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Ir a la raíz o andarse por las ramas

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La semana pasada en la presentación del Partido Feministas al Congreso (PFAC) conocí en Valladolid y León a unas mujeres estupendas que me acogieron muy generosamente. En una de las charlas, una de ellas dijo una frase que me permito pedirle prestada (se llama Tere, pero no sé si quiere ser identificada) y vino a decir que mientras el feminismo va a la raíz de las cosas, los partidos en general, y los de izquierda en particular, se han ido por las ramas.

Qué acertada observación. El feminismo no se contenta con repetir unos cuantos eslóganes que parecen más extraídos de la publicidad que del pensamiento crítico. Al feminismo no le basta con una respuesta superficial sobre los fenómenos a los que nos enfrentamos. Por ejemplo, para las feministas no es suficiente decir “la prostitución ha existido siempre, y no se puede abolir”. O, “las mujeres tienen derecho a hacer con su cuerpo lo que quieran, incluso prostituirse”. Eso no son más que frases hechas para no ahondar en las razones por las cuales la prostitución existe, porque para ello hay que cuestionar el sistema social que la sostiene.

Si ha existido siempre no quiere decir que no pueda dejar de existir, porque también la esclavitud existió desde el principio de la humanidad y se abolió en 1863 en Estados Unidos (España mantuvo esclavos en Cuba hasta 1880). Eso sin entrar en la consideración de si actualmente existen otras formas de esclavitud que, aunque las haya son diferentes a lo que conocemos como tal.

Tomar medidas, crear conciencia y educar para ir a la raíz de la abolición de la prostitución

Si no se hace nada, ni se toman medidas, ni se crea conciencia, ni se educa a las nuevas generaciones ni se toma en serio el tema, claro que la prostitución no va a desaparecer. Pero pongamos un ejemplo más reciente: hasta hace escasamente 20 años el personal fumaba en cualquier espacio o lugar, sin importar lo más mínimo si el humo molestaba a los no fumadores. Fumaba el maestro en la escuela, los viajeros en todo tipo de transporte, incluidos los taxis, en los bares y discotecas, y hasta el personal sanitario.

Si la gente ha aceptado que no se puede fumar en cualquier sitio es porque se han tomado medidas concretas, se han difundido campañas de concienciación sobre salud, y en general, todo el mundo ha asumido que prevalece el derecho de los no fumadores a aquellos que sí fuman, que han visto reducida su libertad para fumar donde les placiera.

El feminismo no se anda por las ramas, sino que va a la raíz cuando alguien dictamina, con animo de cancelar el debate: “las mujeres trans son mujeres. Punto”. Idea perfectamente rebatible, porque si fuesen mujeres no habría que añadir el prefijo trans. Y si hay que añadir ese prefijo es porque esas personas han nacido varones y se han sometido a un proceso que puede ser hormonal o quirúrgico, aunque según las leyes actuales ya no hace falta ni una cosa ni la otra.

Nadie puede autodeterminar su sexo ni su género

El feminismo tampoco se conforma con la idea de que “cualquiera que afirme ser mujer lo es”, una idea que no tiene ninguna consistencia y que no resiste el menor análisis racional: nadie puede autodeterminar su sexo ni su género, porque el primero es una realidad material que nos viene dada desde el nacimiento, y el segundo es una serie de actitudes y atributos que se impone a las personas según el sexo con el que han nacido.

Así que ni el sexo se puede elegir, ni el género tampoco, porque es una cuestión social que excede a nuestra voluntad. Al género hay que combatirlo porque reproduce anacrónicos modos de comportamiento y perpetúa actitudes de lo que es masculino y femenino, dos conceptos inventados e impuestos para mantener la dominación masculina, que se valora superior a lo femenino.

No hay ningún derecho que justifique «comprar» una criatura y separarla de su madre al nacer

Y la tercera idea en que el feminismo va a la raíz del problema y no se anda por las ramas es la que afirma que “todo el mundo tiene derecho a tener hijos” y por eso se justifica que se utilice cualquier práctica que lleve a satisfacer ese supuesto derecho; pues no, no existe ningún derecho a tener hijos; las personas pueden tener deseos de tener descendencia genética, pero los deseos no son derechos por muy legítimos que sean, y no hay ningún derecho que justifique “comprar” una criatura y separarla de su madre al nacer, para satisfacer el deseo de unas personas adineradas que por las razones que sean no pueden procrear.

El feminismo es el único movimiento que va a la raíz de los problemas –he puesto tres ejemplos, pero hay muchos más–, y todos los grupos, entidades asociaciones, sindicatos, instituciones o partidos actuales no solo se quedan en la superficie de los asuntos sin profundizar en las condiciones materiales de existencia que los posibilitan, sino que han decidido, conscientemente, irse por las ramas.

Juana Gallego

Profesora universitaria