Aunque la escritora tiene una novela gráfica publicada en 2017, Face, dos novelas más, Ramona, (2019), y La muela (2021), no pudo escapar de sufrir el síndrome de la impostora. Rosario Villajos cuenta que lo tuvo y cuando dejó de tenerlo lo fingió para que no fuera nadie a molestarle intentando bajarle los humos. En sus propias palabras: “Si haces como que este no es tu campo parece que le quitas importancia al hecho de que te menosprecien”.
En mi caso específico ha sido increíblemente fácil. Y eso es porque he aparecido en el panorama cuando las mujeres están de moda, cuando por fin nos interesa el universo de lo doméstico, y como ya no tengo el síndrome de la impostora, diré que lo mismo me ha ido bien porque ha habido personas que se han interesado por mi estilo de escritura y por los temas que trato.
Mi intención era escribir lo que yo necesitaba leer. Lo que ha dicho el jurado, que es muy bonito y me emociona mucho, habrá que investigarlo preguntándole a ellos.
No lo sé. No tengo ni idea de cómo se manejan los demás autores y consumidores. Yo no soy nostálgica. No siento apego alguno por el pasado. Si escogí los noventa fue para demostrar que no hemos cambiado tanto y que, además, no podemos cambiar más porque habíamos normalizado situaciones de violencia, y no se puede hacer desaparecer lo que no tiene nombre.
No, pero el futuro tampoco es muy luminoso. Cada época guarda sus problemas y las cosas no mejoran porque no escuchamos, ni entendemos ni nos preocupamos de verdad por quienes van a estar aquí más tiempo que nosotros, que son los jóvenes.
Muchas chicas a las que conocí, incluyéndome a mí misma. Pero, sobre todo, me acordé de una chica de mi barrio a la que con quince años no le dejaban salir ni hacer nada y su madre, extremadamente delgada, la seguía vistiendo como a una niña pequeña. A veces me he preguntado qué habrá sido de ella.
Porque nos han metido tonterías y mentiras en la cabeza. Yo también tengo una relación complicada, así que no puedo dar soluciones, solo preguntas al respecto y suposiciones.
Sólo hay que echar un vistazo a los medios de comunicación y ver noticias relacionadas con mujeres en las cinco últimas décadas para darse cuenta.
Siempre hay un “violador del ascensor”, o un hombre que quemó viva a su mujer después de que lo denunciara delante de toda España, o un Alcasser, o un hombre que se vengó de su exmujer calcinando a sus hijos, o una manada, o una chica desaparecida y encontrada medio muerta en una cuneta, o una mujer expulsada de la política y culpabilizada por sufrir abusos sexuales, o cientos de chicas cuyos cuerpos nunca han aparecido y sin embargo nos los ponen de guía para recordarnos a hombres y mujeres que es mejor que las mujeres se queden en casa. Mirando esas noticias y sus comentarios se da una cuenta de en qué época vivimos.
Con ninguno, intento no ponerme plazos porque lo más importante es la salud mental y ahora mismo tengo la cabeza en la promoción de este libro, me resulta difícil ponerme a pensar en otra cosa. De momento, me consuelo con leer e investigar sobre posibles ideas, pero sin imponerme ningún compromiso.
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