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El consentimiento sexual no cabe en la prostitución

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En las cloacas del sexo machista, donde habita y repta el sistema prostitucional, no existe el consentimiento sexual libre para las mujeres. Los consentimientos están viciados siempre por la precariedad, la vulnerabilidad o el miedo. Es decir, un consentimiento comprado jamás podrá ser un consentimiento libre.

Estas situaciones, separadas o en conjunto, llevan a seres humanos, en su mayoría mujeres y niñas, a aceptar prácticas o propuestas que de no ser por la precariedad, vulnerabilidad o miedo, jamás se plantearían o aceptarían. Y es por ello que no son consentimientos libres, sino huidas hacia adelante, acciones desesperadas, clavos ardiendo o reductos de la supervivencia, para subsanar esa situación de vulnerabilidad y alcanzar un bienestar… Que ni la prostitución ni los encuentros con puteros jamás proporcionan puesto que un ser humano con un bienestar medio es prostituible.

El Sistema Prostitucional es ese cuarto oscuro donde el abuso de poder y la misoginia operan en conjunto para transformar la desigualdad que padecen las mujeres precarizadas y vulneradas en consentimiento sexual adquirible para los varones, en una violación maquillada de acto de deseo y mutuo acuerdo. No es difícil, pero sí desagradable, imaginar la violencia que tiene implícita “el trabajo” de realizar una felación no deseada, sentir una penetración no deseada o las caricias no deseadas…

Follar sin deseo no es como comer sin hambre. Follar sin deseo es como comerte un plato de lentejas en medio de un jodido empacho. Duele.

Dinero, miedo y vergüenza

El dinero en prostitución significa mucho más que cash. Para ellos implica impunidad, satisfacción sexual personalizada, la reafirmación del poder en todas sus connotaciones, reconocimiento de su virilidad tanto a nivel personal como social. Para nosotras, un pan lleno de dolor y la renuncia a denunciar un acto que fuera del contexto del entrañable sistema prostitucional es un delito sexual y también contra los derechos humanos. Es culpa, miedo, vergüenza, pero sobre todo deshumanización.

Sin embargo, para el imaginario colectivo, ese dinero hace ver a la mujer prostituida como cómplice o responsable de su propio abuso, elimina todo derecho a reclamar ante el estado, además de cargarla ante toda la sociedad con toda la culpa simbólica (la prostitución tiene mucho de simbólico). Ese binomio billete+ precariedad le roba la opción, la libertad, rechazar la violencia sexual a la que la va a someter el putero.

Los puteros no pagan por sexo, pagan por el consentimiento

Pero paremos un segundo y hagamos algo fuera de lo habitual… Pongamos el foco en esos varones, los puteros. Un hombre-putero que acude a prostitución lo que busca, lo que paga en realidad no es sexo, aunque estos incapacitados emocionales se empeñen en llamarlo así. Lo que los puteros compran son consentimientos, que finalmente es lo que les ampara ante la ley para hacer lo que les dé la gana según lo que la precariedad ahogue.

Es curioso que estas leyes parecen muy habitualmente diseñadas para crear recursos semánticos y léxicos que les faciliten la impunidad de su sexualidad abusiva y violenta. No todas las violencias están tipificadas legalmente y en los recovecos intencionados o ignorados deliberadamente es por donde puteros, violadores (incluso reincidentes), pedófilos y varones al uso ven aligeradas sus responsabilidades e incluso sus sentencias.

El Tribunal Constitucional avaló que se pagara una deuda con sexo oral

Uno de los grandes recovecos o más bien brechas por las que la misoginia se cuela es, por ejemplo, la falta de análisis con perspectiva de igualdad del contexto en el que se da el consentimiento y la contemplación de que este solo es nulo en situaciones de violencia extrema (evidente), estado de inconsciencia o en menores. Y aún así, las mujeres y niñas seguimos viéndonos de colores para que una denuncia por agresión sexual llegue a término de proceso y más aún para que sea en nuestro favor la sentencia…

Imaginaos lo que debe costar verlo en otras situaciones de desigualdad real y violencia no física o en donde el consentimiento se ve forzado por la necesidad o por otros factores. Por ejemplo, el chantaje emocional o por tener una deuda económica. Y nuestro Sistema Judicial nos narra que es aceptable pedir a una mujer desesperada que salde una deuda con felaciones como avaló el Tribunal Constitucional

Transformar abusos en consentimientos libres

Hemos dicho ya que los puteros saben que si no fuera por el dinero que pagan y ofrecen, ese dinero que se nos propone cual salvoconducto de la situación de precariedad socioeconómica que nos empuja a la prostitución, jamás les permitiríamos acceder a nuestros cuerpos y sus actos/intenciones sexuales para con nosotras serían delito, como sucede en otros ámbitos fuera de la prostitución. Los puteros lo saben y el resto de la sociedad también, pero los varones no están dispuestos a perder la oportunidad de ver sus deseos sexuales y de poder satisfacerlos e intentar transformar sus abusos en consentimientos libres. Cualquier oportunidad que ofrezca la desigualdad. Y esto la sociedad también lo sabe.

Por ejemplo, ante el acoso sexual laboral o de mejoras laborales a cambio de sexo, nadie se plantea que la mujer agredida tenga falta de visión de negocios; nadie con capacidad de análisis ético la juzga de puritana por no aceptar esa oportunidad; ni nadie juzga a ese varón que hace la propuesta como un hombre con “necesidades sexuales o afectivas” que sólo busca un intercambio beneficioso para ambos…

Y en caso de que ella consintiera, sin haber deseo o atracción sexual… ¿Diríamos que es un consentimiento libre? o nos planteamos, ante el contexto, la más que posible realidad de que el consentimiento fue dado por temor a consecuencias negativas para sí misma? El código penal así lo contempla desde 1995 en la Ley Orgánica 10/1995 y en todas sus posteriores modificaciones.

Putificación

¿Qué diferencia ética hay entre consentir para poder comer y consentir para no perder un puesto de trabajo? Al parecer una luz roja y un poco de ambientador empalagoso. ¿Y si le damos la vuelta real a la terminología jurídica y a las valoraciones de una sociedad, a la que le queda mucho por avanzar en materia de violencia machista y respeto a la mujer como una igual? Un varón nunca tendría esos comportamientos ante alguien que considerase “un igual”.

Volviendo a la terminología jurídica, quiero resaltar que en esta también se esconden los varones rancios de todos los colores políticos, algunos muy probablemente puteros también, y por supuesto los hay que habitan en el poder judicial, no se entiende pues los fallos y declaraciones dantescas que las mujeres, en esta sociedad, hemos presenciado en en más de una ocasión. También utilizan dichos reductos de la semántica patriarcal las acólitas de la aprobación masculina mega alineadas, de todas las edades y partidos, que se creen lejos de la putificación que nos afecta a todas. ¡TODAS! Putificación que, además está desorbitadamente lejos de ser algo moderno, liberador o empoderante por mucho que se repita en bucle.

Tener que consentir la violencia sexual, con el obligado agrado fingido que exige el putero y el sistema prostitucional para comer, está estratosféricamente lejos del sexo consentido libremente, de lo que significa trabajo y de lo que significa ejercicio empoderante.

Asimilar el consentimiento con el deseo es la base por la que la sociedad ha sostenido y perpetuado el sistema prostitucional y todas las violencias sexuales con una benevolencia y unos argumentos realmente perturbadores y deshumanizadores para la mujer o cualquier ser humano, como si la prostitución fuese una ONG encubierta que saca de la pobreza a las mujeres despojadas de la igualdad y precarizadas, mientras mantiene a las hijas y esposas de estos puteros a salvo de otros puteros-violadores. Y este símil llevaría al siguiente punto:

Si la prostitución fuese beneficiosa porque trae prosperidad para estas mujeres podríamos concluir que los puteros son respetables filántropos dispuestos a sacar a estas mujeres de la pobreza a base de pollazos.

Que nadie se engañe, en la prostitución no hay billete que no traiga detrás una polla, como mínimo. En esta fratría que han creado entre todos los varones y que llamamos civilización, todas somos susceptibles de ser putificadas, o incitadas ferozmente a pornificarnos bajo la conminación de ser tachadas de puritanas o rancias.

Ley Orgánica Abolicionista del Sistema Prostitucional (LOASP)

¿Qué sería de las putas sin puteros y proxenetas? Claman los y las proxenetas y otras voces de los discursos pro-putero ¿Presupuestos e igualdad real para las mujeres o más pollas salvadoras? Preguntamos, hartas ya, las feministas. Porque yo que he pasado por del sistema prostitucional, que, como ya he afirmado, es un cuarto oscuro donde la misoginia campa a sus anchas con el beneplácito de la sociedad, una auténtica una trituradora de mujeres, yo les aseguro, señoras y señores, que nada de lo que sucede en ese contexto cabe en lo que se pretende, por contorsión lingüística y teórica, consentimiento libre o sexo deseado.

Y sepan todos y todas que no beneficia en nada a las mujeres. ¡A ninguna! Y la única herramienta jurídica que nos protege a todas del horror de la prostitución es la Ley Orgánica Abolicionista del Sistema Prostitucional (LOASP). Elaborada por mujeres feministas sin ningún tipo de interés más que el de la igualdad real para las mujeres, se puede encontrar en la web de la Plataforma Estatal de Organizaciones de Mujeres por la Abolición de la Prostitución (PAP).

La Ley se presentó por segunda vez ante el Congreso de los Diputados y necesitan tanto de supervivientes del sistema prostitucional, como feministas de largo recorrido, y toda persona con sentido de la ética. ¡Por mí, por las que están y las que vendrán! ¡Por todas!

Carol L.

Superviviente del sistema prostitucional. Mujer, madre, feminista y abolicionista. “Chupar po**as para pagar los alimentos no es algo que la sociedad imagine para los varones”.