La chelista Iris Azquinezer en el Atrium Musicae.

Atrium Musicae pone a Cáceres en el mapa de la música clásica

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Las primeras veces son siempre complicadas. Especialmente, cuando se quieren hacer bien las cosas. Y quienes se encuentran al frente de la Fundación Atrio, amparada por el buque insignia de la gastronomía y la hotelería extremeña, no son sino José Polo y Toño Pérez, dos almas gemelas, como se autodefinen, con una idea muy clara de cómo deben hacerse las cosas. Y en este caso, el resultado ha superado cualquier expectativa, incluso las más aventuradas. Un ciclo que, programado por el gestor cultural conquense Antonio Moral, llevó a la ciudad extremeña a algunos de los más interesantes intérpretes del panorama nacional e internacional.

Los escenarios fueron, sin duda, eficaces aliados de la propuesta, a pesar del intenso frío reinante entre los días 27 y 29 de enero. Tanto la Concatedral de Santa María como el entrañable Gran Teatro, el impactante Museo Vostell de Malpartida y la iglesia de San Juan, fueron entornos idóneos para una serie de conciertos que, en todos los casos, llenaron su aforo.

Es cierto que la mayoría de los espectáculos (salvo el concierto del lied del sábado noche), fueron gratuitos, previa reserva de entrada, pero también es cierto que el público que acudió estaba deseoso de que le ofrecieran calidad. Y calidad tuvieron los asistentes.

José Polo y Toño Pérez, propietarios del restaurante Atrio, de Cáceres, e impulsores del festival Atrium Musicae que se celebró por primera vez el último fin de semana de enero. Foto: Jose Velasco / Europa Press (Foto de ARCHIVO)

A caballo entre lo religioso y lo (muy) profano

Por orden cronológico, el primero de los conciertos fue el ofrecido por la formación madrileña ‘Schola Antiqua’. Un programa de estreno, titulado Servasti vinum bonum, a caballo entre lo religioso y lo (muy) profano, llenó la Concatedral de sones en los que la formación dirigida por Juan Carlos Asensio brilló a gran altura, a pesar de que había piezas poco interpretadas por el grupo.

Muy interesantes los excursos de Asensio, capaces de colocar al respetable con la mejor disposición ante lo que se escuchó. El estribillo Vinum bonum et suave acabó incrustado en las gargantas de quienes lo disfrutaron como un caldo de rancio abolengo, y el clásico encore de la Salve Regina más conocida y cantada en la liturgia supuso un colofón muy adecuado.

Concierto de órgano de Daniel Oyarzábal en la Concatedral de Cáceres, en la primera edición del festival Atrium Musicae

Dos horas de estudio en minutos de deleite

El sábado por la mañana, tocó volver a la Concatedral para disfrutar de un concierto de órgano que, aunque acortado por necesidades litúrgicas de última hora, provocó, al menos para quien esto escribe, uno de los mejores momentos de este naciente ciclo. Daniel Oyarzábal no es un organista más: capaz de ahondar en su instrumento y extraer de él toda su potencia sonora y expresiva, ofreció un recital en el que brilló con luz más que propia su versión de la obertura de La gazza ladra de Rossini.

Su capacidad para convertir el órgano en una orquesta (no lo olvidemos, ese fue el objetivo para el que fue concebido, sustituirla) fue especialmente acentuada en esta obra, pero fueron igualmente meritorias su versión de dos de los números de El Carnaval de los animales de Saint-Saëns o de Cuadros de una exposición de Mussorgski. Del repertorio bachiano con el que inició su intervención, solo destacar su capacidad para convertir horas de estudio en minutos de deleite.

Un recital pleno de expresividad carente de alardes efectistas

La noche del sábado fue, como ya se ha dicho, la de la primera cita con el lied que en Cáceres se recuerda, tal y como corroboraron los aficionados asistentes. La dupla elegida para llevar adelante este primer envite fue de garantías. Tanto el barítono Manuel Walser como su ‘partenaire’ a las teclas, Alexander Fleischer, cuajaron un recital pleno de expresividad, carente de alardes efectistas que quizá otros hubieran tenido la tentación de explotar ante la, al menos en parte, colonia de neófitos del patio de butacas.

Walser “mostró la patita” en un par de números, en los que proyectó su chorro de voz hacia el patio de butacas, y respondió a la perfección ante fraseos en bajo que habrían hecho sudar a muchos otros. Juventud y experiencia sobre las tablas del coliseo cacereño para interpretar el clasiquísimo Winterreise de Schubert, con un resultado artístico excelente.

El barítono Manuel Walser y su ‘partenaire’ a las teclas, Alexander Fleischer.

Un futuro muy prometedor

El domingo quedó para dos enérgicas citas. Por la mañana, en el Museo Vostell, rodeados por el paisaje verde y rocoso del entorno natural de Los Barruecos en Malpartida, la chelista Iris Azquinezer demostró por qué no es una chelista al uso. Composiciones propias muy canónicas, con un uso comedido del detaché y el pizzicato, se mezclaron con las suites de Bach en un conjunto armónico y de profundo contenido espiritual, con referencias teresianas, finalizado con el encore del Preludio de la Número 1.

Y no menos enérgicos estuvieron por la tarde los componentes del Cuarteto Cosmos (en su presentación en la capital extremeña), quienes eligieron los cuartetos de Haydn, Mozart y Schubert para deleitar al público que, una vez más, llenó la iglesia de San Juan en la plaza del mismo nombre.

Ciertamente, y a tenor de lo visto, Atrium Musicae tiene ante sí un futuro prometedor. El presente ha llevado el disfrute a miles de personas, naturales y foráneos, que se han acercado a las cinco citas del ciclo. Larga vida a la música de calidad, también, desde ahora, en Cáceres.