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¿Para qué sirve el mini acuerdo nuclear entre EEUU e Irán? ¡Para nada!

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Congelar el enriquecimiento de uranio al nivel del 60%  a cambio de aliviar las sanciones”. Es decir, un Acuerdo Nuclear Parcial (ANP) es la sugerencia del gobierno de Biden a la Teocracia Chiita de Irán (TCI). Esta ocurrencia llega después de que el presidente demócrata prometiera, en 2021, la recuperación del acuerdo nuclear del 2015, destruido por Donald Trump. En 2022 afirmaría que un acuerdo con Irán “ya no está en la agenda” debido a, entre veinte motivos, la prioridad de la guerra de la OTAN contra Rusia desde Ucrania, la cooperación militar de la TCI con Rusia, y los patíbulos levantados contra los iraníes por los ayatolás durante las protestas antigubernamentales, lo cual daría mala imagen a la bandera de los “derechos humanos” de la superpotencia.

Mientras Teherán públicamente, rechaza la propuesta, en privado intenta aumentar la cuantía de 7.000 millones de petrodólares que tiene bloqueados en los bancos surcoreanos, y su liberación forma parte del plan Biden. En febrero pasado, y en medio de la sublevación de los iraníes contra la teocracia de extrema derecha chiita, el presidente de EEUU, en un intento de echarle una mano, mandó a la Cámara de Comercio de Irak-Irán en Bagdad liberar 500 millones (de los 10.000 millones) de dólares de fondos iraníes congelados por órdenes Washington. Biden también podrá utilizar el Acuerdo de Libre Comercio entre Irán y la Liga Árabe para levantar, discretamente, las sanciones sobre la nación iraní, el único perjudicado de estos castigos, y también el único que no se beneficiará de semejantes tejemanejes.

La idea de EEUU, -que hasta ahora ha combinado las sanciones económicas con el aislamiento diplomático, acciones de sabotaje, maniobras militares y amenazas de un ataque-, contra Irán, es que tal iniciativa conduzca a la firma de un acuerdo completo y duradero como el del 2015, algo que no va a ocurrir, y lo dijimos.

A tener en cuenta que

  1. La situación de Irán y del mundo ha cambiado desde el 2013. Entonces, Barak Obama no sólo consiguió que la TCI firmase el acuerdo nuclear, sino que lo cumpliese: después de gastar miles de millones de euros en su hazaña nuclear, el régimen islámico aceptó los límites impuestos para desarrollar su industria nuclear, e incluso envió a Rusia (entonces aliado de EEUU en impedir un Irán con armas nucleares), el combustible gastado con el que podía obtener plutonio. Después llega a un tal Trump, manipulado por Benjamin Netanyahu, para romper lo que fue el primer (y aun el único) acuerdo de no proliferación de armas nucleares con un país que aun no las había fabricado. Desde entonces, ha ido aumentando el riesgo de un choque bélico directo entre Israel y la TCI, que sigue con su hazaña nuclear. La gravedad de la situación es tal que los países árabes del Golfo Pérsico, aliados de EEUU e Israel, han tenido que recurrir a China (principal cliente del petróleo de Oriente Próximo y donde confluyen la doctrina Carter con la de Obama) para que mediase entre ellos e Irán y así no ser castigados por los Acuerdos de Abraham que han extendido el poder de Israel hasta las aguas pérsicas.
  2. Para Teherán, si un acuerdo no temporal y tan trabajado como el de 2015 ha sido anulado por EEUU, uno provisional carece de cualquier valor y garantía: no va a paralizar unos aparatos, cuya puesta en marcha ha costado un ojo de la cara de los iraníes, por algo que nace para morir en dos días.
  3. La imposibilidad técnica de recuperar el acuerdo del 2015, por:

–  La desconfianza insalvable entre la TCI y EEUU, y los continuos ataques de Israel a las fuerzas islamistas en Siria e Irak. Que el núcleo duro del poder de Teherán utilizara el ejemplo de Ucrania, -que “si hubiera mantenido sus armas nucleares, Rusia no le habría invadido”-, e insistiera en voz alta en el poder disuasorio de dichas armas, ya está persuadiendo a sus enemigos en exterior. 

  • El Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) no podrá vigilar un acuerdo interino y mutilado.
  • A más presión de EEUU, más avance en el Programa Nuclear de Irán (PNI): Con el asesinato del científico nuclear Mohsen Fakrizadeh, en 2020, Teherán redujo la supervisión del OIEA, y tras el sabotaje de Israel en la instalación de enriquecimiento de uranio de Natanz, en el abril de 2021, inició el enriquecimiento al 60% .

La guerra de Ucrania, por haber dividido a los miembros del Consejo de Seguridad e la ONU, que firmaron el pacto del 2015.

– Israel, adicto a la política de “tierra quemada”, promotor del desmantelamiento de los poderosos Estados de Irak, Libia y Siria, se opone a cualquier acuerdo con Irán, aunque en este caso puede haber el riesgo de una Destrucción Mutua Asegurada (MAD).

La presión de los halcones de EEUU, Israel e Irán en impedir cualquier acercamiento con el otro. En EEUU, los acuerdos con Teherán, por “parcial” que sean, deben pasar por el Congreso y el Senado, conforme a la Ley de Revisión del Acuerdo Nuclear de Irán, y es obvio que de allí no saldrán.

Si el objetivo de EEUU es que Israel mantenga el monopolio de poseer estas armas de destrucción masiva, el de TCI es compartir este estatus

Los intentos de la TCI para establecer un equilibro de terror son en vano: en el “mejor” de los casos, la teocracia islámica podrá fabricar una bomba, mientras el Estado judío ya posee hasta 400 ojivas.

Las pérdidas de la TCI en la región (Irak, Siria y el Líbano) le empujan a proseguir con más convicción el programa nuclear, cuyo principal objetivo es proteger a la propia oligarquía militar-clerical, a toda costa. Sin embargo, un sistema político, con muy armado que esté, también pude desaparecer debido a las dinámicas internas: salvando muy mucho las distancias, la Unión Soviética se desmoronó por los errores, la corrupción y la traición de sus propios dirigentes que no por una guerra bélica con el imperialismo estadounidense. O que la dictadura de Pahlavi, que ostentaba el título del Gendarme del Golfo Pérsico, y contaba con mejores relaciones con las potencias mundiales, fue derrocada por la putrefacción inherente a su existencia.

  • El PNI ha sido un negocio redondo y oscuro, tanto para las autoridades de la TCI que han desperdiciado miles de millones de euros en un criminal capricho militarista, como para esta industria a nivel mundial, que bajo el mantra de “la amenaza de Irán” está sembrando la región de instalaciones nucleares. ¿Sabían que el actual Secretario de Defensa del gobierno de Biden, Lloyd Austin, formaba parte de la Junta Directiva de la compañía de armas nucleares Raytheon? Países como Egipto o Arabia Saudí (que discretamente financia las bombas de Pakistán), ya planean tener su programa de ciclo de combustible nuclear autóctono.
  • La multiplicidad de las instalaciones nucleares iraníes esparcidas por todo el territorio nacional imposibilita un “plan B” de EEUU para desmantelar el PNI vía bombardeo. A demás, tal locura llevaría la nube radioactiva a todos los países vecinos, y paralizaría buena parte del suministro de hidrocarburo desde el Golfo Pérsico.

La No Proliferación Nuclear ha fracasado: en 2020, nueve Estados destinaron 72.000 millones de dólares a sus proyectos nucleares, y EEUU mandó fabricar minibombas nucleares, para una “guerra limitada” ante el silencio del mundo. Irán es, al menos, ya un “estado umbral nuclear”, que cuenta con la tecnología para construir estas malditas armas, como lo son Canadá, Alemania o España entre otros.

Ahora, ninguna de las partes del conflicto puede continuar la actual situación, por lo que están evaluando los costes y los beneficios de algo parecido al apocalipsis.

Obviamente, el pueblo iraní no quiere instalaciones nucleares en su territorio, y no solo porque no necesita esta energía, siendo la primera reserva mundial del gas y la cuarta del petróleo del mundo, sino también porque es uno de los países más propensos a los terremotos en el mundo, debido a su ubicación sobre las placas tectónicas que unen Arabia con India y Eurasia. Y si países tan avanzados y preparados como la URSS (Chernóbil, 1986) o Japón (Fukushima I, 2011), imagínense la temeridad de un régimen que mide el valor de sus “científicos” por su lealtad al Caudillo Jamenei y la cantidad de versículos coránicos que n memorizados. 

Oriente Próximo, atrapado en la telaraña de la santa alianza entre el imperialismo y la extremaderecha religiosa (judía, sunnita y chiíta), se precipita sin freno hacia la deriva.