Beso Rubiales jurídico
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El beso que bosó el vaso

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Lo que ha hecho rebosar el vaso ha sido el beso. Pero lo que este beso impuesto, que no consentido, ha hecho aflorar es mucho más que ese evento que ha ensombrecido el triunfo de las futbolistas en el mundial. 

Vaya por delante que no me gusta el futbol, y que debo ser una anomalía porque jamás he asistido ni visto un partido de fútbol, ni masculino ni femenino. No sabía quien era Rubiales, ni Jenni Hermoso, y conocía a Alexia Putellas por haber analizado con mis alumnas el tratamiento que los medios de comunicación dieron a sus balones de oro.

Pero es que para mí el famoso beso que ha sacado a la luz tanta podredumbre no se limita al deporte sino a todos los ámbitos sociales, ¿o ya no recordamos a Plácido Domingo y otros famosos depredadores sexuales? Cierto, el mundo del deporte femenino, y más en concreto el fútbol, se lleva la palma (caso Arandina, caso Alves) porque es uno de los escenarios sociales más hostil para las mujeres. Las futbolistas siempre han estado ninguneadas, tuteladas y humilladas por todos los estamentos de ese deporte: presidentes, directivos, entrenadores, técnicos, ayudantes de los ayudantes y hasta el que abre el estadio para que entrenen.  

Ahora que han ganado un mundial todo son reconocimientos hipócritas como si el fútbol femenino les hubiera importado alguna vez.

No se empezó a oír ni saber de fútbol femenino hasta que Iberdrola empezó a financiar la liga pagando publicidad en la prensa escrita para dar cuenta de ese patrocinio. Nadie daba un euro por las futbolistas que sabían que tenían que disponer de un trabajo alternativo para subsistir. El fútbol, ese gran templo de la desigualdad, en el que se pagan cantidades inmorales a los jugadores, pero las mujeres no cobraban al mes ni el salario mínimo interprofesional. Ahora supongo que ya estará mejorando.

El plante que 15 jugadoras hicieron hace menos de un año renunciando a la selección es un ejemplo bien paradigmático de lo que han debido de soportar. Mientras los jugadores son tratados a cuerpo de rey las futbolistas se desplazaban en autobús, eso sin entrar en las muchas irregularidades, abusos, desprecios y humillaciones que han padecido y que ahora han empezado a emerger en videos e imágenes atrasadas. Y, aun así, con tesón, constancia y mucho amor al deporte, estas jugadoras han conseguido ser campeonas del mundo. Ahora que han ganado un mundial, todo el mundo se llena la boca con soflamas, elogios y reconocimientos hipócritas como si el fútbol femenino les hubiera importado alguna vez.

El beso ha bosado el vaso

El beso ha bosado el vaso porque había tanta roña escondida que sobresalía por los bordes. Pero como “los amos del universo deportivo” siguen desdeñando la palabra y la voluntad de las mujeres, en un giro de guión surrealista, ese calvo impresentable se ha sacado de la manga un relato alternativo, diferente del que todo el mundo ha visto, que ha sido aplaudido por una caterva de lameculos sin dignidad. Hoy digo una cosa y mañana la contraria, qué más da ser un pelele si tengo el sueldo asegurado.

Cuando todo parecía indicar que iba a presentar su dimisión, este Rubiales ha recordado la mano que se llevó al paquete cuando el triunfo y se ha dicho: ¡qué cojones voy yo a presentar mi dimisión por algo que los hombres hemos hecho toda la vida, como es disponer a nuestro antojo del cuerpo de las mujeres! ¡Ni que hubiera cometido un crimen!

Se acabó el chollo de hacer lo que os salga de los huevos cuando y donde queráis

Y eso es lo que piensan muchos como él, aunque ahora se rasguen las vestiduras.  Como Plácido Domingo reconoció, o los de la Arandina manifestaron con asombro por haber violado a una joven, eso es lo que hemos hecho siempre, esos son los estándares de toda la vida y ahora unas “falsas feministas” nos quieren hundir.

Pues sí, Kens, ahora se ha acabado el chollo de hacer lo que os salga de los huevos cuando y donde queráis, porque las feministas somos muchas y muchas más que vamos a ser. Porque las mujeres somos sujetos con deseos y voluntad y no vamos a permitir que nos sigan manoseando, besando, magreando, acosando o humillando sin rechistar. Los estándares con los que se medía el abuso de poder exceden en mucho las dimensiones de vuestra entrepierna.  Y por mucho paquete que tengáis no le llega ni a la suela del zapato a nuestra dignidad.

Juana Gallego

Profesora universitaria