019, poco después de su vigésimo cumpleaños, ya tenía bastantes tablas en competencias estudiantiles. Su cuerpo ya estaba formado como atleta masculino y el tratamiento hormonal no modificó ni un ápice de ello porque lo único que le hizo fue modificar su nivel de testosterona, el cual seguía siendo bastante alto casi dos años después. Lia Thomas pasó del lugar 49 en categorías masculinas, a batir récords y conseguir primeros lugares con comodidad en categorías femeninas.

De un atleta mediocre, a la versión trans de Michael Phelps

Como lo indicaron muchos comentadores, pasó de ser un atleta mediocre a ser la versión trans de Michael Phelps. Su cuerpo masculino estaba intacto, como notaron varias competidoras al ser obligadas a compartir vestidores y duchas. A muchas se les dijo que no tenían derecho a quejarse por ver a un varón en las duchas de mujeres.

Por si esto no dejara mal parada a la comisión que supervisa estas competencias, Gaines relató que, en una competencia de 200 metros libres, ella logró empatar a Thomas, pero le dijeron que no le podían dar el trofeo ni el lugar porque juzgaban necesario dárselo a Thomas por cuestión de óptica y políticas de integración.

Tras quedar revelado el panorama completo del cómo se levantó Thomas con la medalla de oro, se levantaron varias voces pidiendo que el deporte se dividiera por sexos. Nadie ha dicho jamás que las personas trans no tenemos derecho a practicar o competir en el deporte, sino que compitiéramos en las categorías de nuestro sexo fisiológico, o, en su defecto, en categorías específicas para deportistas trans. Diversas voces se levantaron llamando a estas alternativas, incluyendo notablemente la figura pública trans Caitlyn Jenner, quien fue atleta olímpico en su juventud muchos años antes de transicionar y quien comprende las diferencias entre el deporte masculino y el femenino.

Martina Navratilova, acusada de transfoba

Sin embargo, fue la voz de Martina Navratilova, leyenda del tenis femenil, quien fue destacada en su exhorto a buscar una alternativa para la inclusión de varones transicionados en el deporte, no quitando el dedo del renglón que el que incluir varones cuyo cuerpo ya estaba formado y entrenado para deporte antes y durante la transición, en competencias femeninas, es injusto por las ventajas físicas. Curiosamente, aunque Caitlyn Jenner dijo exactamente lo mismo, se le ignoró y se empezó a atacar a Navratilova con acusaciones de transfobia, algo de lo que nunca acusaron a Jenner.

Aunque la postura de Navratilova siempre fue orientada a buscar la comodidad de todos los participantes y equidad en el deporte, los mismos medios que intentaron hacer pasar el descontento de las demás competidoras de Lia Thomas como “intolerancia” o “transfobia”, repitieron estas mismas acusaciones hacia Navratilova.

El señalamiento de competencia desigual fue manipulado para introducir el tópico de conversación del transactivismo hegemónico que si alguien sostiene desigualdad de condiciones es porque implica que las mujeres son inferiores, cuando se ha dejado claro que lo que se reclama es que ha habido un crecimiento exponencial (contando 723 desde 2021 a la fecha, solamente en Estados Unidos) de deportistas varones que se pasaron a competencias femeniles por autoidentificación cuando ya tenían una carrera más bien mediocre en las categorías masculinas, y alcanzando así por fin los primeros puestos.

Renee Richards, primera persona trans en competir en tenis como mujer tras transicionar: «Probablemente, fue un error»

El transactivismo hegemónico intentó crucificar a Navratilova por ello hasta que entró en su defensa Renee Richards, otra leyenda del tenis, quien fue la primera persona trans en competir en como mujer después de transicionar. En los años setenta, Richards se enfrentó precisamente a esta situación, y se le permitió entonces participar en algunas competencias femeniles tras un dictamen judicial.

Richards, quien, de hecho, tuvo a Navratilova como alumna en sus inicios, ahora levantó la voz para decir que el que le hubieran dejado participar en el tenis femenino “había sido probablemente un error” y que debería haber participado en juegos mixtos y contra varones y que hubiera hecho un buen papel. De nuevo, el transactivismo hegemónico prefirió ignorar lo que decía Richards, la persona trans con discurso no alineado, para seguir atacando a Navratilova.

Se reitera: nadie ha dicho que las personas trans que transicionamos a la feminidad (popularmente llamados “mujeres trans”, término que rehúso usar para mi o para quien sea con mi situación) no tenemos derecho a practicar deporte o competir en torneos. Lo que se pide es equidad y que el deporte sea dividido por sexo biológico, un término que -pese a la insistencia del transectivismo hegemónico-, no es “difícil de determinar”. Resulta extraño que ni siquiera se insista que las personas que transicionaron a la masculinidad (popularmente llamadas “hombres trans”) deban participar en categorías masculinas, siendo que se le incluye por descontado en el deporte femenil también y nadie se ha quejado de esto.

Declinan participar en categorías mixtas, para personas trans o «no binarias» porque buscan aprobación externa como mujer

Renee Richards no lo habrá expresado en voz alta, pero varios transectivistas si lo han hecho: la razón por la que insisten que DEBEN, sí o sí, participar en categorías femeninas es para conseguir “validación” como mujer, sin entender que el buscar validación ante terceros es de una puerilidad total. Nadie les debe validación externa. La validación externa no es un derecho.

Declinan participar en categorías mixtas, para personas trans o “no binarias” (las cuales se han llegado a abrir y declarado desiertas en la mayoría de las ocasiones) porque sostienen que es su derecho “ser validados” al ingresar en categorías femeninas. Huelga decir que el abrir categorías para trans o “no binarios” sí es ejercer derechos humanos, pero que el exigir admisión en categorías femeniles es el ejercicio del privilegio masculino. El privilegio de que el deseo masculino siempre será respetado.

Pese a que aparentemente, según lo que declaran los medios de comunicación convencionales y las redes sociales, la oposición a la participación de varones biológicos es una postura marginal y en declive, lo cierto es que en sondeos de opinión esta idea se está propagando rápidamente, incluso entre la población LGBT. En Estados Unidos, del 34% de personas que apoyaban la presencia trans en el deporte en categorías autopercibidas que arrojaban las encuestas, tras el affair Lia Thomas ese número descendió a 26%, y con la postura maniquea del transectivismo, ese número sigue bajando.

La presencia de personas trans autoidentificados como mujer en los deportes demuestra que la opinión pública no ha cedido ante el chantaje emocional del transactivismo hegemónico

Es significativo que, del total de las personas entrevistadas para esta encuesta, el apoyo a las personas trans sea casi universal (en donde casi el 40% de las personas en oposición a que se abran las competencias por autoidentificación de género serían miembros del colectivo LGBT), lo que indica que esta postura no obedece a “transfobia” sino a la percepción negativa sobre Lia Thomas y casos similares y a la insistencia del transactivismo hegemónico que toda preocupación o matiz sobre el tema es “odio”.

Por último, como reflexión, es este tema, la presencia de personas trans autoidentificados como mujer en los deportes que deja claro que la opinión pública no ha cedido ante el chantaje emocional del transactivismo hegemónico. La gente de calle, común y corriente sigue el sentido común. No es lógico ni permisible que se permita a Mike Tyson competir en el boxeo femenino porque sería ilógico, lo entendemos.

Aún así es insólito que haya gente insistiendo que es perfectamente natural permitirle a boxeadores y luchadores varones competir contra mujeres porque ellos, solamente con el valor de su palabra, dicen ser mujeres y que declaren que cualquier reparo sobre ello es “crimen de odio”. Este tema está siendo uno de los mayores creadores de opositores al transactivismo hegemónico y es una lástima que estén cerrados a entenderlo.