Irene Montero. Foto Europa Press
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¿Quién mató la ley sólo sí es sí? De Einstein a Shakira

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Es fácil perderse hoy en disquisiciones teóricas o emocionales sobre la ley sólo sí es sí. Desde los tecnicismos que implica el consentimiento, a las aplicaciones de jueces y tribunales más o menos literales que se hace de la rebaja de penas que la ley plantea. Por otro lado, los medios de comunicación han encontrado un tema perfecto que conecta en estos momentos con la ciudadanía. En este contexto, es necesario un análisis más sosegado de la ley. No sólo del contenido, sino del ambiente que lo rodea, para entender qué ha pasado.

Para ello nos acercaremos a Albert Einstein, el famoso científico y unos de los padres de una de las disciplinas científicas más objetivas, la física. Como muchos otros científicos coetáneos, se dedicó a desestimar ideas intuitivas sobre la física mecánica que procedían de la religión, y decidió aplicar un método riguroso de cálculo. Para ello, era necesario, como explicaba, desprenderse de las ideas aristotélicas del movimiento, y conectar con la física mecánica de Galileo y Newton, es decir, el principio de la fuerza en el movimiento de astros, que ayudó a la física teórica a pasar de teoría de la gravitación a la relatividad. Es decir, a un objeto no le mueve algo o alguien, sino que hay fuerzas que actúan alrededor que lo determinan.

En la sociedad pasa algo similar, pero con consecuencias menos predecibles que en física. Hay un campo exterior que influye en el devenir de los objetos y sujetos, y es principalmente el tiempo, o la evolución de la conciencia humana. No somos los mismos que ayer y no lo seremos igual que mañana.

La ley sólo sí es sí nació mucho antes de que llegara al consejo de ministros el 3 de marzo de 2020. Fue en julio de 2018, con la proposición de ley de “Protección Integral de la Libertad Sexual y para la erradicación de las violencias sexuales” de Unidas Podemos. La ley que llega al consejo de ministros es muy similar, pero el ambiente era totalmente diferente. Se había formado un Gobierno de coalición tras dos elecciones, una fallida, que generó enorme estupor por la incapacidad de ponerse de acuerdo para su composición. En verano de 2018 la ley era un consenso y se reflejó en el lema de las manifestaciones multitudinarias del 8 de marzo 2018, en las que todos los partidos de la izquierda acudieron al unísono, bajo el cántico que arropaba a la víctima de la manada: yo sí te creo. Es decir, se señalaba la centralidad del consentimiento a la hora de determinar una agresión sexual. Sólo dos meses después del 8M, y con esa ola detrás, Pedro Sánchez gana la moción de censura y Rajoy acaba en el sótano de la historia.

La condición de posibilidad de la nueva ley de 2020 se produce por dos elementos que vendrán después: que esté Unidas Podemos en el Gobierno, y que esté Irene Montero. Sin eso, no hubiera sido posible. Primero, porque era una ley de Podemos, impulsada por la formación. Segundo, porque el Gobierno sólo se podía formar si Montero era ministra de un área estratégica en términos políticos, que era la condición de posibilidad. Por ello, había un factor personal en la ley y político: la coalición dependía de la buena salida de esta ley, que era capital para Podemos, y para la supervivencia de la coalición.

De ahí que, en 2020, la ley pase al consejo de ministros a toda velocidad, con la presión de un 8M a la vuelta de la esquina, y una pandemia que comenzaba a ser evidente. Se aprueba por aspectos políticos y no sociales. Pues, en ese momento, las preocupaciones habían cambiado. Es decir, las fuerzas que empujaban la ley no eran las mismas.

Si vamos a la encuesta del CIS de febrero de 2020, es decir, a pocas semanas del paso por el consejo de ministros de la ley sólo sí es sí, que fue el 3 de marzo, del 8M, y la gran pandemia que asoló al planeta, vemos que la encuesta señala una preocupación por temas relacionados con el empleo, la desigualdad, y la precariedad. Particularmente, se ponen como principales objetivos del Gobierno entre el electorado de izquierdas la lucha contra precariedad y el crecimiento económico y el empleo. Frente a esto, la igualdad de género era el objetivo de un 2,4%, y en el PSOE del 2,8%, y en Unidas Podemos del 2,5%.

Pero si se preguntaba por la cuestión de la violencia de género, esta percepción cambiaba, ya que un 93,3% creía que era un problema preocupante y, más allá, un 71,3% creía que había que “hacer más cosas”. En concreto, preguntados por ello, los encuestados elegían:  «Endurecer las leyes / endurecer las penas» con un 28,7%, seguido de «Más educación / Educación en igualdad / Educación al hombre» con un 17%, y como tercera opción, está «Una mayor protección a las denunciantes / mayor protección policial a las mujeres» con un 11,6%. La sociedad clamaba por penas más duras, y entre el electorado de izquierdas quedaba dividido por el tema: un 41,1% de votantes del PSOE quería penas más duras, mientras un 29,7% de votantes de Unidas Podemos. Frente a esta opción, en Unidas Podemos un 40,5$ pedía “Más educación/Educación en igualdad/Educación al hombre”. Esto es, el electorado de Unidas Podemos aprobaba la mayor parte de medidas que trae consigo la ley y, en parte, el marco antipunitivista que refleja.

No obstante, de entonces a hoy, tenemos la misma ley, pero diferente contexto. Ha pasado una pandemia, el movimiento feminista se ha agrietado, y hay un clima de miedo tras la pandemia, que nos hace más conservadores en las relaciones y en la idea de que la sociedad “saldrá mejor”, es decir, en creer en el cambio de actitudes. A falta de una encuesta, el dato que mejor refleja el cambio en el humor social es haber pasado de escuchar el mal querer de Rosalía a la canción sin nombre de Shakira. Este cambio refleja un cambio en las expectativas de lo que pensamos que debían ser las relaciones, basadas en un cálculo sentimental y político: un buen querer; que ha pasado a un análisis económico: un cálculo de beneficio-coste que tiene poca explicación política detrás. Menos aún colectiva. Tampoco el Gobierno de coalición es el mismo, ni el electorado que lo apoya. Es más, este paso del tiempo que ha influido en la percepción de la ley es muy probable que también les pase factura. Esto es, en ambas cuestiones pesará haber nacido, crecido y desarrollado en un tiempo que no era el suyo.