Príncipe Harry, duque de Sussex. Foto: CONTACTOPHOTO

Memorias de Harry: Una sesión de espiritismo en los jardines de Frogmore

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Algo perturbó al príncipe Harry. Se estremeció con la misma sensación que años antes habían sentido los sirvientes de Sandringham House, una de las muchas residencias de los Windsor. “Prue Penn [la doncella de la Reina Madre] me cuenta que en Sandringham, en verano, la Reina [Isabel II] la invitó a asistir a un pequeño servicio religioso oficiado por el párroco local en una de las habitaciones. La Reina Madre también estuvo presente». Es el relato que Prue le hace a Kenneth Rose, el que fuera biógrafo de la familia real y que este recoge en sus diarios póstumos, publicados en 2019.

«…Algunos de los criados se habían quejado de que la habitación estaba embrujada y no querían trabajar en ella. […] El párroco dijo que la atmósfera opresiva y perturbadora que detectó allí podría deberse a la princesa Diana: sabía que esas cosas pasaban cuando alguien sufría una muerte violenta”. Afirma el relato que Prue le hace a Kenneth Rose.

El príncipe Enrique, duque de Sussex (nacido Henry Charles Albert David), “Harry”, se había sentado en un pequeño banco de madera. Esperaba en los jardines de Frogmore. La brisa era suave en un mes muy “abrileño” pero de repente, ese maldito clima inglés… “el viento cobró fuerza y se volvió más frio”.

Eso no es una barba

¿Se trataba de un repentino cambio del tiempo o era el anuncio de algo más desconcertante, siniestro? Otra ráfaga de viento y Harry, taciturno, evoca al hombre por el que se encuentra allí: acaba de salir del sepelio de su abuelo, Felipe de Edimburgo. Es sorprendente que en esas circunstancias solo acierte a recordar la “frialdad” de trato de su abuelo paterno cuando se mofaba de su rostro barbilampiño. “El abuelo miró a mi amigo, me miró la barbilla y esbozó una diabólica sonrisa. ¡Eso no es una barba!” Todo el mundo se rio.” En ese momento y para siempre, el rencor anidó en el alma del joven príncipe.

Mientras espera, aterido por el frío y arrepintiéndose de no haber cogido un abrigo “por si acaso”, siente una presencia. “A mi lado, espiando mis pensamientos”. Son Wallis Simpson y Eduardo. El rey que abdicó por amor. La pareja pronazi que hubiera hundido a la Monarquía. El aliento cálido y cómplice de los duques de Windsor al pronto se disipa. El espiritismo durante la época victoriana fue una válvula de escape para una sociedad constreñida por el puritanismo, el woke del siglo XIX y nuestro rebelde príncipe se siente muy presionado. Sentado en el banco, Harry tiene una visión. Es Diana, su madre, que se desliza junto a un cisne por las aguas del lago añil que serpentea entre el Mausoleo Real y el de la Duquesa de Kent. La ve con nitidez. Oye su risa sonora “como los trinos que me llegaban desde los árboles desnudos” Su luz deslumbrante como la de esa esfera asombrosa a la que los astrónomos han bautizado como Earendel “que sigue resultando visible para los ojos de los mortales en virtud de su extraordinaria y deslumbrante luminosidad. Eso era mi madre”.

Portada de Spare, las memorias del príncipe Harry

Harry sale de su trance, comprueba si hay algún mensaje en el móvil. Nada. Está intranquilo y desconcertado ¿No vendrán? Exactamente “durante medio segundo [ni más ni menos] se plantea rendirse y dar un paseo a solas por los jardines o volver a casa”. Entonces, ese lago añil, sobre el que resplandecía la luz de su madre, se trasmuta en El lago de la pesadilla, el poema que H.P. Lovecraft escribió en 1919:

“Atormentado por una terrible melancolía,

que respira los vapores saturados de pestilencia

emanados por la aguas espesas y estancadas.

Sobre los bajíos, de cieno arcilloso

retozan criaturas que repugnan por su degeneración”

H.P. Lovecraft

Unas figuras casi amenazadoras

Harry percibe una intensa perturbación al ver unas figuras “casi amenazadoras” que se dirigen hacia él. Su padre y su hermano le hacen sentir miedo y “una especie de hiperconsciencia” [para Giovanni Stangellini, catedrático italiano de psicología dinámica, la hiperreflexividad o hiperconciencia no debe interpretarse como un exceso de reflexión intelectual, sino como un exceso de presencia entre el sujeto y el mundo. Útil para explicar la vivencia incorpórea de los esquizofrénicos] quizá por eso Harry se siente como otro príncipe “ya estábamos en pleno centro del Cementerio Real, más rodeados de cadáveres que el príncipe Hamlet” mientras se desespera con la parsimonia con la que su padre Carlos y su hermano Guillermo encaran la situación. Él ha venido para hacer las paces, pero “ellos habían acudido listos para una pelea.”

Se hunde anímicamente. No entiende la agresividad de su hermano, ni la pasividad de su padre. Le asquea la hipocresía de ambos ¿Pregunta si comprenden los motivos por los que con su “esposa huyó de allí, temiendo por nuestra salud mental e integridad física”. Todo es inútil. Pero él necesita que se conozcan sus razones, los motivos que le llevan a abandonar su patria, por la que “había combatido y había estado dispuesto a morir”. Vuelve a sentirse injustamente tratado y en otro medio segundo toma la decisión: os vais a enterar.

Spare. En la sombra‘, las Memorias de un príncipe despechado, rezuman rencor y podredumbre, la misma que pudre Frogmore. Un lugar húmedo y pantanoso, cementerio real que se encuentra a unos 800 metros al sur del Castillo de Windsor. Aquí ordenó construir la reina Victoria el Mausoleo Real, en 1862, tras la prematura muerte del príncipe Alberto de Sajonia, su marido y aquí comienza la venganza de Harry.

Continuará…