Soy feminista y soy liberal

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Sí, las mujeres liberales somos feministas. No en vano la lucha universal por la igualdad ante la ley de hombres y mujeres es parte fundamental de la defensa de la democracia liberal. No niego la existencia del machismo, ni de la violencia sobre las mujeres, que considero una verdadera lacra. No soporto a aquellos que, metidos de lleno en la lucha de sexos, niegan la existencia de esta realidad.

Tampoco soporto a quienes tratan de colectivizar a las mujeres, enfrentándolas con los hombres o que consideran que las mujeres nacemos víctimas. Admiro a mujeres como la profesora María Blanco, la politóloga Antonella Marty, la economista Irune Ariño o la abogada Guadalupe Sánchez, que defienden el feminismo desde el punto de vista que yo comparto.

No pienso ceder, en la medida de mis escasas posibilidades, ninguna bandera a quienes tratan de excluir a las mujeres que pensamos diferente. A esas cuya ceguera ideológica permite que desde el Ministerio de Igualdad se defienda la reducción de penas para violadores, agresores sexuales y pederastas.  O esas que permiten que se apruebe la llamada “Ley Trans”, una verdadera aberración de consecuencias irreversibles.

Me refiero a esas de la ceguera ideológica y enloquecida que define a los hombres como vagos y acosadores, critica a las amas de casa que lo son por voluntad propia, carga contra las revistas de moda o afirma que el consentimiento de un menor para mantener relaciones sexuales debería de eximir al abusador mayor de edad de tener que rendir cuentas ante la Ley. A esas que atacan a las mujeres empresarias por ser capitalistas. A esas que prohíben las azafatas en la Fórmula 1 o los concursos de belleza, porque, en el fondo, buscan destruir la capacidad de apreciar lo bello. A esas que me quieren imponer cómo debo de vivir. Les hablo de esa ingeniería social cuyas defensoras acosan, vejan e insultan a otras mujeres (como Lidia Falcón, Isabel Díaz Ayuso o Lucía Etxeberría) por no compartir con ellas su visión totalitaria y, por ende, excluyente. “¡Somos feministas, pero solo con las nuestras! ¡A por las demás!”

Me escandaliza que haya quien considere que éstas, las del despropósito, son feministas y a mí me nieguen el serlo.

Estos días estoy escandalizada. Por la “Ley del Sí es sí” y el empecinamiento en el error del gobierno. Estaban avisados. Veintidós informes les alertaban de las consecuencias de su aprobación. Lo negaron. No iba a hacer excarcelaciones, qué cosas tiene la derecha. Cuando las hubo, como era irremediable, la culpa se la echaron a los jueces, tildados de machistas y fachas, cuando se trata de una profesión feminizada. Pero qué más da. Había que tapar, como fuera, los resultados de su norma. Y eso es justo lo que han tratado de hacer. Después, siendo ya dos centenares los agresores los que habían visto reducidas sus condenas y alarmado a todo el país, culparon a los medios de comunicación por contarlo. Matar al mensajero. Hoy son ya casi medio millar los delincuentes que celebran la Ley de Sánchez y Montero. Tres millares más esperan su rebaja.

La ley ha sido defendida por sus autoras con argumentos peregrinos, como el utilizado por una tal PAM, quien se ríe de la tragedia ajena y que está haciendo su agosto a costa del bolsillo del contribuyente, del tipo “si ya las han matado, si ya las han violado, ¿qué más dan unos años más o menos de prisión?” Pues dan, PAM. Que mira que eres inculta. Y mala gente.

PAM, la Justicia en democracia se basa en trasladar la administración de la misma del ciudadano al Gobierno o Estado, para así superar la ley del Talión. El fin de la pena, por otra parte, no es solo la reinserción, de la cual soy partidaria. También lo es el castigo al malvado, así como la prevención del delito y la protección de la sociedad.

Hoy Lérida está en alerta. Un tipo que ha violado a 17 mujeres y que con casi total seguridad va a reincidir, según alerta la propia Junta de Tratamiento Penitenciario, está en la calle. Gracias a esta legislación. La alarma social en Lérida es total y absoluta. Para delincuentes reincidentes no hay más solución, mal que les pese a quienes defienden que los delitos se combaten tirando flores o cantando el “Imagine”, que la prisión permanente revisable. Por la seguridad y libertad de las mujeres.

Me escandaliza la revictimización que están padeciendo quienes han tenido la mala suerte de tropezar en su vida con un agresor sexual. No me puedo ni imaginar por lo que están pasando las víctimas.

Me escandaliza que al frente del Ministerio de Igualdad siga, sin ser cesada, la colectivista indocumentada que tanto daño está causando a las mujeres, que no al feminismo.

Y me escandaliza que haya quien considere que éstas, las del despropósito, son feministas y a mí me nieguen el serlo.

Almudena Negro

Diputada del PP de la Asamblea de Madrid