consentir no es desear
Dani Alves en una foto de archivo. Foto: Contacto Foto. Diseño digital: CL

Consentir no es desear

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No sabemos cuál será el veredicto del caso Dani Alves, aunque muchas creemos que no solo hubo “agresión sexual” sino que hubo violación. Llamemos las cosas por su nombre.

Pero más allá de este caso, lo que quisiera exponer es cómo, pese a los cambios indudables que se han producido en los últimos años, aún se sigue insistiendo en la actitud de la víctima como provocadora de la agresión sufrida. Cosa que no se da en ningún otro delito.

Por ejemplo, si te atracan a punta de navaja de noche los jueces no preguntan por qué ibas por aquella calle, por qué no cogiste otra más céntrica o iluminada, si hacías ostentación de tu riqueza. Si te roban el coche no te preguntan si cerraste bien la puerta o por qué no aparcaste en un parking. En todos los casos se juzga el delito, no la actitud de la víctima. Menos en los delitos de violencia contra las mujeres.

La mujer «provoca» al hombre con su actitud

Aunque ya no sea tan evidente como antes, cuando se preguntaba a una mujer violada si “había cerrado bien las piernas” o porqué estaba allí, o si llevaba minifalda o por qué aceptó aquella invitación, todavía se sigue considerando que la mujer “provoca” al hombre con su actitud: “Que si puso su mano en su pene o sus nalgas en los genitales de él”. “Que si perreó”. “Que si consintió en entrar en el reservado”.

Todo eso puede ser cierto. ¿Y qué? ¿Qué una mujer muestre interés sexual es una patente de corso para que acabe en violación? ¿Qué subyace tras estas excusas?  Lo que siempre ha subyacido: que la mujer enciende el deseo masculino y que no tiene derecho a decir No una vez ha mostrado, ni que sea ligeramente, su propio deseo. Que una vez incitado, el hombre tiene que culminar la satisfacción de ese deseo irreprimible en el que se ha fundamentado la sexualidad masculina.

«El consentimiento es el centro»

Por eso consentir o no consentir no es la cuestión. Consentir no es desear. Desde que la famosa ley conocida como la del Solo sí es Sí pusiera “el consentimiento en el centro” como con grandilocuencia destacó Irene Montero, parece que se ha descubierto la sopa de ajo. Sin embargo, habría que llamar a la Ley por su nombre real: De Garantía Integral de la Libertad Sexual. Pues bien, en el caso de Dani Alves el tema que se dirime no es si se garantiza la libertad sexual de la denunciante, sino si ella “consintió”.

Cual nueva piedra filosofal, el consentimiento no es más que un nuevo espejismo que hace creer que las mujeres tienen la última palabra: nada más lejos de la realidad, porque desde que existe el patriarcado las mujeres hemos consentido. Antes por coacción, y ahora que vivimos en lo que Alicia Puleo denomina “el patriarcado del consentimiento” por razones culturales.  Consentir no implica ejercer la libertad, sino tolerar, permitir, aceptar, condescender.

En el consentimiento opera esa «violencia simbólica»

En la vida en general se consiente porque las condiciones materiales nos obligan. En el patriarcado de coacción porque había –y hay en muchos sitios– leyes que lo imponían, como el débito conyugal; las mujeres prostituidas o  actrices porno consienten por dinero; en ocasiones se consiente por evitar conflictos o agradar al otro, y en muchas más porque es lo que se espera de las mujeres.

En el consentimiento opera esa “violencia simbólica” que Pierre Bourdieu definía como “amortiguada, insensible e invisible para sus propias víctimas, que se ejerce a través de la comunicación y el conocimiento, del desconocimiento, del reconocimiento o en último término del sentimiento”. Vanessa Springora en su libro El consentimiento explica muy bien cómo la niña que era ella con 14 años consintió una relación con el escritor de 49 años Gabriel Matzneff, y que solo pudo entender que había vivido abuso de poder ya de mayor.

En el caso de Dani Alves pudo haber consentimiento, pero desde luego no deseo. Porque en el supuesto de que hubiera culminado satisfactoriamente el interés sexual inicial mostrado por ella, la joven hubiera salido del reservado contenta, satisfecha, gozosa de haber compartido un momento de placer. El concepto de consentimiento plantea que la violencia, los moratones, la brutalidad, la crueldad sexual son tolerables si son aceptadas libremente. No se puede aceptar que la violencia sea consentida. Mejor hablemos de rendición, no de libertad.

Juana Gallego

Profesora universitaria