La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, en la inauguración del curso escolar 2022/23. Foto: Marta Fernández / Europa Press
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El declive de la educación pública en Madrid, crónica de una madre

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Soy la segunda persona de toda mi familia en acudir a la universidad. Estudié dos carreras en una universidad pública gracias a las becas de estudio del Estado. Por mi propia experiencia, siempre confié en el progreso del sistema y, en concreto, en el aspecto educativo. Pero la realidad me dio una gran bofetada cuando fui madre y empecé a darme cuenta de cómo iba la vaina.

Mi abuela me contaba que cuando era pequeña no tenía zapatos, y que iba a ver a una amiga a su casa que sí tenía. Allí ella aprovechaba para ponérselos… Pero la tristeza venía cuando se marchaba y debía devolver el calzado a su amiga. En esas duras circunstancias, de niña estudió lo poco que pudo y muy pronto se puso a trabajar. A pesar de todo, salió adelante y fue una mujer de mundo.

Ilusa de mí, cuando tuve a mi hija, hace 7 años, pensaba que con mi sueldo normal de periodista asalariada, y el del padre de mi hija, de realizador, clase media total, podríamos optar a una plaza en una guardería pública. Pues nada más lejos de la realidad: al parecer somos ricos, y las plazas en centros públicos son para prácticamente indigentes. ¿Conocéis a alguien en Madrid que lleve a sus hijos a una guardería pública? Yo no. Creo que es una completa entelequia. Así las cosas tuvimos que llevar a la niña a una guardería que rondaba los 400 euros al mes, y luego a otra que casi llegaba a los 600 euros al mes, cuando nos cambiamos de casa. Esto es un completo abuso para la economía familiar, pero ¿Qué podíamos hacer con nuestra pequeña?

Busqué por convicción el mejor colegio público de la zona

Cuando la niña ya tenía edad de ir al colegio, busqué por convicción el mejor colegio público de la zona, y pudo entrar. Pero ahora que ya lleva unos años, ¿Qué puedo contar? El supuesto bilingüismo del colegio es de chiste, ya que enseñan en un contexto de inmersión inexistente, y los niños no aprenden apenas con esas ratios de 25 por aula; las metodologías son arcaicas, hasta el punto de seguir preguntando las tablas de multiplicar uno por uno levantándose del asiento; los profesores son meros burócratas que solo quieren dar el temario rápidamente y cargan a niños muy pequeños (y a sus padres) de exámenes y trabajos; la conflictividad reina en el patio y el comedor, con problemas graves de acosos a determinados alumnos. Los cuidadores de patio y comedor supongo que no dan abasto, pero las normas del centro recuerdan a un Alcatraz en miniatura.

Además, la orientadora psicopedagógica del centro, tiene que recorrer los colegios de varios distritos cada semana, y solo puede ir un día y medio al mismo. Ella es la responsable, junto con los tutores, de que las necesidades educativas de todos y cada uno de los niños estén cubiertas. En un colegio de 500 alumnos y yendo un día a la semana ¿alguien se cree que esto puede ser posible?

Como madre echo de menos el aprendizaje por proyectos, y la educación emocional y la creatividad como base en el día a día del aula. Mi hija me dice que para qué le va a contar al profesor sobre sus progresos, si “no le importa”.

Si los alumnos no sienten conexión emocional con el profesor ¿cómo van a aprender? Los colegios no deberían ser granjas para unificar, sino lugares donde con sensibilidad se potencie lo mejor que tiene cada niño. Los profesores argumentan que no hay medios suficientes y razón les sobra. Esta es mi experiencia como madre, pero todo se justifica viendo determinadas cifras.

Hace poco se hacía público que Isabel Díaz Ayuso aumentará un 15% el presupuesto para colegios concertados. Así, la Comunidad de Madrid incrementará progresivamente en cerca de 22 millones de euros las partidas para gastos de funcionamiento y para la contratación de personal no docente de los centros educativos concertados. Lo justifica con su retorcida idea de que así las familias tienen libertad para elegir centros donde llevar a sus hijos. Se le olvida que como representante de un gobierno autónomo debe primero dotar de medios suficientes a las escuelas públicas que son las formadas por el estado para garantizar el derecho de todos a la educación. 

Ayuso, por el contrario, ha destinado 12 millones de euros para sus becas educativas ‘de ricos’: ayudas públicas para familias que ingresen entre 107.739 euros y 179.565 euros al año, según el número de hijos que tengan. Familias que, obviamente, pueden pagarse la educación que quieran. Como referencia decir que la renta media por hogar  es de 37.687 según datos del INE, nivel en el que me sitúo. El panorama se vuelve todavía peor cuando Ayuso anuncia un recorte de mil profesores en la escuela pública para sufragar el coste de estas becas para ricos. 

El gobierno de Ayuso ha convertido a la Comunidad de Madrid en el paraíso de la educación privada y concertada. En el curso 2020-2021, por ejemplo, no había suficientes plazas públicas en 9 de los 21 distritos de la capital de España. Con solo 16 centros públicos para que los 40.000 alumnos de entre 12 y 18 años de esas zonas afectadas pudieran seguir estudiando  muchos debían elegir entre ir a otro distrito para poder optar a un centro público, solicitar plaza en uno de los 33 centros concertados cercanos o matricularse en algún privado. Así se entiende el total declive en los centros educativos públicos. La educación, junto con la sanidad, son los dos pilares de nuestro estado del bienestar… Y se están esfumando en nuestras narices. Pero como madre digo, ¿hasta cuándo?

Mónica Nion

Periodista. Guionista. Educadora Social. Llevo 20 años trabajando en comunicación, con contenidos y formatos, entrevistas y eventos... Y lo que haga falta. La información es poder...