Mel Supernova el cisma del orgullo
Mel Supernova, columnista experta de Crónica Libre.

¿Te dije yo que me trataras en femenino?

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Cada tanto me enfrasco en discusiones con transactivistas hegemónicos, férreos defensores de las “identidades de género”, en redes sociales, quienes insisten monotemáticamente que las personas trans no tenemos derecho a tener otro punto de vista más que los que ellos tienen. Después de un rato en la discusión notan algo en mi manera de expresarme que no dudan en señalar y a veces hasta denunciar: que me refiero a toda persona nacida varón, haya o no transicionado, en masculino, incluyéndome por supuesto.

Sus reacciones varían. Están las personas que piensan que todo mundo compartimos sus mismos valores y apelan tramposamente a decirme “A ti no te gustaría que te malgenerizaran ¿O sí?” -ignorando conscientemente que para ese punto en la conversación quizá me haya referido a mi persona en más de una ocasión en masculino- como pensando que yo si protejo celosamente mis pronombres y que siendo yo mismo una persona trans que no podría aceptar tremendo crimen a mi persona.

Mi respuesta habitual siempre es: “No me interesa”. Quieres tratarme en femenino, bien. Quieres tratarme en masculino, bien. A mí no me interesa. El cómo me trates o como me veas es tu problema, no el mío. Yo sé quién soy y tengo seguridad en lo que soy, y el cómo me traten o como me nombren o genericen no cambia un ápice de ello.

En mi caso especial más bien he llegado a prohibirle expresamente a ciertas personas que me traten en femenino. Esto ha sucedido porque estas personas, también varones transicionados (no voy a usar el término “mujer trans” y ya expliqué por qué) como yo, toman a título personal que en diálogo me esté refiriendo a mi persona en masculino, y toman la decisión de llamarme la atención al respecto diciendo que se sienten agredidos que yo use pronombres masculinos para referirme a mí.

En femenino porque «nosotros te vemos como mujer»

Han llegado a decirme que ven como insulto personal que “no respete mi propia integridad” -sea lo que eso signifique- y a exigirme que mientras hable con ellos, me trate en femenino “en respeto a que nosotros te vemos como mujer”. Mi respuesta cuando sucede esto se divide en dos etapas. La primera es cuestionarlos si no es verdad que su propia postura se basa en que cada persona decide como llamarse y como nombrarse y que es algo que hay que respetar bajo cualquier circunstancia.

En ese sentido, con su exigencia hacia mí, están quedando como hipócritas, cuanto menos. Yo no voy a llamarme como ellos quieren “por su comodidad”, punto. La segunda etapa es decirles que de ese momento en adelante tienen estrictamente prohibido tratarme en femenino o usar un nombre femenino para mí. De ordinario o con otro tipo de personas no me importa, pero si me van a exigir un tratamiento para su propia comodidad, entonces no lo tendrán, y si, lo voy a tomar personal.

Sin embargo, están los que reaccionan violentamente, diciendo que debo tratar con personas trans (la parte humorística de esto nunca deja de sacarme una sonrisa) y que si no me doy cuenta de que la malgenerización es “literal violencia” y que puede “provocar la muerte” de las personas trans. Que yo sepa, ni yo ni las otras personas trans con las que sigo en contacto se han muerto -o siquiera nos hemos enfermado- si nos tratan con pronombres no deseados, pero supongo que gente que no sabe de nuestra realidad o movimientos o luchas históricas van a saberlo mejor.

«Violencia» y «discurso de odio»

Ese tipo de discusiones violentas siempre terminan con los ofendidos negando que yo sea trans y denunciándome por “violencia” y “discurso de odio” contra personas trans por -ah (consulta notas)- ser una persona trans que afirma que la exigencia de pronombres y la criminalización de la malgenerización es una idea superficial y banal que los aleja de una verdadera definición de nuestros derechos como personas trans, algo de lo que hablé en otra pieza.

También me avisan con amabilidad que están tomando capturas o archivando nuestra conversación para cuando niegue que alguna vez malgenericé a alguien. Hasta el día de hoy no pienso hacerlo y por eso lo escribo hoy: nunca lo negaré, no me arrepentiré.

Me queda claro que el transactivismo hegemónico, en su visión peleonera pero superficial y gatopardista, ha coaccionado su camino para pasar leyes que logren su propósito de criminalizar legalmente el uso de nombres originales y pronombres y que hoy día si puede ser razón de persecución penal. No podía esperar otra cosa.

El patriarcado sigue intacto

Engels dijo “Estos señores piensan que cuando han cambiado el nombre de las cosas, han cambiado las cosas mismas. Así es como estos profundos pensadores se burlan del mundo entero”. Cambiar el nombre de las cosas y perseguir a quien diga o que realmente no han cambiado, o que ello solamente sirve para proteger el stablishment, solamente sirve a, pues, que todo siga igual. El patriarcado sigue intacto.

Pero entonces, preguntará el infaltable listillo ¿Qué digo yo ante “el dolor” que provoca la “imperdonable violencia” del uso de pronombres no deseados? Lo he dicho en innumerables ocasiones: si te llena de dolor y angustia que no puedas controlar la manera en cómo tu interlocutor o terceras personas se refieran a ti o te nombren, entonces lo que te urge no es hormonización ni transición de género, sino terapia psicológica o psiquiátrica.

Si el que personas ajenas a ti, por más que tengan una relación familiar o laboral o la que prefieran, te hagan sentir inseguridad y rechazo a ti o a la sociedad el problema está en ti, no en cómo te tratan. Una persona segura de sí sabe quién es y no se ve afectada ni por comentarios, ni palabras ni pronombres. La gente no tiene necesidad alguna de validarte.

La única persona que puede y debe validarte eres tú. Nada más. La gente tampoco te debe entendimiento de tu condición de disforia o dismorfia. No, ciertamente tampoco te debieran acosar ni discriminar por ello, pero el que te nombren como tu quieras ni es un derecho ni el que no lo hagan es acoso o discriminación.

Así es como yo vivo. Y es más simple que desvariar que la gente te agrede solo porque está consciente de tu realidad. Tu tienes el control de ti mismo si entiendes y aceptas tu propia realidad, solamente me sorprende por qué los creyentes en identidades de género se aferran a rechazarla.