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La ‘furia trans’ es transfobia

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Mi reclamo constante en lo que he escrito sobre mis experiencias e historia como persona trans desde hace algunos años a la fecha ha sido que el transactivismo de las “identidades de género”. Me refiero al que denomino “hegemónico y mediático” porque se asume y se publicita como la voz única y última, intransigente y totalitaria de lo que queremos o necesitamos las personas trans.

Acapara todo reflector, cámara, estrado o micrófono, pero nos silencia, invisibiliza y calla a las mismas personas trans que tenemos otras posturas y puntos de vista. Pese a declararse como único discurso válido y digno de atención sobre temas de feminismo, luchas LGBT y derechos humanos, en realidad desconoce lo básico de esas luchas y que ni siquiera ha definido sus propios términos o definiciones. Este comportamiento, el de no establecer definiciones, de relativizar significados y cambiarlos según conveniencia no es una falla en sus posturas sino la manera en que fue creado el movimiento identitario de género para empezar.

Su enemigo principal es la definición de realidad material -imprescindible para la creación de un movimiento social en donde se debe determinar la situación económica, y de la realidad tangible y objetiva a la que se enfrenta determinado grupo humano-, en donde afirman que eso no puede existir porque la realidad “son las percepciones, la auto identidad”. Rechazan la idea de la base material y de clases sociales para abogar por otras cosas como los sentimientos o la validación ante terceros, enfocándose más en las experiencias individuales y en el control de la percepción de los demás con respecto a ellos, sosteniendo que la autopercepción y la validación de esta son “derechos”, cuando en realidad son el ejercicio de un privilegio.

Sexo biológico

El ejemplo más sobresaliente de esto último es que no les interesa en lo mínimo crear condiciones para que las personas trans tengamos acceso a trabajos dignos, vivienda digna y acceso a tratamientos médicos adecuados, enfocados en nuestra biología y fisiología real (que será la base de garantizar derechos para personas trans). Sus mayores demandas consisten en tratar de ignorar la realidad tangible del sexo porque “es relativa/complicada” o “no existe” y obligar a que la población en general acepte sin rechistar que el sexo biológico no importa ni en lo social y ni en lo médico, provocando una desconexión con la estructura de la sociedad, con la clase trabajadora y que entra en directo en conflicto con los derechos de otros grupos, principalmente con los de las mujeres.

Por si esto fuese poco, el asumir y exigir que los médicos te deban atender respetando tu percepción individual sobre tu “identidad” y no por tu realidad y tu fisiología nos pone en peligro directo a las personas trans porque entonces careceríamos de una atención adecuada.  

Replantear el activismo trans

En condiciones de establecer un debate, estos argumentos que he esbozado en los anteriores párrafos deberían llevar a replantear el activismo trans para que se enfoque en problemas de marginación económica, de avanzar ante la discriminación y en establecer de qué derechos exactamente carecemos, así como buscar un mejor entendimiento con otros grupos como obreros, campesinos, etnicidades y, por supuesto, mujeres y comunidades L, G y B. Sin embargo, el transactivismo hegemónico ha decidido que no tiene que debatir nada porque no necesita definir nada. Su argumento público es que “los derechos ni las identidades se debaten” pero, para empezar, ellos no han definido para empezar a lo que se refieren con “derechos” o “identidades” y, de nuevo, no quieren hacerlo.

Es más, cualquier tipo de exigencia a que definan sus propios términos de manera efectiva y no en tautologías (terf, derechos trans, cis, trans, identidad, género, etc.) o petición de claridad tiene un único calificativo para ellos: “transfobia”. “Transfobia” es uno de esos términos que son utilizados a la menor provocación por políticos queriendo verse novedosos, por figuras mediáticas queriendo ganar puntos morales, por jóvenes en redes sociales, etc. ¿Qué significa? ¿Qué implica? Siendo que su uso es diario, extendido y constante, claramente está definido, debe estarlo.

Etimológicamente sería “Miedo al tránsito”. Se implica que el origen del término sería una derivación y adaptación de “homofobia”. Ciertamente, etimológicamente el término homofobia no tiene sentido (“Miedo a lo mismo”), pero los movimientos originales de Orgullo -quienes si se preocuparon en delimitar y afianzar el significado de sus propios términos- establecieron que su definición es “Acciones y actitudes de discriminación y/o violencia a personas homosexuales”.

Discriminación y violencia

Por consiguiente, la definición de transfobia debería ser “Acciones y actitudes de discriminación y violencia a personas transexuales”. De nuevo, esto no viene del transactivismo hegemónico, nunca les interesó definir nada. Esta definición es solo una readaptación. Pero lo interesante viene cuando insistimos al transactivismo hegemónico que delimiten lo que es transfobia y su respuesta es “Que no nos den la razón”.

Para el transactivismo hegemónico es “discriminación y violencia” reconocer la realidad material, reconocer y aceptar el propio sexo biológico y/o la afirmación del hecho de que no puede ser cambiado ni modificado entre los humanos por ningún medio. Es “discriminación y violencia” el argumentar que el género es la base de la desigualdad social por lo que no se puede reivindicar, sino que debe abolirse como la clase social que es. Es “discriminación y violencia” el que no aceptes sus términos sin definir como “cis” o “trans”, así como sostener que las personas trans debemos tener espacios propios -diferentes de los de las mujeres. Para el transactivismo hegemónico es violencia que rechaces usar su neolenguaje y el uso de “pronombres preferidos” pero no lo es el amenazar con violencia física y feminicidio a mujeres que no están de acuerdo con ellos.

El ejemplo más difundido (y menos analizado, dicho sea de paso) es el de JK Rowling, autora de la saga de Harry Potter. El transectivismo hegemónico la ha convertido en el objeto central de su escarnio y desprecio y afirma sin ambages que lo que dice es “transfobia”. Muchas personas, feministas, activistas lésbicas, gay o trans (no solamente yo sino también personas como Buck Angel, Miranda Yardley, Aleksa Lundberg, etc), periodistas y hasta científicos como Richard Dawkins hemos afirmado hasta el cansancio que no hay nada que califique como “discriminación y violencia” contra personas trans en los escritos acerca de asuntos de género de Rowling, en donde inclusive hay una recompensa de un millón de libras a quien entregue el texto o momento preciso en donde expresa violencia contra las personas trans.

«Las mujeres trans son mujeres»

Pero el transactivismo hegemónico no se va a detener en pequeñeces como evidencias y análisis de textos, que va. Ya sabemos que lo suyo es reinterpretar y forzar definiciones. Entonces, su prueba de pruebas es que afirma en cierto punto que las experiencias de vida de las personas trans que nacimos varones y transicionamos a la feminidad (Rowling usa el término popular y mediático “mujeres trans”, el cual me niego a utilizar tanto para mí y para personas en mi situación) y de las mujeres nacidas hembras son fundamentalmente distintas.

Esto, que es una realidad innegable y la base para nuestra propia comprensión como personas trans, es, para el transactivismo hegemónico, anatema. Lo es porque se conflictúa con su dogma central “Las mujeres trans son mujeres”, en tanto que ellos afirman que la experiencia de ser una mujer y de un varón que transiciona a la feminidad es exactamente lo mismo. Por ende, presionada por el transactivismo de identidades, Rowling afirmará tajante que no va a ceder en esa idea porque no somos lo mismo.

Pero desde el lado de las disidencias trans, esa idea, esa diferencia, es el punto de arranque de nuestras propias demandas. Para nosotros, el negar que exista esa diferencia en la experiencia y en nuestras historias y el usurpar espacios de mujeres negando tu propio cuerpo, tu fisiología y tu realidad es transfobia internalizada. El creer y convencerte que eres con lo que te autoidenticas es negar tu propia realidad, con lo que te estás violentando y autodiscriminando.

Violencia y discriminación

La adopción de la frase “Las mujeres trans son mujeres” es el enarbolamiento de una fantasía onanista que es autoinvalidante de las diferencias que nos hacen existir. Quien la asume como su realidad está despreciando su cuerpo y su propia vida, está asumiendo una transfobia internalizada. Y si, eso sí es violencia y discriminación. Por ello reconocemos nuestro propio sexo biológico, lo reivindicamos y reconocemos que el centro de nuestra historia es la transición. Cualquier otra reinterpretación es cobardía y ganas de vivir un delirio, una simple fantasía que no los va a liberar.

Así que nosotros, personas trans disidentes, vemos los calificativos de “transfobia” y “transodiantes” del transactivismo hegemónico y no podemos tomarlos mínimamente en serio cuando el corazón de sus slogans y dogmas (que no argumentos ni definiciones porque carecen de ellos al negarse a debatir con nosotros, personas trans que no les damos la razón) parten del autoodio a su propio cuerpo, su propia fisiología y su propia realidad, y cuando consideran que la transfobia internalizada de negar cuerpo, fisiología y realidad es “compasión” y “furia trans”. No podemos tomarlos en serio cuando ellos mismos nos discriminan y violentan a personas trans que disentimos con ellos.

Hasta el día de hoy solo he recibido violencia (física y psicológica) y discriminación de dos tipos de personas: varones machistas y personas trans fanáticas de las identidades de género. Esos son los dos grupos más transfóbicos. No cambiaré de idea.