Las feministas estábamos en ascuas esperando la formación del nuevo Gobierno, y especialmente, quien sería nombrada ministra de Igualdad. Habían surgido algunos nombres, y se había difundido la idea de que “sería una persona de gran prestigio y trayectoria”. Por eso, tras hacerse público el nombre de Ana Redondo García muchas nos hemos quedado con la boca abierta.
No porque dudemos de la formación y competencia de la nueva ministra, sino porque para el feminismo ha sido una persona totalmente irrelevante. No tiene redes, por lo que parece, ni se le conocen declaraciones ni posicionamientos públicos, al menos que los haya hecho en medios locales que no han trascendido -o al menos yo no los conozco. Por tanto, se abre una incógnita respecto a lo que como feministas podemos esperar de este nombramiento.
¿Qué análisis podemos hacer de este nuevo gobierno que va a llevar el timón durante los cuatro próximos años?
Pedro Sánchez ha hecho una laureada presentación de su gabinete, en el que ha destacado que “hay más mujeres que hombres, como ha sido habitual en los últimos gobiernos”. Eso es cierto, aunque ya sabemos que el hecho de que haya mayoría femenina no quiere decir que el gobierno sea “feminista”, como nos han querido vender en la última legislatura.
Y también ha dicho una frase que puede ser de interés: “que España será un referente en la igualdad real y efectiva entre hombres y mujeres”. No ha mencionado el concepto género, ni diversidad, ni ha mencionado los derechos humanos de otros colectivos marginados a los que tanta atención ha dedicado la anterior ministra de Igualdad, a la que por cierto han obligado a hacer mutis por el foro, al igual que a su compañera, Ione Belarra. Ya las imaginamos maquinando para presentar candidaturas propias de Podemos a las elecciones europeas de 2024. O no.
Con el nombramiento de esta especialista en Derecho Constitucional, profesora de la Universidad de Valladolid, con un perfil bajo en asuntos de feminismo, Pedro Sánchez ha querido tranquilizar a los amigos de entre 40 y 50 años, que estaban muy alarmados por la estridencia representada por Irene Montero y su yupiclub.
No sabemos la postura de la nueva ministra de Igualdad ante la Agenda Feminista
Claro, hay que entender que el presidente no podía sustituir a Irene Montero –que representaba el histrionismo queer – por una feminista que estuviera en el polo opuesto y actuara como una destroyer de lo urdido por la anterior. Hubiera sido un giro de guion demasiado arriesgado para la tercera temporada de una serie que quiere representar la moderación y la continuidad. Elegir a una ministra discreta, casi anodina –de la que no sabemos su postura ante la Agenda Feminista–, permite callar la boca, de momento, ante las posibles críticas que se le puedan hacer a la espera de sus futuros posicionamientos.
Pero, ojo, hay que estar atentas a otros ministerios que, aunque de forma menos estentórea, podrían recoger el testigo de Irene Montero para continuar expandiendo de manera subterránea las mismas propuestas: todo lo relacionado con Salud, Infancia y Juventud, Cultura y Derechos Sociales, ha ido a parar a manos de Sumar. A las órdenes de Yolanda Díaz, en comandita, van a continuar promocionando el mismo dogma posmoderno pero de una forma sibilina, escondiendo el brilli-brilli bajo un lacado de calidad superior. Todos sabemos que muchas veces es fácil confundir el oro con el latón.