Estamos acostumbrados a las reivindicaciones durante la gala de los Goya y este año no iba a ser menos. En el ranking de bofetadas, presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso y la Sanidad Pública se llevan la palma, teniendo su punto álgido en la aparición de Jordi Évole para entregar un premio.
Si es la gala del cine español… ¿Qué hace ahí Jordi Évole? Independientemente del color que vistas hay ciertas acciones que hace que se les vea el plumero a muchos. Hay que saber separar.
En segundo lugar, las reivindicaciones feministas. Éste ha sido el año con más paridad en los premios que se recuerda. Aunque en el talento ha sido mayúsculo en las producciones, habiendo muy buenas cintas seleccionadas, cuesta creer que se siga hablando de paridad y no de eso, de talento. Por otro lado, curioso es que no haya habido ninguna mención ni a la Ley solo sí es sí ni a Ley Trans, que son el centro de la polémica en este momento. Ni se trata de defender a unos y atacar a otros, todos los colores políticos tienen polémicas, la gala comenzó con una pulla al PSOE de Clara Lago, al decir «que habíamos traicionado al Sáhara».
Protagonista de la gala ha sido, y merecidamente, el maestro Carlos Saura, fallecido un día antes de recibir su Goya de Honor. La gala abría con este premio dada la situación sin precedentes. La emotividad a flor de piel y muy acertado discurso de su hijo recordando a las mujeres de la vida de Saura, porque en la época donde él triunfaba las mujeres estaban en la sombra apoyando a los cineastas.
Y, a pesar de que son muchos premios, ha sido la gala más ágil en años, remarcando mucho a los premiados el hecho de ceñirse al minuto que les daban para los discursos. En el caso de los presentadores, pocas intervenciones con un guion bastante mejorable pero cortas, descubriendo el gran talento de Antonio de la Torre no solo para actuar, sino también para presentar.
As Bestas, la película de Rodrigo Sorogoyen tomó la delantera a Modelo 77 y se alzó con 9 Goyas incluyendo a la mejor película del año. Sorprende, y mucho, que la película que la misma Academia seleccionó para representar a España en los Oscar, Alcarràs, se haya ido de vacío. Quizás sea el momento de valorar de qué otra manera podemos seleccionar la película que manda nuestro país a EEUU para tener mayor influencia en el extranjero.
Y entre los actores nominados, más de lo mismo. Sorprenden, como cada año, las palabras de respeto al cine español cuando es un grupo selecto el que siempre está nominado y sorprende ver que la mayoría de los nominados en las categorías principales ya acumulan algún premio anterior o alguna nominación previa. El cine español va bien, pero necesita más oportunidades para repartirse el pastel y que las oportunidades actorales no solo sean para actores jóvenes que tienen, como condición previa, miles de seguidores en redes.
Y en esta línea destaca el discurso de Telmo Irureta, actor con una discapacidad que recibió el Goya al mejor actor revelación, que reivindicaba más variedad en el cine. Esta variedad, la Academia se la ha tomado como una oda a los actores con alguna discapacidad, pero todo empezaría por coger a todo tipo de actores de todo tipo de medidas, colores de piel y de pelo. Si hacemos una inclusión la hacemos total. ¿Por qué no un actor negro protagonizando una película sin la necesidad de explicar por qué es negro ni de dónde viene? Algo que el cine francés y el americano tienen muy asumido a nosotros nos cuesta. Glorioso el discurso de Susi Sánchez (algo desfasado pero glorioso) pero ya que vamos hacia la inclusión, vayamos con todo, cine español.
En definitiva y a pesar de todo, una de las mejores galas que se recuerdan en años, ágil y sin apenas errores. Sigamos por este camino.
