No hay pena que 100 años dure, ni Óscar que lo resista

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La película ‘Almas en pena’ tiene todos los elementos para llevarse el Óscar al mejor guión adaptado en la gala de los Óscar del próximo 13 de marzo. Pero además, la dirección de Martin McDonagh conmueve y la interpretación de Colin Farrell te rasga y te hiere. Una película imprescindible, de las que no te deja impasible y con un humor entre lo escandalosamente divertido y lo increíblemente sobrio.

La cuarta película de Martin McDonagh tiene al mundo del cine en suspenso. Un director con un lenguaje muy personal y una humildad que le precede, siempre habla de lo agradecido que está de hacer cine, de aportar algo. «no le puede llamar legado, esa palabra es grande», comentó en una entrevista en la que también dejó una perla, de esas que pasan a la historia:

«El humor irlandés es el perfecto equilibrio entre lo escandalosamente divertido y lo increíblemente sombrío».

Martin McDonagh, director de la película Almas en pena

De Missouri a Irlanda

Marcado por el teatro, todos los escenarios siempre tienen una nitidez en las películas de McDonagh, después de aquel estreno en el 2008 con Escondidos en Brujas, donde muestra los parajes medievales de ese cuento de hada sin modestia alguna.

Logró dejarnos perplejos con un guion inteligente en Tres anuncios por un crimen, donde una pequeña localidad en Missouri tiene parlamento propio. Pero es en Irlanda donde ha creado un escenario que nos toca, nos exige, nos invita, y, mientras nos conmueve, también le tememos.

Isla del purgatorio al infierno

Si usted nunca ha vivido en una isla, pues, créalo “el que se va a la isla, se aísla”; ahora imagine que hace un frío del Hades, súmele la guerra en los años 20, una guerra civil cruel que separó familias, amigos y literalmente dividió un país.

Esa guerra estará retratada sin necesidad de arrastrar los cadáveres de un lado y del otro, pues los mismos personajes escuchan los disparos desde Inisherin, sin comprender que hace a los hombres matarse entre sí.

Las actuaciones te rasgan, te hieren, Colin Farrel (Padraic) siempre ha tenido esa característica que impacta, una expresión que es marcada por sus espesas cejas y esos ojos como puñales, pero en esta película toda su cara es un texto.

Ventanas como postales

Simplemente se le hace incomprensible que su mejor amigo ya no quiera compartir con él, importa poco que lo llame soso y aburrido, él puede mejorar, hacer cambios, lo que necesite, lo que pida estará dispuesto a darlo con tal de recuperar la amistad.

La fotografía de Ben Davies es esencial, da vida hasta los marcos de las ventanas que se suceden como postales, retratos perfectos. Si bien ha hecho varias películas de superhéroes y hasta Dumbo, también ha trabajado antes con McDonagh en la premiada Tres anuncios en las Afueras (2017).

Entre soledades

El ser social, como afirmara Einstein, ha devenido, como resultado, “un ser simultáneamente solitario y social”

Es la soledad quien marcará los 114 minutos, el discurso de un Padraic ebrio y angustiado es precioso, con ingenuidad y simpleza determina la importancia de valorar la amistad. El hecho de compartir un presente es lo que él subraya, mientras Colm (Brendan Gleeson) quiere trascender y dejar obra, no puede perder el tiempo con un amigo aburrido, aunque justo ese discurso lo va a sorprender sin que por ello los acontecimientos cambien el rumbo.

La angustia de los protagonistas

Cada uno en su propia angustia relata problemas tan actuales como eternos, el peligro de una mente que se aburre en un pueblo chico lo convierte en un infierno grande, se evidencia en el policía o la dueña de la tiendita.

La hermana de Padraic, Siobhán (Kerry Condon) es una soledad que ella no ha reconocido y que pronto será develada, siendo una bibliófila su gran compañera es la lectura, representa en sí misma insilio y exilio, con una enorme capacidad de empatía, escuchará la declaración de amor más triste y conmovedora del joven atormentado Dominic (Barry Keoghan), víctima de su propio infierno.

la pérdida de un amor

Pero, a decir verdad, si bien un amor que se termina nos lleva por una pena casi inaguantable, tienen un peso distinto a la pérdida de un amigo. Sin que uno pueda entenderlo, se marcha, se pierde, se deslinda, pasa mucho en el exilio, es como una muerte en vida para los afectos que se dejan al otro lado de la memoria.

La espera del regreso de los que se han ido, agota, aburre, duele. Dictaduras o conflictos fratricidas, una guerra civil es lo peor de dos pesadillas, incluye, desespero, separación y muerte.

El fantástico mundo animal

La humanidad de los animales es de una fineza absoluta, cómo entran en cada escena, mostrando su presencia, preocupación por ese otro amigo humano, son compañía. Eso ya se sabe, pero la humanización que se logra bajo la dirección de cámara, los encuadres, la fotografía bañada en metáforas y alegorías; los caballos, las vacas, el perro fiel, pero también atento a los cambios entre estos amigos, se preocupa.

En esta película son personajes con mucha fuerza, la burrita enana, que en realidad es una yegüa de “Gaeltacht”, merece su propio Oscar.

El realismo mágico irlandés

Banshees quiere decir una suerte de hada del más allá, espectros que vienen de la oscuridad y anuncian la muerte. Sheila Flitton puede aparecer como un cuervo o murciélago sin dejar su cuerpo humano, sabemos que existe, es real, pero también es de un alma oscura, hasta que ella misma descubre que tampoco es apreciada su presencia como visita en el hogar de Padraic. Es es como Inisherin que en realidad no existe, es Inishmore y Achill, los lugares donde se rueda la película.

En la escritura de Martin McDonagh no hay historia secundaria que le falta densidad, todos son llevados con un respeto y una relevancia que sin ellos la película estaría incompleta, en este western irlandés no hay desperdicio ni siquiera en las ruedas de las carretas.

Este es un Óscar como mejor guion adaptado, sin duda, pero como Inisherin, no podemos decir que existe hasta verlo aparecer en la ceremonia del próximo 13 de marzo.