Portada de Spare, las memorias del príncipe Harry

Memorias de Harry: ¿Realmente se congeló la verga real?

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Los lectores de Crónica Libre recordarán el inopinado pero trascendental impacto que las palabras de Felipe de Edimburgo, el abuelo paterno de Harry, causaron en el joven príncipe. Pero si usted se acaba de incorporar a la degustación de esta ecléctica disección de Spare, las memorias que comenta toda la socialité, e ignora, entre otras muchas cosas, ese suceso, no se pierda la primera entrega.

“En algunos momentos parece el mensaje de texto más largo enviado por un borracho enfadado”. Así describe Sean Coughlan, corresponsal de la BBC ante la Casa Real, el libro que ya ha entrado en el Guinnes World Records. El viernes 13 de enero Forbes confirmaba que era la obra de no ficción más vendida de todos los tiempos: 1,43 millones de copias en su primer día.

Sabrán ustedes que el título de libro Spare [recambio, repuesto] proviene de un antiguo dicho en los círculos reales y aristocráticos. A saber: que un primer hijo es heredero de títulos, poder y fortuna, y un segundo es el repuesto, en caso de que algo le suceda al primogénito. Eres el subalterno para todo y, pese a que su padre Carlos y la propia Reina hacen todo lo posible por que Harry encuentre su sitio… este da continuas paletadas en el hoyo donde acumula su rencor. Hoy está a la vista de todos, convertido en negocio millonario.

Borracho o no, lo cierto es que quien ha escrito las más de 700 páginas de Spare, en la sombra es más cursi que un repollo con lazo. J.R. Moehringer, así se llama el interfecto, es el ghostwriter [el escritor fantasma, el negro contratado por Harry & Meghan S.A.] que ha perpetrado el desafuero. Pese al millón de dólares que recibió como anticipo, el malo de J.R. disfruta ridiculizando al protagonista. Veamos un ejemplo.

Imaginen la escena: Harry ha visitado a la reina Isabel II y le ha pedido un favor

“Después de todo el estrés que comportó solicitar permiso a mi abuela para casarme con Meg, creía que nunca tendría el valor de volver a pedirle nada más.

Y, aun así, me atreví con una nueva petición: Abuela, por favor, ¿podría dejarme la barba para la boda?”

Tras recibir el consentimiento de la Reina, Harry cavila sobre el porqué de esa manía suya con la barba y aquí el negro de Moehringer no tiene piedad y pone en boca de nuestro barbudo príncipe: “Puede que fuera algo freudiano, la barba como manta de apego. O quizá junguiano, la barba como máscara”.

Si Harry no fuese un engreído corto de entendimiento, al leer esto lo hubiese mandado a paseo. Todo lo contrario. Seguro que le dijo: “Moe, a Meg y a mí ser junguianos nos parece súper, nos pone.” Harry hace honor a su madre, que diría Peñafiel.

Un pene de dominio público

Fue en marzo de 2011. Nuestro protagonista tiene 26 años, es un joven fogoso y se siente solo. Se ha consumado la ruptura con Chelsy Davy, propietaria de Aya, una marca de joyería de inspiración africana. Una relación que han mantenido siete años con altibajos. Quizá para enfriar la quemazón de ese definitivo adiós, Harry decide acompañar al Polo Norte a cuatro veteranos de la guerra de Afganistán: “Como por arte de serendipia, mis pensamientos tomaron forma cuando supe de un grupo de soldados lesionados que estaba planeando hacer una expedición por el Polo Norte.” “Serendipia”. J.R. no perdona.

Harry llegó el 6 de abril al aeródromo de hielo de Barneo, a unos 320 km del Polo Norte. Según informó la BBC, el entonces príncipe Harry no pudo regresar en la fecha prevista y permaneció hasta el día 10. Los militares alcanzaron su objetivo el 17 de abril.

Y durante esos cuatro días sucedió…

“Se me habían quemado las orejas y las mejillas por el frío. De vuelta en casa, descubrí con horror que me había pasado lo mismo en las partes bajas; las orejas y las mejillas ya se me estaban curando, pero la verga no.

La cosa fue de mal en peor según pasaron los días.

Mi pene fluctuaba entre la sensibilidad extrema y la antesala del trauma.

Había probado varios remedios caseros, entre ellos uno que me dijo una amiga, que me recomendó encarecidamente que me pusiera crema Elizabeth Arden.

– Mi madre [Diana] se ponía esa crema en los labios. ¿Me estás diciendo que me la ponga en la verga?

– Hazme caso, Harry. Funciona.

Me hice con un tubo y nada más abrirlo me teletransporté en el tiempo. Fue como si mi madre estuviera ahí conmigo.”

Nuestro dolorido príncipe decide visitar a un dermatólogo. Lo hace con discreción, no olvida que su “miembro era un asunto de dominio (e interés) público”. La prensa había escrito largo y tendido sobre él.

“Le expliqué [al doctor] que era una lacra invisible. Por alguna razón que desconocía, en mi caso particular, la dolencia se había manifestado en forma de hipersensibilidad aumentada”.

Recordarán nuestros lectores que en el anterior capitulo, al ver acercarse a su padre y a su hermano, Harry siente “una especie de hiperconsciencia”. Ahora es hipersensibilidad en sus partes ¿Tendrá Harry el cerebro dividido?

El galeno le tranquiliza. La “cura más factible es el tiempo”. Pero Harry duda… a los pocos días debe asistir a la boda de su hermano Guillermo.

“¿Qué pretendía decirme el universo privándome a la vez de mi pene y de mi hermano?”, se pregunta.

Continuara …