Feijóo
El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, en la manifestación contra la amnistía el pasado domingo, 12 de noviembre en la Puerta del Sol de Madrid. Foto: Jesús Hellín / Europa Press
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Esperando a Feijóo

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Sabemos que no fácil sustraerse a las presiones, ambiciones y luchas dentro de los partidos políticos en general, y del Partido Popular muy en particular, para levantar la vista y pensar no ya siquiera en términos de Estado, si no al menos de estrategia a más plazo que el próximo titular.

Pero, señor Feijóo y señores de la dirección del Partido Popular, terminada la investidura ¿no es hora ya de que empiecen a hacer política? ¿Realmente creen que esta confrontación constante que busca deslegitimar como enemigos de España a todos cuantos no votan lo que a ustedes les gusta sirve para algo más que para alimentar a esa derecha que les ancla en el aislamiento y la auto referencialidad? De esa España que desde Fraga a Feijóo ha ido a remolque de una democracia y una Constitución que siempre les parecía demasiado grande para la talla de este país.

Ahora mismo, de la misma machacona manera en que la descalificación adorna las llamadas al irredentismo patriotero, a la sublevación parlamentaria, a la prevaricación judicial, al sabotaje empresarial, a la hipérbole política que solo parece pretender que cualquier derecha sensata, -conservadora, liberal, descontenta de la manera de hacer política de la izquierda simplemente con otras prioridades- tenga que escoger entre la ira o el silencio. Que esa derecha que podría discutir desde la argumentación, los datos y la inteligencia se aparte o se una al bloque vociferante de los que sólo cree en la violencia y en la dictadura como medios de hacer -y deshacer- en su España excluyente.

Amnistía

Y ya incluso en términos tácticos ¿de verdad creen que se puede deslegitimar un Gobierno que nace sobre la base de la superación del conflicto, del logro amplio de llevar a la arena política las diferencias entre los que dejan de ser delincuentes políticos para convertirse en adversarios políticos? ¿Acaso creen que este país ha olvidado que esa misma transferencia del código penal al parlamento fue la base de la construcción de nuestra democracia, utilizando una ley de amnistía para no tener que afrontar el cambio y la ruptura con las instituciones, la legalidad, la judicatura y todos los poderes heredados de la dictadura?

Porque, al final, la cuestión clave sigue siendo si plegarse a los intereses de esa ultraderecha, la que pretende deslegitimar nuestra democracia deslegitimando al Gobierno, no consigue más bien que este Gobierno, con sus luces y sus sombras, sus dudas y sus promesas, se haya convertido en la condición de posibilidad del parlamentarismo, la democracia de partidos y la propia estabilidad democrática en la que los que defienden diferentes visiones del presente y del futuro pueden convivir sin encarcelarse.

Feijóo, Ayuso, Abascal, Rajoy y Milei

Señor Feijoo, este país sigue esperando por una derecha razonable que pueda tener adversarios políticos sin tener enemigos, que supere la visión franquista de una justicia y unas fuerzas de seguridad dirigidas hacia la batalla del enemigo interno de la patria excluyente. Pero salimos de otra investidura en la que esos enemigos vuelven a ser la única base política de una derecha indistinguible. En la que el Partido Popular de Madrid se organiza para levantar barricadas con VOX frente a la sede de Ferraz y hasta Mariano Rajoy se vuelve para aplaudir al descerebrado de Milei en Argentina.

De otra investidura en la que constatamos que la única base política para poder seguir llevando a cabo una discusión entre diferentes es que Pedro Sánchez siga gobernado.

Y no da igual. Que en este país no seamos capaces de consolidar una alternativa democrática desde posiciones conservadores es una falla de origen trascendental para la calidad de nuestro sistema. Es una desgracia para nuestro país que esa derecha no sea capaz de proyectar un futuro para nuestra Justicia, nuestra Institucionalidad, nuestra organización territorial y la necesaria regeneración y profundización democrática que nuestro país necesita mientras se coge del brazo del neofascismo camino de las algaradas en la sede de los, otra vez, enemigos de España.

Democracia plural

Señor Feijoo. Puede que muchos de sus correligionarios estén muy satisfechos de su avanzar por el callejón sin salida del irredentismo patriotero, ese que espera encontrase al final con el muro de la democracia, esa minoría que espera cargarse así de razón para unir fuerzas que le permitan derribar el pluralismo, las libertades y los derechos. Puede que haya también muchos adversarios que ven en la belicosa tozudez de la derecha la garantía de su permanencia o, incluso, la grieta por la que agrandar la falta de legitimidad de la democracia limitada surgida de nuestra Constitución.

Al otro lado, sin embargo, también hay mucha gente que cree en la democracia plural, en el parlamentarismo y en el diálogo real entre diferentes sobre las necesidades y problemas de nuestra sociedad. Y que sigue esperando una derecha democrática y leal con la que poder discutir, pactar y avanzar de verdad hacia una plena democracia social y de derecho.  

Señor Feijoo. Seguimos esperando a que haga política. Cuanto mejor, mejor. Su propio liderazgo no admite más matraca, más enemigos ni más vacilaciones. Seguimos esperando. Y el tiempo en política es fundamental.