Por eso, tan violencia de género es la agresión del futbolista Alves a una joven en los lavabos de la discoteca Sutton, como la distribución por internet de las imágenes de una menor haciendo una felación en la sala Waka de Sabadell, como el hecho de que se produzcan 6 violaciones al día, según fuentes del Ministerio del Interior. Diferentes degradaciones, mismo desprecio por la libertad de la mujer.
Hay quien prefiere denominarla ‘violencia machista’. Yo diferencio entre ambos conceptos porque el machismo es una actitud, no una ideología con un pensamiento articulado, actitud que puede ser compartida también por las mujeres, mientras que violencia de género se refiere a la dimensión social (todos tenemos género y se adquiere en el proceso de socialización).
Pienso que la violencia de género se aprende junto con el conjunto de actitudes que se atribuyen a los hombres, igual que las mujeres aprendemos a aceptarla, tolerarla y consentirla. En el mejor de los casos aprendemos a defendernos, pero esto no se incentiva ni se potencia a nivel social.
Lo más preocupante del momento que vivimos es que precisamente arrecie la violencia contra las mujeres cuando ya pensábamos que vivíamos en sociedades igualitarias, con leyes específicas que se suponía debían de protegernos, como la poética ley del “Solo sí es sí”, que no sé si se debería llamar “No es No pero Sí” a efectos prácticos.
Con esta Ley ya ha habido unas 400 revisiones de condenas a la baja y 30 excarcelaciones de agresores sexuales, cifras que pueden haber cambiado al escribir estas líneas.
En otros casos se ha sustituido la cárcel por un acuerdo entre las partes mediante una cantidad económica o unos cursos de reeducación social, como el caso de los dos policías de Estepona (Málaga, julio 2022), que violaron a una joven de 18 años, pero fueron exculpados de ir a prisión si se comprometían a no cometer otro delito en tres años y hacían un cursillo de educación sexual.
Todo esto nos lleva a pensar cuan escasa importancia se le atribuye socialmente a la violencia contra las mujeres, pese a que parezca que ha crecido la preocupación. Es como si se pensase que se le está dando demasiado relieve a algo que total, no es para tanto.
Una violencia que se puede resarcir mediante una cantidad de dinero es tanto como considerar que el daño causado es un mal menor que se puede tasar mediante un monto a convenir. ¿Qué precio tiene la libertad y dignidad de la mujer, unos miles de euros, un cursillo de competencias relacionales, un matrimonio reparador?
Ahora, algunos hombres que han sigo magreados por un productor de cine en una discoteca tras la entrega de los Premios Feroz ponen el grito en el cielo y claman contra una violencia detestable. Cinco mil años llevamos las mujeres soportando una violencia mucho más que feroz, pero solo cuando la padecen los hombres parece que se vuelve digna de atención.
Vivimos una de las reacciones más virulentas contra los derechos de las mujeres a todos los niveles pero envuelta en celofán, como un regalo sorpresa al que se le ha puesto un lazo violeta muy vistoso. Aunque hay otros problemas no menos importantes, la violencia es el tema más acuciante que afrontamos a nivel internacional. Cada vez que abrimos el paquete regalo la bomba que contiene nos estalla en la cara y agrede, hiere o mata a una mujer.
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