madre bebé subrogado
Gloria Ortiz Orozco, con sus dos hijos. Los tres tienen secuelas físicas o psicológicas después de que ella fuera un vientre de alquiler para una pareja española. Foto cedida por la protagonista.

«Sólo me dejaron un ‘post-it’ de agradecimiento por arrancarme un bebé y casi morir desangrada»

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Cuando Gloria Ruíz se puso de parto, los compradores que habían encargado el bebé no respondieron a sus repetidas llamadas, y cuando por fin llegaron al hospital para hacerse cargo del niño, le hicieron llegar un post-it que decía “thank you”. Éste es el testimonio personal de una madre subrogada californiana que perdió su salud y a punto estuvo de perder la vida debido al maltrato que sufrió por parte de una pareja española de compradores del bebé que trajo al mundo y de la agencia que la contrató.

Casada con un militar, Gloria Ruíz Orozco es una de esas mujeres codiciadas por las agencias de subrogación, ya que tienen dificultades para encontrar un empleo estable debido a los cambios recurrentes de destino de su marido. No tiene ingresos propios y los únicos que entran en casa son los de su marido. Además, su hijo mayor padece autismo, por lo que ser madre subrogada le brindaba la oportunidad de hacerse con una buena suma de dinero en previsión de un futuro incierto para él.

Gloria fue madre subrogada dos veces a través de la agencia International Surrogacy Center, de Murrieta, California. De origen guatemalteco, reside en Estados Unidos desde los 6 años y aprendió el idioma con una rapidez asombrosa. Ahora tiene 33 años y vive en Temecula, al sur de California, con su marido y sus dos hijos de 7 y 12 años.

Su primera vez

La primera vez, tuvo un niño que ahora tiene tres años para una pareja de españoles, y su embarazo, parto y posparto transcurrieron sin problemas. Le pagaron 45.000 dólares. A los cuatro meses de haber dado a luz, la misma agencia la contactó para ser de nuevo madre subrogada para una pareja que quería tener un bebé de pelo rubio y ojos azules. Si bien Gloria no quería, al final dio su brazo a torcer.

«La agencia me insistía mucho. ‘Hiciste tan felices a esas personas…’, me decían. Y sí, de hecho sé que están muy felices, me mandan vídeos del niño y me consideran como una tía para él. La agencia me convenció diciéndome que todo el mundo tiene derecho a ser feliz y cosas de ese tipo y que esta segunda vez me pagarían más, 61000 dólares», confiesa Gloria Ruíz a Crónica Libre.

«Pero mi marido -prosigue con su testimonio- se enojó mucho cuando acepté, tenía miedo de que no me trataran bien, de que sufriera problemas en mi salud o de que me muriera. Y ocurrió exactamente así, no me trataron bien, tuve muchos problemas de salud y estuve a punto de morir. Fue como una premonición».

Un polémico seguro de hasta 250.000 dólares

El primer contacto con esa segunda pareja fue a través de internet. vía Zoom. Vivían como a una hora de trayecto y Gloria les dijo que tenía un niño autista que requería cuidados y atención médica y acordaron que todo el proceso debía llevarse a cabo en la ciudad de Gloria. Firmó el contrato con la agencia, que ya se llevó 30.000 dólares por hacer el match, y la pareja suscribió una póliza de seguros que cubría contingencias hasta 250.000 dólares.

«Según esa póliza, en caso de muerte cerebral habría que mantenerme artificialmente con vida hasta el nacimiento del bebé y en caso de fallecimiento ellos cobrarían una parte de ese seguro. O sea, yo me muero y la indemnización no va íntegramente a mi familia, sino que una parte se la quedan ellos. También eran ellos los que decidían si yo debía abortar», relata Gloria Ruíz Orozco, en exclusiva a este digital.

Gloria Ortiz, madre bebé subrogado
Gloria Ortiz Orozco. Foto cedida por la protagonista.

«Me sentí estafada»

Las cosas empezaron a ir mal casi inmediatamente, porque a pesar de que les había dicho que no podía desplazarse, la clínica que le prestaría atención médica estaba a una hora de su casa: «La agencia me dijo que si quería retirarme tendría que hacer frente al pago de unos 5.000 dólares, ya que ellos ya habían contratado la póliza. Me sentí estafada, porque yo no había firmado ninguna póliza, fueron ellos los que la suscribieron pasando por alto lo que habíamos acordado en la entrevista. Si decidía volverme atrás, estaba obligada a pagar 5.000 dólares, lo cual era impensable para mí».

Dado que no había marcha atrás, Gloria tuvo que empezar a medicarse para la transferencia embrionaria y en ese intervalo de tiempo conoció a la que sería “donante” de óvulos.

«Estuve trece semanas poniendo inyecciones y llegué a conocer a la donante de óvulos, porque, como querían un bebé rubio y de ojos azules, escogieron como donante a una chica sueca muy joven a la que pagaron unos 6.000 dólares por ser su primera vez. El precio que se paga a las donantes de óvulos va subiendo a medida que se someten a más ciclos y extracciones. Se consiguieron dos embriones de sexo masculino por fecundación in vitro, pero en una entrevista que tuve con la compradora en la agencia, ésta me dijo que su marido estaba enojado porque, según él, no quería arriesgarse a tener un hijo y que le saliera gay», asegura.

«El comprador y su esposa comenzaron a pelear porque él quería una niña a toda costa. Me sentí muy triste»

La transferencia embrionaria tuvo lugar en julio de 2022 y fue ese día cuando conoció en persona al comprador. Gloria Ruíz recuerda que «me preguntó si la transferencia me había dolido y le dije que no, que no duele. ‘Pues a mí me inyectaron algo en el pene y me dolió’, me dijo, por lo que deduje que quizás había tenido una enfermedad de transmisión sexual y nadie me había dicho nada. Durante la comida, él y su esposa comenzaron a pelear porque él quería una niña a toda costa. Me sentí muy triste y pensé ‘si a este niño no lo van a querer, ¿para qué hacemos esto?”

La transferencia embrionaria dio como resultado un positivo en test de embarazo, pero al cabo de dos semanas Gloria empezó a sentirse muy mal. No paraba de vomitar, no podía comer ni beber ni oler nada y tenía que pasar el día acostada. En urgencias le diagnosticaron hiperémesis gravídica, una forma extrema de vómitos y náuseas en el embarazo.

«No era capaz de comer nada ni de beber nada, bajaba de peso y estaba como anoréxica, no podía ni ponerme de pie ni bañarme sola, ni llevar a mis hijos al colegio, ni ocuparme de la casa, y me sentía una madre horrible y una esposa horrible. El impacto en mi salud mental fue tremendo. Rogué que me pusieran hidratación intravenosa, pero el hospital estaba a una hora de trayecto y tenía que esperar hasta seis horas para que me atendieran, con mis niños solos en casa. En la agencia me advirtieron que si me realizaban hidratación intravenosa sin permiso en otro hospital, significaría que yo rompía el contrato y tendría que indemnizar a los compradores».

«Fue inhumano. Llegué a pensar que querían que perdiera el bebé y empezar de nuevo para buscar una niña»

La hiperémesis gravídica no se resolvió con el transcurso del embarazo y en veintiséis semanas tuvo que realizar quince visitas de urgencia al hospital que le habían asignado. Por cada visita, les cobraban 150 dólares a los compradores, y aunque en la ciudad de Gloria había un hospital que sólo les cobraba 80 dólares, se negaron a que la atendieran allí.

«Fue inhumano. Llegué a pensar que lo que querían era que perdiera el bebé y así empezar de nuevo y buscar una niña. No les importaba nada lo que yo estaba sufriendo y lo que mi familia estaba sufriendo. Rogué por atención dental, rogué por ayuda en casa, y todo me fue denegado. Por esa época fue cuando mi esposo y yo tuvimos que renunciar formalmente a la filiación del bebé. A las 28 semanas me puse de parto, estaba tan deshidratada que mi cuerpo sólo quería expulsar el bebé. Me pararon las contracciones con medicamentos en el hospital y me pusieron cuatro bolsas de suero. Ahí los compradores ya dieron permiso para que me atendieran en mi ciudad«.

«Era sumamente angustioso»

A las 33 semanas de embarazo, se despertó un día bañada en sangre y fue al hospital, pero no pudieron atenderla por no tener su historial médico del embarazo, de manera que tuvieron que llevarla al otro hospital lejos de su casa. Estuvieron durante cinco horas intentando averiguar de dónde salía la sangre y en todo este tiempo los compradores no dieron señales de vida. Le propusieron mantenerla ingresada hasta las 37 semanas de gestación.

«Yo no podía dejar a mis hijos solos tanto tiempo, así que me fui a casa. La hemorragia no cesaba y tuve que volver al hospital de mi ciudad por urgencias. Me pararon la medicación que me estaban dando para detener el parto y empezaron las contracciones. Intentaron parto natural, con cinco médicos para atenderme a mí y otros cinco para atender al bebé. Con sólo nueve centímetros de dilatación, el latido del bebé empezó a bajar. Yo no hacía más que llamar a los compradores por teléfono y no respondían. Era sumamente angustioso. Todo el mundo se preguntaba dónde estaban, pero me dijeron que dejara el móvil, que no llamara más y que me centrara en el parto».

«La compradora se negó a que viera al bebé porque dijo que podía contagiarle alguna enfermedad»

Y por fin nació el bebé. «Sí, por fin nació y el personal médico nos preguntó a mí y a mi esposo si queríamos verlo, pero lo había pasado tan mal que lo único que nos preocupaba era que yo estuviera bien. Por fin aparecieron los compradores y en el hall del hospital escribieron “thank you” en un post-it y me lo hicieron llegar a través de una enfermera».

El relato se hace más cruel según avanza. «Cuando me recuperé un poquito quise ver al bebé, porque en el contrato decía que disponía de una hora para estar con él, pero la compradora se negó diciendo que yo podría contagiarle alguna enfermedad, así que no lo conocí y sigo sin conocerlo. No tengo ni una foto del niño, pero sé que cada vez que lo miran tienen que acordarse de mí, porque tienen a ese niño por mí y espero que lo quieran mucho y lo atiendan bien, aunque temo que los problemas de salud que yo tuve en el embarazo puedan repercutir también en la suya», continua narrando Gloria Ortiz.

Cuando Gloria regresó a casa pensando que ya no iba a sufrir más, las hemorragias no cesaban y después de seis semanas del parto seguía sangrando. Comenzó un nuevo peregrinaje por los hospitales. La póliza de seguros preveía una segunda opinión médica, así que pidió permiso a los compradores y le dijeron que no.

Gloria Ortiz Orozco: «Estaban extorsionándome con mi propia salud»

«Después accedieron a pagar un máximo de 200 dólares por una segunda opinión médica, pero a condición de que yo les proporcionara mi propia partida de nacimiento, ya que querían hacer los trámites para viajar con el bebé a España y, como el comprador era de nacionalidad española, necesitaban mi partida de nacimiento y mi firma para demostrar que no habían robado el bebé. Querían mi partida de nacimiento y querían mi firma, y las querían ya, sin esperar ni un poquito a que se resolvieran mis problemas de salud, y así me lo transmitieron en un e-mail. Me pareció tan mezquino por su parte que me negué. Estaban extorsionándome con mi propia salud».

Finalmente, aunque el seguro médico privado de Gloria no cubría la subrogación, gracias a una doctora fue atendida por la grave anemia que sufría después de 20 semanas de hemorragias continuas. Se consiguió parar el sangrado, pero Gloria entró en depresión. Se sentía abusada y maltratada, no hacía nada con los niños y se encontraba como ausente de todo.

Tuvo que ser ingresada en una clínica psiquiátrica durante dos meses y, mientras tanto, llegaban facturas del hospital donde había dado a luz y del hospital psiquiátrico. Los compradores se hicieron cargo únicamente de las facturas del parto. La póliza de seguro que habían contratado ya había vencido y Gloria se quedó sin atención médica y psiquiátrica. En estas circunstancias, Gloria les comunicó que los iba a demandar, pero recibió como única respuesta una carta del abogado de los compradores diciéndole “no vas a ganar y además te voy a avergonzar”. 

En EEUU es casi imposible pleitear por los derechos de las madres subrogadas, siempre pierden en los tribunales

Cuando Gloria decidió contar su historia en TikTok, otras madres subrogadas le escribieron contándole lo mal que lo habían pasado ellas también, pero muy pocas se deciden a hablar públicamente por miedo a que los abogados de las agencias y de los compradores vayan contra ellas y porque en Estados Unidos es muy difícil, si no imposible, encontrar abogados que pleiteen por los intereses y los derechos de las madres subrogadas, porque saben que pierden en los tribunales, tal es la fuerza de la industria de la subrogación, y los medios de información sólo recogen historias felices que sirven de publicidad a esa industria.

Gloria Ruíz Orozco está ahora diagnosticada de infertilidad, a sus 33 años sus niveles hormonales son los de una mujer premenopáusica, y sus hijos necesitan terapia psicológica, sobre todo el pequeño, que sigue despertándose todas las noches angustiado y con miedo de que su madre ya no esté en casa.