Puerta de entrada al búnker atómico de Hamburgo
Puerta de entrada al búnker atómico de Hamburgo
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Crónica Libre accede a un búnker de emergencia atómica para 27.000 personas en Alemania

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Dicen que todavía existen más de 600 búnkeres en Alemania, aunque realmente nadie conoce el número exacto. La mayoría son subterráneos. Uno de ellos es el búnker para emergencia atómica con capacidad para más de 4500 personas bajo la estación de Reeperbahn, en el barrio rojo de Hamburgo. Aunque el más grande es otro que linda con la estación, construido para intentar salvaguardar a 27.000 personas. Imagínense la sensación de entrar en un agujero en el caben más personas que en muchos pueblos de España. El tamaño es tal, que cuando reconstruyeron la líneas de metro destruidas en la Segunda Guerra Mundial tuvieron que desviarse de la ruta más fácil porque era imposible volarlos.

Si visita Hamburgo, seguro que sus conocidos le recomendarán que acuda a uno de sus teatros o a la ópera o al recién inaugurado Elbphilarmonie. Los más atrevidos se irán a uno de los muchos musicales que se representan en los teatros del barrio rojo o Reeperbahn. Pero los búnkeres como atracción turística están aún por descubrir y Hamburgo tiene varios búnkeres de acceso público que le permitirán comprender ciertas episodios de la historia de mediados del siglo XX.

¿Por qué se construyeron búnkeres en plena II Guerra Mundial?

El levantamiento de los búnkeres comenzó en 1940 llegándose a construir más de 1.000 refugios solo en Hamburgo. En ninguna otra ciudad se construyeron tantos como en Hamburgo debido a su situación estratégica y su industria pesada.

En cuanto a la faceta arquitectónica de los búnkeres, hay que diferenciar entre los búnkeres y los espacios de refugio más o menos improvisados. Para conocer algunos de los episodios más dramáticos de la historia del siglo XX, se van a esbozar a grandes rasgos las diferencias en la concepción de un búnker antiaéreo y un búnker atómico subterráneo.

Bolsa hermética para depositar cadáveres. Foto: Pilar Larrañaga.

Los aviones de los aliados que despegaban en Gran Bretaña pasaban por Hamburgo camino de Berlín y los búnkeres antiaéreos tenían la misión de eliminar esos aviones. Los búnkeres subterráneos se construyeron para proteger a la población civil en el caso de que Alemania sufriese un ataque atómico por parte de los aliados en la Segunda Guerra Mundial (1940-1945).

Lise Meitner, pionera en investigación sobre la energía nuclear

Una sola bomba atómica puede ocasionar la muerte instantánea de cientos de miles de personas como ya ocurriera en Hiroshima, en donde se calcula que murieron 75.000 personas solo en el instante siguiente a la detonación de la bomba atómica por los EEUU. Ya a finales de los años 30 del siglo XX, los físicos alemanes tenían la certeza de que la fisión nuclear liberaba grandes cantidades de energía debido, en gran parte, a los cálculos matemáticos que realizó la física austríaca Lise Meitner (1878-1968) en 1939, que vivió e investigó en Berlín (Alemania).

Fue en 1922 cuando se permitió a las mujeres acceder al emporio académico y Meitner logró una cátedra extraordinaria en 1926, pero los nazis le retiraron la autorización de enseñanza en 1933. Siguió investigando, pero después de la unión de Austria y Alemania en 1938 tuvo que huir de Alemania al ser blanco fácil por su origen judío en virtud de la ley de la raza.

Fue una pionera en muchos sentidos porque la carrera académica estaba vetada en Alemania a las mujeres antes de 1922. Meitner culminó su tesis doctoral en 1906. Toda su trayectoria investigadora la dedicó a la investigación de las ondas alfa, beta y gamma sobre lo cual publicó innumerables artículos. El catedrático Otto Hahn había logrado la fisión nuclear del uranio en 1938. Fue ella, bajo la dirección del físico Otto Hahn, la que hizo los cálculos matemáticos sobre la energía liberada en la fisión nuclear por los que otorgarían el premio Nobel de química en 1944 a Hahn. Lise Meitner se quedó sin el premio Nobel. Se tuvo que contentar con trabajar en el Instituto Nobel en Noruega en un cargo mediocre.

Los efectos de la detonación de una bomba atómica

La detonación de una bomba atómica desencadena una onda expansiva tal que provoca tornados y hace que vuelen las personas, los animales y todos los objetos que no estén fijados al suelo. Los edificios con grandes espacios abiertos entre las paredes como las casas, se derrumban por las altísimas presiones que se originan en la explosión.  De ahí que las puertas internas de acceso al búnker atómico de Hamburgo pesen varias toneladas y puedas resistir una presión de 9 bares lo cual equivale a 91774.459 kg/m2.

Greenpeace Alemania encargó un estudio en el que en un ensayo se pudo probar la magnitud de la destrucción de un ataque atómico. Se da una destrucción total en un radio de 1,2 kilómetros desde el epicentro de la detonación. Se detectan quemaduras en tercer grado -que afectan a los músculos- en un radio de 1,9 kilómetros. Todos los cristales revientan en un radio de 6 kilómetros.

Las ondas electromagnéticas que son inicuas para el ser humano, pero ocasionan averías a todos los electrodomésticos en varios kilómetros a la redonda. Son algunos de los efectos inmediatos de una detonación atómica. Para ponerlo en contexto, las bombas de Nagasaki o Hiroshima (8 de agosto de 1945) liberaron una energía de unos 15-20 kilotones. Alemania había capitulado el 7 de mayo del mismo año.

¿Qué es una emergencia atómica?

Una emergencia atómica severa se da por un accidente nuclear en una central atómica o por un ataque con armas nucleares. La primera eventualidad se podía descartar en la Alemania de los años 40 del pasado siglo debido a que la primera central atómica se empezó a construir en Kahl (Baviera) en 1961. La primera a nivel mundial fue construida en Gran Bretaña en 1956. Descartada esa eventualidad, la catástrofe nuclear ya se barajaba como escenario posible en tiempos de Hitler.

Tanto es así que ordenó construir un búnker atómico militar de 8 kilómetros bajo el macizo del Harz. Su puerta de acceso pesa 100 toneladas. Veamos ahora las razones que están detrás de estas dimensiones colosales de construcción. Empecemos por el final y preguntémonos cuál era la razón por la que se construyeron búnkeres atómicos.

Estaban pensados para que los seres humanos que se refugiasen en ellos, sobreviviesen mucho tiempo al disponer de autonomía en muchos sentidos, como podrá leer más abajo. El búnker atómico de la central de Hamburgo está dotado de un tanque de combustible para producir electricidad en el caso de un apagón en el abastecimiento de corriente eléctrica.

Tanque de combustible para alimentar el generador eléctrico. Foto: Pilar Larrañaga.

El búnker atómico de Hamburgo

Este búnker atómico fue construido entre 1941 y 1944, en principio para alojar a los viajeros que salían en la estación central de Hamburgo. Está situado en la calle Steintorwall debajo de una parada de autobús y linda con la estación central de Hamburgo.

Búnker en Hamburgo, Alemania. Foto: Pilar Larrañaga.

Se accede por una escalera pequeña y la mayoría de las miles de personas que pasan por ese sitio cada día desconoce que por ahí se accede a uno de los mayores búnkeres que todavía existen en Hamburgo, para más señas búnker atómico. Muy cerca de la entrada al mismo cuelga en la pared un plano del espacio subterráneo para poder orientarse.

Plataforma ciudadana al cuidado del búnker

No está abierta al público sin guía ya que no es un lugar de interés turístico excepcional. De hecho, una plataforma ciudadana, Hamburger Unterwelten, organiza y administra las visitas que se pueden concertar en su página web. Los integrantes de la plataforma, todos ellos voluntarios, suelen hacer visitas guiadas al búnker atómico de la estación central en alemán. Cuesta entre 7 y 9 euros por persona y es difícil lograr entradas. La descripción de cómo encontrar el lugar de la cita no es muy precisa si uno viene de fuera.

Entre el dinero que se recauda en entradas y las donaciones que reciben suelen recaudar los fondos suficientes para el mantenimiento del búnker además del mantenimiento de las instalaciones eléctricas que todavía funcionan a la perfección. Como el búnker es frecuentado por turistas, las instalaciones deben superar una inspección técnica del TÜV (Technischer Überwachungs-Verein) alemán periódicamente. El orador nos contó que el búnker cumple con todos los requisitos técnicos vigentes en la actualidad lo que permite estar abierto al público.

Se construyó lindando la estación central de trenes para que los viajeros pudiesen refugiarse en el búnker en caso de una emergencia atómica o aérea. Las armas atómicas son armas de destrucción masiva que liberan grandes cantidades de energía en forma de calor, onda expansiva y radioactividad.

Las altas temperaturas ocasionan incendios indiscriminados, la onda expansiva hace que se derrumben edificios y ocasiona daños en los órganos internos: pulmones y oídos ocasionando la muerte instantánea. La radioactividad de los primeros momentos también puede ser mortal. Los que se refugian en los búnkeres atómicos están fuera de esos peligros. La radioactividad disminuye considerablemente con el tiempo, pero suele contaminar fauna y flora que si se ingiere todos los días, ocasionará graves enfermedades en aquellos que consumen esas plantas o carne. 

Las dimensiones del búnker

Los tres miembros de la plataforma cuentan que fue construido por prisioneros políticos y judíos a los que obligaban a hacer trabajos forzados. Este búnker atómico tiene unas paredes de un grosor de 3,7 metros. Fue construido con 14.000 metros cúbicos de hormigón. Tiene varios pisos y una superficie de 147 x17 metros y, en su parte más profunda, una profundidad de 14 metros.

Debido al grosor de sus paredes, los teléfonos móviles no reciben señal y la temperatura ambiente se mantiene en invierno y verano a 12°C de forma constante. Pero, ¿era esa la temperatura que reinaba cuando el búnker estaba lleno? No, la temperatura debía rondar los 30°C con una humedad del 80%, es decir se percibía un ambiente subtropical porque la ventilación, aunque existente, no funcionaba a la perfección cuando el búnker estaba lleno o había más gente que la prevista.

Tenía espacios habilitados para las necesidades humanas separados por sexos. Wáteres en un espacio a la derecha y a la izquierda había lavabos. No había agua caliente para los hombres cuando el agua salía a 4°C en invierno por los grifos. En los lavabos para las mujeres había agua caliente para que las madres con bebés pequeños pudiesen retirar las heces a sus niños poniéndolos debajo del grifo.

Era una opción bastante más higiénica debido que los pañales que había en los años 40 del siglo pasado había que lavarlos a mano. Los pañales en forma de Dodotis irrumpieron en el mercado en el año 1973. No había posibilidad de lavar la ropa en el búnker pero los que se refugiaban en él sí podían lavarse las partes más importantes del cuerpo en los lavabos habilitados para ello.

Wáter del búnker atómico de Hamburgo. Foto: Pilar Larrañaga

Se construyeron cuatro wáteres por sexo y nos podemos imaginar las colas que había para ir al baño. Los los habitáculos de wáteres separados por sexos no tenían puerta sino una cortina porque la superpoblación de los búnker solía ocasionar episodios de estrés y ansiedad. Algunos superan esos episodios encerrándose en el wáter.

Como había que usar el wáter de forma ordenada, se optó por la cortina. Además, muchas personas que desean suicidarse necesitan de intimidad que, en teoría, se puede lograr en un wáter con la puerta cerrada. Un búnker de estas características no debía invitar al suicidio. Se le daba a cada uno un rollo de papel higiénico y una pastilla de jabón parecida al jabón chimbo.

Suministro de agua y funcionamiento de los dispositivos técnicos

El suministro de agua llegaba por la canalización de agua que abastece de agua a todo Hamburgo. Además de eso había un suministro de una fuente subterránea. Si, por algún motivo, fallaba un sistema, se podía acceder al otro. Estaba todo planeado de tal forma que cualquiera que se alojase en el búnker pudiera accionar los dispositivos de apertura y cierre del suministro de agua. ¿Cómo se conseguía? Los dispositivos de accionamiento estaban construidos en forma de ruedas o de interruptores que solo había que girar en el sentido de las agujas del reloj para cerrarlos o en el sentido contrario para abrirlos.

Además, en el caso de que hubiese personas que no supiesen operar esos dispositivos mecánicos, había instrucciones pintadas en las paredes con una caligrafía muy parecida a la caligrafía gótica que las habían pintado pintores profesionales. Todavía se pueden apreciar las líneas a lápiz para que el pintor lograse un efecto caligráfico perfecto y fuese agradable a la lectura. Las instrucciones estaban redactadas en un lenguaje sencillo y había flechas señalando las válvulas que había que accionar.

Cocina del búnker atómico de Hamburgo. Foto: Pilar Larrañaga.

El búnker también disponía de una cocina de gas. A los ocupantes del búnker se les daba un cuenco y una cuchara para que pudiesen tomar los alimentos. Les daban para comer un cocido diario. La cocina era un espacio muy reducido que no cuenta con más de 15 metros cuadrados. Imaginemos que haya que cocinar en ese espacio un cocido diario para 1400 personas. No todo el mundo podía comer al mismo tiempo.

No les daban carne porque para comer la carne se necesitarían cuchillos y tenedores y estos dos cubiertos podían ser utilizados como armas. Para evitar males mayores, solo había cucharas. Debido a los problemas logísticos que había, después se les empezaría a dar comida sintética especialmente diseñada para emergencias militares que ocasionaba diarreas. La flora intestinal humana no podía procesar ese alimento de la forma adecuada y ocasionaba diarreas. Tampoco esta solución era óptima.

Los días y las noches en el búnker

Los ocupantes del búnker solían estar tumbados durmiendo durante ocho horas y el resto del tiempo lo pasaban de pie. En unas salas bastante amplias había literas de tres o cuatro pisos en las que cabían cientos de personas. Cuando estaban durmiendo tenían un cinturón de seguridad para poder atarse. Las camas eran de 80 centímetros por 1,60 y muchos solo cabían en las camas acurrucándose. La sensación de hacinamiento es inmensa a pesar de estar las literas vacías.

Hombre alto tumbado en una de las literas del búnker atómico de Hamburgo. Foto: Pilar Larrañaga.

La superficie sobre las que se tumbaban los ocupantes del bunker era una especie de lona elástica muy fina pero muy resistente. Les daban una manta de Molltex para taparse. Se debían percibir sonidos y olores de todo tipo. Si había niños de corta edad, gritos y lloros. Se calcula que un tercio de los ocupantes eran hombres y dos tercios eran mujeres. Tiene su lógica porque la mayor parte de los hombres jóvenes estaban en el campo de batalla.

Vivir, enfermar y morir en el búnker

La cúpula nazi había pensado en todos los detalles y ese espacio disponía también de una enfermería abastecida con los medicamentos más habituales de la época. Disponían de desinfectantes más indispensables, vendas, algodón y demás materiales para tratar heridas. Además, había orinales para hombres y mujeres que tuviesen que estar tumbados.

Hasta una camilla habían colocado en el búnker para tratar a los enfermos. También pensaron qué hacer cuando moría algún ocupante del búnker. Habían dotado el búnker de bolsas de plástico con una garantía de eficacia de 50 años para depositar los restos mortales hasta que pudiese hacerse el levantamiento de cadáver tal y como lo exigía la ley.

Algo que pasa desapercibido cuando se entra al búnker es una plancha de hierro incrustada en el suelo que tiene que pisar todo el mundo. Esa plancha está conectada a un dispositivo que cuenta el número de personas que entran en el búnker. Como era imposible llevar un registro ordenado de todos los que llegaban corriendo al búnker, ese dispositivo les daba a los operarios una idea de la ocupación del mismo.

Había un supervisor en el búnker que tenía la autoridad para ordenar el cierre del búnker en base a estos datos. Cerca de la entrada hay una especie de pasillo con una puerta de hierro muy pesada. Era la entrada al búnker atómico. Detrás de ella se sentaba el guardián frente a la pared. Esta le impedía ver lo que pasaba detrás.

Dispositivo de apertura de puerta del búnker atómico de Hamburgo. Foto: Pilar Larrañaga.

La puerta estaba diseñada de esta forma para que el soldado que se encontrase de guardia no pudiese ver quién quedaba excluido de entrar al búnker. De poder ver el drama que se cocía detrás, cabía la posibilidad de que el soldado no fuese capaz de ejecutar la orden por razones humanitarias amén del trauma posterior por sentimientos de culpa. El ruido que produce el cerrado automático de la puerta es aterrador aun sabiendo que se saldrá pronto del búnker.

En la parte izquierda de esa puerta colosal de hierro hay una nota pintada a mano que dice que hay peligro de aplastamiento de los dedos. Se pretendía que no sufriesen heridas atroces todos aquellos que hubiesen podido bajar la escalera al búnker y, por una avalancha, se tuviesen que quedar fuera del búnker atómico.Las puertas estaban construidas de tal forma que impedían la penetración de gases tóxicos que hubiesen podido causar la muerte de los ocupantes. Además, cuando se daba el alarma de ataque ABC (atómico, biológico o químico), se podían poner en acción los filtros para filtrar gases tóxicos, productos químicos nocivos y agentes patógenos biológicos que serían expulsados por el sistema de ventilación.

Lo más impresionante de los búnkeres es la sensación térmica al entrar a ellos. La temperatura se mantiene constante durante todo el año. En el peor de los casos, no se necesita ni calefacción ni aire acondicionado porque todos los búnkeres fueron construidos con un sistema de ventilación. Los que diseñaron el búnker atómico habían pensado en todas las necesidades humanas. La construcción de los búnkeres aéreos difiere en algunos puntos con la arquitectura de los búnkeres atómicos. Éstos se abordarán en otro artículo.

Pilar Larrañaga

Periodista. Escribe sobre política europea y arte. Las decisiones que se toman en Bruselas y sus efectos sobre los ciudadanos europeos. El arte entendido como eje fundamental en la formación del ser humano.